Cuando abro los ojos no recuerdo donde estoy, pero todo vuelve a mi cabeza en un par de segundos. Toda la locura, todas las mentiras, todo el amor, el sexo, todo. Todo vuelve a mi dándome unas ganas inmensas de vomitar y de llorar.
¿Cómo he podido ser capaz de hacerlo? He tenido la sangre fría, o más bien la caliente de dejarme llevar por dos palabras bonitas y los sentimientos si tener nada claro. Sin saber si realmente se ha estado burlando de mi todo este tiempo.
Tengo que seguir sin peligro en mi vida, sin un peligro que haga que mi trabajo pueda acabar, que me quede sin dinero. No puedo permitir que eso pase. No.
Me levanto y tapo mis pechos con la sábana azul tan desordenada en la que Derek me ha hecho el amor. Siento su brazo a mi alrededor y aunque no puedo negar que me quedo embobada mirándolo tan tranquilo, lo aparto con la más delicadeza del mundo y me pongo el pijama de nuevo antes de acercarme a la puerta y huir como la cobarde que soy.
No puedo enfrentarlo, no ahora, no después de lo que ha pasado entre nosotros. Me giro un instante antes de irme para verlo. Su pecho duro y sueva se asoma por la cama y deseo volver acariciarlo de la misma forma en que lo he hecho toda la noche.
En cuanto veo que pasa la mano por el espacio vacío de su lado buscándome, me escabullo corriendo hacia la habitación de Matías, donde paso directamente a la ducha porque lo necesito. Me siento sucia, porque a pesar de que lo hice por amor y porque quería, una parte de mí no se siente bien, no quería que nuestra primera vez fuera así.
Necesitaba sentirlo, sentirme amada por él, fingir por in instante que seguimos juntos y bien. Era algo que mi mente necesitaba. A partir de ahora las cosas las pienso poner frías, se acabó, se acabó todo.
-¿Esmeralda estás ahí?- pregunta Matías al otro lado de la puerta.
-Sí, estoy duchándome.
-Perfecto, voy a otro lavabo entonces. Cuando acabes baja, ya nos estarán preparando el desayuno.
Escucho sus pasos alejarse y suspiro tranquila. No tengo ganas ni de llorar, he estado tan mal estos días que ni las lágrimas quieren salir de mí. y está bien, odio llorar, odio esa sensación de debilidad y de malestar.
En cuanto acabo de ducharme me visto y bajo tal y como me dijo Matías, lo que no esperaba es que la pareja ya estaría dispuesta. En cuando entro la vista de ambos se queda fija en mi de formas totalmente distintas.
Derek me mira de esa forma que hace que mis piernas se sientan como gelatina, tiemblan. Quito la vista de él y me siento en una silla situada delante de su chica. Como en silencio, no quiero establecer una conversación con nadie, pero esos pensamientos cambian al ver entrar a mi pareja estos días.
-Buenas días preciosa- besa mi mejilla y Derek ladea la cabeza hacia otro lado con tal de no mirar esa secuencia.
-Buenos días Matías.
-¿Qué tal has dormido?- la pregunta me toma tan por sorpresa que el zumo se me va por otro lado y empiezo a toser.
No puedo evitar pensar en la noche que he pasado con Derek y se ve que él también, pues sonríe mirando hacia su plato como si nada.
-Muy bien- digo simplemente- ¿y tú?
-Genial, cuando me duermo no me entero de nada.
Intento aguantar la tos que quiere volver a salir de mi y Derek esta vez no aguanta la risa, sale del fondo de su garganta. Se ríe de verdad, como si de golpe la situación le pareciese graciosa, a mi me parece más incómoda que otra cosa, pero bueno.
-Lo siento- se disculpa- es que he recordado un chiste que me dijeron a noche.
Ruedo los ojos por su excusa de mierda, pero me niego a mirarlo durante todo el desayuno. Noto su mirada fija sobre mí, pero no pienso mirarlo. Quiero irme de aquí, quiero ir a casa con Chloe y Roxy. Necesito hablar sobre esto, quiero desahogarme, necesito que me escuchen, que me aconsejen.
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SEXYS DIAMANTES { #1 Triología Diamantes }
Fiksi RemajaMía, Chloe y Roxy son tres de las chicas más bonitas nunca antes vistas. Mía es rubia, baja, de ojos color miel. A sus dieciocho años de edad ya ha vivido mucho más de lo que realmente le gustaría. Cuando su padre empieza a padecer de una enfermedad...