25. Misterio

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Antes que saliera corriendo, me di cuenta que los cuatro guardas tenían el mismo rostro. Sus pieles eran color azul egeo, sus ojos eran negros, en sus mejillas tenían escamas, y no tenían nariz, solo tenían dos rasguños, que cada vez que respiraban se abrían y mostrando unos colmillos color amarillos cadmio.

Todos eran gordos y sus brazos sangraban, pero su sangre era de color verde lima.

Lo sé, era extraño, pero no había tiempo para pensar en eso, menos cuando el guarda número cuatro se aproximaba.

Comencé a correr al lado contrario de él, dándole la espalda. Hasta que de pronto... ¡Saz!

Una chica embarazada apareció repentinamente saliendo de una tienda. Obligándome a frenar de inmediato. Y fue ahí cuando alguien me tocó el hombro. Yo sentía escalofrío y solo reaccioné cerrando los ojos con fuerza.

«“—Oye chico ¿Eres nuevo?”».

Los abrí lentamente y dirigí la mirada a mi espalda, que de allí venía la voz. Era el guarda, pero ya no tenía las cualidades extrañas. Ni siquiera había otros guardas.

Todo estaba a la normalidad.

Algunas personas me miraban sorprendidas o grotesco y otras pasaban desapercibido de mí.

«“—Muchacho creo que te hablan —dijo la chica embarazada.”».

El guarda me miraba con incredulidad, yo bajé mi pierna derecha y mis brazos, ya que los había alzado por miedo.

Me acomodé la camisa.

«“—Hola, sí, soy nuevo, es que donde vivo no hay centros comerciales y me recomendaron este —le respondí al guarda.

—Ah un gusto, soy Yester, como ves soy guarda de seguridad, si necesitas ayuda, con mucho gusto.

—Genial. Estoy buscando ropa para una chica, pero no cualquiera, sino una que apenas esta iniciando su embarazo.

—Oye, yo te puedo ayudar —interrumpió la chica embarazada que escuchó la conversación.

—Si no es mucha molestia, me parece bien.

—Claro que no, la señorita Dina es una cliente muy frecuente, ella conoce muy bien las tiendas de chicas, así yo puedo continuar con mi turno —dijo el guarda yéndose con una sonrisa.

—Ya ves, si quieres puedes ir a la quinta tienda del lado derecho. Ahí la ropa es muy cómoda y tienen accesorios muy baratos —recomendó Dina.

—¡Gracias Dina!, ojala nazca bien su bebé, cuídese.

—Es un gusto, deseo lo mismo para su esposa.”».

Honestamente, tenía el tiempo limitado para explicarle que era mi hermana.

Seguí las instrucciones que me dio y llegué a una tienda llamada: "Sasha". En letras pequeñas mostraba: "Para que su bebé nazca hermoso y a la moda".

Entré, tomé un carrito de compras que estaba a la par de la puerta y miré la ropa, era muy linda, las blusas eran flojas, había overoles maternos, pantalones y licras.

Todo era perfecto.

Agarré la ropa que me parecía bonita para la figura de mi hermana, para el futuro y la que fuera ligera.

Yo estaba muy ansioso, tanto que hasta estaba llenando el carrito de compras.

Caminé al siguiente pasillo y había cosas para bebés.

Tomé todo lo necesario: chupones, baberos, pañales para recién nacido, medias, zapatos, juguetes...

El carrito estaba lleno y apenas había estado en tres pasillos. Sentía que tenía que comprar más, y conocer toda la tienda, así que caminé al mostrador donde se pagaba.

En él se encontraba una adulta mayor al otro lado. Su cabello era canoso y estaba maquillada natural.

Ella miraba una foto con tristeza. En la foto se veía una mujer como de treinta años de edad.

«“—¡Buenas tardes! Disculpe, ¿me puede cobrar? —la señora levantó la vista, puso la foto a un lado del mostrador y abrió los ojos como plato al ver el carrito.

—De inmediato le atenderé —me mostró una sonrisa—. No todos los días nos compran tanto, y justamente el día que nos pagan. Ya sé que haré con el sueldo, le llevaré juguetes a mi nieto, voy a celebrar el cumpleaños de mi viejo y le llevaré flores a mi hija...

—Señora, disculpe la pregunta ¿Hoy cumpleaños su esposo? —ella volvió a la realidad. Al parecer estaba hablando sola.

—Ay disculpe joven. Estaba pensando en voz alta, y pues sí, hoy mi esposo cumpleaños, y creí que no iba a poder celebrar su cumpleaños, pero me salvaste —ella empacaba las cosas que compré—. Disculpa, no debí decir eso, es obvio que no te debe importar, tienes tus problemas.

—Señora, tranquila, soy todo oídos. Al contrario, espero que lo celebren fantástico.

—Ojala pudiéramos. Apenas me alcanza para el pastel —eso me conmovió el corazón—. Pero digamos que él es feliz con eso. De por sí el año pasado se lo celebramos en el hospital con la gelatina que le llevó la enfermera.

—Aww señora —me dejó sin palabras. Ella me entregó la última bolsa llena de pantalones, enaguas y licras—. Gracias.

—Gracias a usted.”».

Salí de la tienda lleno de bolsas, las metí en la camioneta y regresé a la tienda a terminar las compras.

Encerrados (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora