29. Misterio

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«“—¡Hola joven! —dijo el hombre.

—¿Hola?

—Discúlpeme que le vaya a quitar tiempo. ¿Usted de casualidad me puede decir dónde vive la señora Canuta Phill?

Yo no sabía cual era el apellido de la bruja y ese señor no me daba buena espina. Sin embargo, no era mi problema.

—¿Y bien? —presionó el señor.

—Honestamente, la única señora que conozco con ese nombre es la vecina más amargada e insoportable.

—Ya veo. ¿Y en cuál casa vive?

—Vive en aquella —señalé su casa.

—Le agradezco —observó la casa y sonrió—. ¡Gracias! Espero que tenga un buen día.

—Es un gusto e igual. Chao.

—Ah, le pido un último favor. No le digas a nadie que me viste.

—Esta bien ¿y por qué no puedo?

—¿Acaso quieres provocar un "caos"? —respiró profundo. 

—¿Un qué? —me extrañé.

—¡Un caos! ¿Eres sordo?

—Señor, solo fue que me pareció raro su respuesta, pero bueno. Obviamente no quiero provocar eso. Aunque no entiendo ¿Por...

—Entonces no me has visto, no me hablaste y no me estas escuchando.

—¡Okay! Esto es raro. Chao.”».

Le dí la espalda, recogí las últimas bolsas y entré a mi casa aguantándome una carcajada, porque no sabía que había ocurrido.

«“—Hermano ¿Qué traes entre manos?

—¿Por qué la pregunta? —no me quería reír, pero se me repintaba una sonrisa.

—Porque te quieres reír.”».

No aguanté más y lo dejé salir.

«“—¡Ja, ja, ja...!

—¿Qué sucede David? Me estás comenzando a asustar.

—¡Ja, ja, ja...! Es que ¡Ja, ja, ja...! No puedo...

—¡ja, ja, ja...! ¿No puedes qué? ¡Ay hermano, ja, ja, ja...! No sé ni de que me estoy riendo.

—¡Ja, ja, ja...! Bueno esta bien, es que un señor loco... —y me volvía a reír una y otra vez, sin saber que me pasaba. Hasta que finalmente le pude contar

—Hermana vieras que raro. Acabo de conversar con un señor. Me preguntó por nuestra vecina.

—¿Y qué pasó?

—Le di la dirección de su casa. Él es pelirrojo, alto, musculoso y pecoso.

—¿De verdad? ¿Y nuestra vecina es joven?

—¿¡Qué!? ¿¡Joven!? Por favor —respiré hondo— es una viejilla —susurré.

—¿Entonces qué quería de ella?

—Ni idea, pero me dijo que si yo decía que lo vi podría provocar un caos.

—¿Un caos? ¡Ja, ja, ja...!

—¡Ja, ja, ja...! Ya entendiste el chiste.

—¿Entonces cómo le dicen al señor?

—¿De qué hablas? —no entendía su pregunta.

—Bomba nuclear. ¡Ja, ja, ja...!

—¡Ja, ja, ja...! Sin palabras.

—Seguro es un gigoló. Y su nombre clave es "Misil".

—Hermana, que bárbara —golpeé de la risa la mesa—. ¡Ja, ja, ja...!  Misil —me reí descontrolado.

—Bueno, bueno, ya. ¿Y si es un gigoló? 

—La verdad, eso es asqueroso. Porque él no es tan viejo como ella...

—Hermano de eso se trata ese servicio.

—Ah —fruncí el ceño—no sabía eso. Pero bueno, no hablemos de ellos.

—Hermano ¡Ja, ja, ja...! Debiste ver tu cara.

—Sí, sí. Mejor tenga —saqué el nuevo celular qué le compré—. Ya puedes agregar mi número en sus contactos. Y esas bolsas son suyas —ellas las tomó.

—Gracias hermano, eres muy amable. Iré a ordenar todas estas cosas.”».

Ella subió.

Yo por mi parte, tenía curiosidad por el hombre y Canuta. Así que me asomé por la ventana lateral de la sala. Ella estaba hablando con él afuera de su casa.

Le diré "Walter". Es para no hacernos confusiones ¿Qué dices? ¿Sí? Bueno.

Todo estaba normal. Hasta que él la alzó. Dejando sus piernas alrededor de su cintura. Después abrió la puerta y se besaron mientras le quitaba la blusa.

Honestamente, todavía siento repulsión por haber visto eso.

Mi hermana tuvo razón. Así que mejor fui a recoger los objetos que había encontrado. Y que tenía en mi camioneta.

Al hacerlo, subí a mi habitación para esconderlas en un lugar secreto e irme al colegio.

«“—¡Hasta luego, hermana! —grité desde la camioneta y comencé a conducir.”».

Mientras manejaba puse la radio. Y a mitad del camino trasmitieron las noticias.

Me pareció raro porque el reloj marcaba las 12:39 m. d. Y siempre comenzaba después.

«“Interrumpimos la trasmisión de música por noticia de última hora.

Hombre escapa de la cárcel central.

El delincuente es pelirrojo, alto y pecoso. Lleva puesto una camisa de rayas.

Se busca por delitos como la venta de órganos, robo grabado y por asesinato. Dos de esos asesinatos fueron oficiales de seguridad. La policía busca pistas, si alguien lo ha visto o ve, por favor comunicarse con la policía.”».

Al instante di la vuelta en un abrir y cerrar de ojos.

Estacioné la camioneta y fui corriendo a la casa de la bruja. Su distancia eran siete casas después de la mía. Además mi casa es la única que dos pisos, es por eso que lograba ver cuando salía.

«“—¡Hola joven! ¿¡Por qué va de prisa!? ¿¡Se le quema el arroz!? —citó el vecino que vive al frente de mi casa, mientras se carcajeaba.

–¡No estoy de bromas señor Rodrigo! —le apagué la risa al instante.”».

Pero no le tomé importancia, yo estaba centrado en salvar a Canuta.

Cuando llegué a su casa entré de inmediato...

Encerrados (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora