26. Misterio

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Al regresar, había tres señoras que ya había visto la primera vez que entré, ellas estaban pagando y haciendo fila. Al verme se sorprendieron.

La señora me miró y se asustó.

«“—Joven ¿No le di todas las cosas? Por favor dígame que sí o si no me rebajan del sueldo.

—Tranquila señora, solo vengo por más cosas. Gracias más bien.”».

Las señoras murmuraron sobre mis gastos.

Yo tomé el carrito de compras nuevamente y seguí mi camino.

En el pasillo al que fui había frasquitos de esencias de olores, indicaban que eran para relajar y dar un ambiente de paz, durante el embarazo.

Cerca de ellos había una máquina grande de vapor, yo metí en el carrito la máquina y agarré frascos al azar. También había almohadas y bolsas para colocar en el abdomen y evitar dolores.

En resumen, tomé todo lo que veía útil.

Cuando me di cuenta estaba en el último pasillo, y el carrito le sobraba espacio, ya que las cosas eran pequeñas.

Lo que se encontraba ahí eran revistas de recetas, masajes, ejercicios, todo eso para el embarazo. A su par había toallas para hacer Yoga, piscinas para bebés y más cosas. Yo tomé las revistas y cuatro toallas.

Fui a la caja a pagar.

La señora me estaba esperando muy contenta.

«“—Joven me alegra que hayas hecho aquí las compras.

—Señora, es que aquí tienen todo lo que necesito. Además usted lo atiende a uno muy cortés y por eso le tengo una propuesta.

—¿A mí? —inició a cobrar mis cosas.

—Exacto.

—Claro, cuéntame la idea.

—Sé que te alegrará. Quería invitarla a celebrar el cumpleaños de su esposo en mi casa, yo pondré todo, claro si me lo permite —la señora se detuvo, puso a un lado los frascos y comenzó a llorar.

—Joven, no puedo aceptar eso —dijo entre lágrimas.

—Señora claro que sí, yo quiero festejarlo, quiero que él tenga un cumpleaños agradable. Y así celebramos la bienvenida de mi hermana —ella puso sus manos en el rostro.

—Usted muy amable y no tengo cara para enseñarle.

—Entonces enséñeme su felicidad y venga.

—Al menos déjame llevar mi ensalada especial, no quiero llegar con las manos vacías.

—Esta bien señora, entonces la espero en esta dirección —tomé un papel de nota que estaba en el mostrador, ella apartó su mano izquierda de su rostro, la metió en la bolsa de su delantal para sacar un lapicero y me lo entregó.”».

Apunté mi dirección.

Ella se secó las lágrimas, me miró con alegría y sonrió para seguir cobrando mis compras, miré que tenía chocolates y dulces, le pedí que se cobrara ocho chocolates y tomara dos para ella.

Ella me agradeció y me dio las bolsas.

Al salir de la tienda pensé en Sharon. Como la estaría pasando con su abuelita, si estaban haciendo galletas y chocolate caliente, como siempre hacían

Enseguida unas luces llamaron mi atención haciéndome volver a la realidad.

Era una tienda de zapatos, muy bonita.

Caminé de prisa a dejar las bolsas en la camioneta con las demás y así regresar a conocer la tienda.

Cuando me di cuenta, ya estaba en frente de la ventana de la tienda, con las manos vacías. Andaba tan distraído que no me había dado cuenta lo veloz que hice todo.

Me asomé en la tienda y logré ver como la chica del mostrador me estaba mirando con repugnancia, mientras conversaba con dos guardas.

Aparté la vista rápidamente, con mucha vergüenza de que me haya visto como los miraba, tal vez creía que era un acosador, así que caminé hacia la puerta.

Ella ya no me estaba mirando.

Así que me armé de valor y empujé la puerta.

Pero boté mi dignidad de inmediato, porque al abrir la puerta sonaron unas campanillas que avisaban cuando ingresaba un nuevo cliente o se retiraba.

La chica y los guardas me miraron con asco...

Encerrados (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora