17. Misterio

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Había una mujer más o menos de mi estatura.

En ese entonces un metro sesenta y ocho centímetros.

Ella era gruesa. Su edad calculando era de treinta años. Ella gritó al momento que escuchó mi grito y se volvió histérica.

“—¿Y no le hizo ningún daño hermano?

—Claro que sí, me lanzaba su maquillaje, me daba cachetadas, se quitó sus tacones y me los tiró.

—¿Y qué hizo usted?

—Solté la escobilla para cubrirme el rostro con mis manos. A la vez que le gritaba que era el conserje. Pero ella era prepotente y no prestaba atención.”.

Después dejó de pegarme, para irse enfurecida y descalza. Sabía que me iba a reportar. Así que traté de estar tranquilo.

Al cabo de un rato mi jefe me llamó y me explicó que esa mujer especuló "Es una gran falta de respeto que no vigilarán a los adolescentes y peor aún, les permiten jugar con los utensilios de baño".

“—¿Y entonces qué sucedió?

—Mi jefe no le tomó importancia, porque en la cámara que estaba afuera se podía ver que yo puse el rótulo.

—Eso fue una ventaja.

—No se lo puedo negar. Unos meses después me ascendieron a la cocina cómo: "asistente de limpieza". Era un trabajo horrible, me tocaba matar ratas negras, grandes y gordas. Y no solo eso. También me tenía que destapar el fregadero porque se acumulaba la comida descompuesta y soltaba un olor asqueroso.”.

Mi principal trabajo era evitar que las cañerías no se taparan por completo. El primer paso para lograrlo era quitar la suciedad y los excesos de comida de la superficie de la rejilla. Luego colocaba un balde debajo de la tubería que tenía forma de "U" bajo la pileta de la cocina. Está técnica le da el uso al balde de recoger el agua que se derrama. Y con una llave inglesa, aflojaba las tuercas moviendo en ambos extremos de la tubería, después terminaba el trabajo manualmente. Y volvía a colocar la tubería de la misma manera que estaba. No sin antes haberla desinfectado...

Meses más tarde, mi jefe me llamó. Tuve la certeza que era para felicitarme, porque ya estaba a punto de cumplir el año con ellos.

“—¡Vaya! Un año con ellos, si que toleró hermano.

—Exacto, y apenas iba a tener 15 años. Bueno, retomando la historia. Caminé a su oficina, toqué la puerta y él me indicó que podía entrar, abrí la puerta, caminé hacia una silla de roble oscuro y me senté...

Encerrados (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora