34. Misterio

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«“—¿Sabés qué David? —me tomó la mano. La miré—. Frena el auto.

—¿¡Qué!? ¿Por qué?

—¡Qué frenes te dije! —frené de inmediato.

—¿Qué sucede? —quedamos estacionados al frente de una feria de frutas y verduras. Ella se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta—. ¿Por qué haces eso?

—Porque estoy furiosa contigo.

—¿Y eso por qué? —todos los vendedores nos miraban.

—Porque fuiste un grosero y me gritaste —ella se bajó del auto y yo la seguí—. Oye ¿Cuándo sucedió eso?

—En casa de Sharon —cruzó los brazos.

—Tú también lo hiciste. Además, no me dejabas ver a mí Sharon.

—¿Y tienes el descaro de justificarlo?

—Escúchame —le tomé el brazo—. No sé qué estás tratando de hacer, pero basta de hacerlo, todos nos miran como si yo fuera malo.

—¡Suéltame! —me pegó una cachetada y me ganó la furia.

—¿¡Qué te sucede!? ¡No me vuelvas a pegar! ¡Yo no soy tú muñeco de trapo, para que me trates como quieres. Así que cálmate! —golpeé la camioneta.

—¡Ey, muchacho! No le hables así a una dama —gritó uno de los vendedores. Teresa sonrió.

—Ya ves, si no mantienes la calma te vas a meter en problemas, así que te aconsejo que me hagas caso —susurró. Yo la miré sin mucho afán.

—Mire señor, estos problemas son de ella y yo. Así que le pido que no se involucre.

—Sí señor, tranquilo, nosotros sabemos manejar nuestra relación —la miré—. Tal vez mi novio a veces es muy histérico, pero de ahí en fuera no me haría nada.

—¿¡Qué rayos dices!? ¿Novio?

—Sí mi amor ¿O te avergüenzas de nosotros?

—¿Cómo me voy a avergonzar de algo que no...

—¡Muchacho! Nunca se debe negar una relación.

—Pero no niego nada, ella es una mentirosa. Di la verdad Teresa —el señor la miró y ella negó con la cabeza.

—¿¡Te burlas de mí, muchacho!? ¡Odio cuándo la gente rica se burla de mí, solo por su dinero! ¿¡Te crees mejor qué yo, cobarde, solo porque tienes una camioneta 4x4!? ¿¡Acaso quieres qué esto salga mal!? —el señor tomó un machete—. Vamos a ver si tú dinero te devuelve a la vida. ¡Maldita escoria!

—Señor, tranquilo, yo no he dicho nada de eso, asimismo, será mejor que nosotros regresemos al auto y sigamos nuestro camino al colegio.

—¿Al colegio privado? ¿De esos que te paga tu papi? Porque se nota que eres un niño de papi, que no sabes lo que es trabajar, vives del pueblo, mantenido.

—¿Qué le sucede? Aprenda a respetar, que lo que tengo es porque me lo he ganado, pero ya veo tú eres de los que crítica por su condición económica ó ¿Acaso criticas a los "ricos" por tener dinero, pero no sabes como se ganan las cosas? Pues mire señor, yo no tengo ningún problema con usted, así que deje de lado ese cuchillo, que yo no pienso ponerme a pelear con usted.

—No lo hace porque eres una basura. A ver, pelea sin necesidad de que te defienda tu novia —se colocó en posición de pelea.

—Señor, tenga calma, ella no es mi novia, y no voy a pelear —el señor lanzó un aguacate que pegó en mi camioneta.

—Yo hago lo que me da la gana, hijo de..., yo ahora soy el que manda ¡Y no los ricos! —todos los vendedores lo apoyaron con murmullos y levantando su puño.

—Señor, no le hagas nada. Es lo único que me queda, mis padres están muertos y él me ha apoyado, y de verdad lo amo con toda mi vida —dijo Teresa intentando sollozar y apoyando su cabeza en mi pecho—. Ahora bésame o no lo creerá —susurró.

—¿Qué? No haré eso —el señor respiró profundo y se dirigía hacia nosotros furioso.

—¿¡Por qué no aprecias a esa mujer!? ¿¡O es que no te das cuenta que ella vale la pena!? ¡Ella solo te pide un beso! Como si nunca se lo hubieras dado —Teresa intercambio miradas conmigo.

—Hazlo o lo haré yo —susurró ella. La miré con asco— ¡Venga ya!”».

Me acerqué a ella y la besé.

Encerrados (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora