Encerrados (en proceso)

8. Misterio

—Tranquila. Yo entiendo que es un rato de amigos —ella me miró triste. Me sentía mal—. Está bien, vamos. De igual manera, ambos sabemos que amo a Sharon así que no hay porque preocuparse por eso.

Arranqué para estacionar la camioneta en el parqueo. Al hacerlo ella suspiró.

—No se va a arrepentir, se lo prometo.

—Claro, yo confío en usted. Vamos.

—Genial —sonrió.”».

Nos bajamos y por unos segundos ella se adelantó mientras que yo estuve encendiendo la alarma de seguridad.

Después la alcancé. Tomamos el ascensor hacia el Penthouse, que era su casa.

«“—David, se me había olvidado felicitarlo —me miró.

—¿Felicitarme por qué?

—Porque eres el mejor promedio, ya sabe, de los varones —sonrió y se corrió el cabello del rostro.

—Gracias, aunque usted también merece  una felicitación —puso los ojos en blanco.

—Lo estoy felicitando a usted, no estoy hablando de mí —arqueó una ceja.

—Lo siento, simplemente no quería ser el centro de atención. Recuerda que somos amigos y también me alegro de sus logros.

—Aww, tranquilo, era una pequeña broma. Más bien le agradezco por ser tan especial al tomarme en cuenta —vaciló—. No se tome las cosas tan a pecho, eso es malo —se abrieron las puertas del ascensor.

—Tiene razón, trataré de no olvidar el consejo —salimos de allí.”».

Había tres pasillos.

El primero estaba al frente del ascensor el cual terminaba en una puerta grande verdosa y con un marco gris. El segundo estaba a la derecha y ese daba a las escaleras para su subir donde estábamos. Y el último era el de la izquierda y llevaba a una salida de emergencia.

Ella caminó delante de mí, entretanto,

sacaba sus llaves del bolso que llevaba al colegio.

Al llegar hasta la puerta grande, ella introdujo una llave gruesa en el llavín. Y al instante se confirmó que el cierre de seguridad, estaba desactivado. Ella giró el llavín a la derecha, y se abrió la puerta con un sonido peculiar.

Entramos y era muy bonito. Sus paredes eran cafés, pero estaban divididas por una línea extensa de cerámica con diseños de cuadros negros y blancos, su techo era blanco. El suelo era de madera Leroy Merlín.

«“—¿Gusta sentarse? –apuntó el sillón grande, blanco y con almohadones cafés.

–Claro —miré los otros sillones.

—¿Desea algo de tomar? —cuestionó abriendo la repisa con puertas de vidrio que estaba en la sala de estar—. Aquí tengo jugo de naranja, té blanco con arándanos, vino con o sin alcohol y cervezas. O sino puedo ir a la cocina y traerle fresco de piña o agua fría. ¿Qué le sirvo? —ella sostenía dos vasos de vidrio, en cada una de sus manos.”».

La verdad no tenía ganas de tomar nada, sin embargo, no quería ser descortés, luego de que me ofreciera una variedad de bebidas.

«“—Estaría bien el jugo de naranja —le sonreí.

—Entendido —colocó el vaso que tenía en la mano derecha y lo puso en la izquierda, de inmediato agarró el jugo de naranja y lo sostuvo con su brazo, y por último agarró una botella de vino y la agarró con su mano derecha—. Voy a servir, ya vengo —entró a la cocina sin ninguna molestia.”».

Cuando la esperaba me percaté de sus recuadros de pintura. Me levanté para analizarlos de cerca...