31. Misterio

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Contesté la llamada.

«“—¡Buen día, señora! ¿En qué le puedo ayudar?

—¡Hola yerno! Vieras que tenemos un problema con Sharon. Es un tema delicado.

—¿¡Un problema!? ¿¡Qué le pasa a ella!? ¿¡Cómo está!? ¿¡Se encuentra bien!? ¿¡Qué tan delicado!?

—David, primero que nada, debe estar tranquilo. Ven a la casa y te lo explico mejor. Aquí te espero.

—Ya voy para allá. Adiós.”».

° ° °Llamada finalizada° ° °

Acelere de inmediato hacia la casa de ella. Me sentía tenso y preocupado. Llegué a la casa, miré su ventana y vi la silueta de Sharon. Al tocar la puerta abrió Teresa.

«“—¡Hola David! Te estábamos esperando.

—¿Esperando? ¿Qué haces tú aquí?

—¡Ja, ja, ja...! ¿No es obvio? —arqueó una ceja.

—Claro que no —fui directo.

—Que odioso eres. En fin, solo vine a ver a Sharon.

—Ya entiendo. Pero déjame entrar porque es mi turno de verla.

—David es que... Hum... Ella está muy enferma.

—Con mucha más razón la tengo que ver.

—¡No! —gritó alterada.

—¿No? ¿Qué te pasa?

—Es que... Es... ¡Contagiosa! —ella me tomó de los hombros y me dio la vuelta—. Será mejor que nos vayamos al colegio para que no se nos haga tarde
—me empujó hacia la camioneta.

—Déjame tranquilo —me di la vuelta y le quité las manos de encima—. Yo no iré a ningún lado sin ver a Sharon. Además mi suegra me llamó así que quiero que me explique ella.”».

Miré a la puerta y estaba mi suegra asomada con un brazo cruzado y el otro apoyado en ese, mientras se tapaba la boca con su mano.

«“—¿¡Estas loco!? Te puedes enfermar y no quiero eso, sabes que me preocupas mucho —comencé a caminar hacia la puerta principal y mi suegra salió corriendo hacia la sala—. ¿¡Qué haces!?
—ella puso sus manos extendidas delante de mí para detenerme.

—Teresa es lógico ¿No ves? ¡Estoy caminando! Ahora déjame tranquilo —le corrí las manos.

—¡Ya sé que caminas! Pero ¿¡Acaso no escuchaste qué es "contagioso"!?

—Si te escuché, pero eso no me interesa. Sigue siendo mi novia y si está fatal pues debo estar con ella. Además, es ¡Mi vida!

—Esta bien, me rindo, si quieres verla y contagiarse es su problema —señaló la puerta—. Yo como buena amiga te lo advertí pero eres un necio.

—¿Ya terminaste de decir todo? Porque me harías un gran favor si te hicieras a un lado —ella cruzó los brazos y se movió de lugar, mientras murmuraba maldiciones.

Entré a la casa y estaba mi suegra llorando.

—¿Señora qué le sucede?

—Es que nadie lo entiende, no sabemos que pasa con ella y solamente cuando estamos llorando se preocupan.

—¿Qué quiere decir? —levantó la vista y me miró sombría.

—Estoy hablando de Sharon, ella está mal. Por eso siempre le digo a mi niña: 'Cuida tu corazón si no quieres terminar mal ya ves que hay magia que encanta y también está la que te tortura'.

—Claro —no entendía que quería
decirme—. ¿Y cómo está ella?

—No lo sé, ella no quiere hablar con nosotros. Solo dice tu nombre. Se comporta extraño.

—¿Y sabés por qué reacciona así?

—No, pero mi esposo dijo que fue desde la vez que fue a ver al psicólogo.

—Eso está raro ¿Puedo verla?

—Claro. Está en la habitación de ella.

—Gracias señora.”».

Subí las gradas y el pasillo a la habitación es largo. Estaban las luces encendidas y algunas habitaciones abiertas. Mientras caminaba llegué a sentir una brisa fría. Sin embargo, no le tomé importancia.

Pasé cerca de la ventana que había a un costado.

Miré por ella y estaba Teresa hablando por celular enfurecida. La ignoré y seguí caminando hasta llegar a la última habitación que es la de mi novia.

Cuando llegué toqué la puerta, pero nadie me contestaba. Todo estaba en silencio así que toqué un par de veces más y todavía ganaba el silencio. Eso me incómodo así que giré el llavín para verificar que no estuviera cerrado.

Y así fue, el llavín no tenía seguro. Por lo tanto, abrí la puerta y me asusté...

Encerrados (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora