#38: Llamada 1/2

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#38: Llamada 1/2

Dierk

Cinco meses después...

—Dierk Lutremberger— se oyó desde los altavoces. Me levanté y cogí mi certificado frente a los fuertes aplausos de los compañeros y bajé del escenario. Me senté al lado de Pierre, mi amigo, mientras que llamaban al siguiente.

—¡Al fin somos libres!— exclamó con una gran sonrisa en la boca. Rodé los ojos.

—No te olvides de la universidad, estúpido — Le recordé. Él me miró malhumorado y me señaló el dedo medio, para después girarse y prestar atención a la ceremonia.

Mi mirada se quedó perdida y una sensación de pesar me inundó. Siempre imaginé mi graduación junto a mis amigos, familiares y... Aleit. Fantaseé con una fiesta en grande con ellos, llevándome así un buen recuerdo imposible de olvidar.

—Hey, tío— me llamó Pierre— vamos a hacernos una foto grupal— señaló a nuestros compañeros. La ceremonia había finalizado.

Nos unimos a ellos e hicimos varias fotos. Rápidamente me cansé, no soy muy fan de sacarme fotos.

Me alejé de ellos y sin decir nada me encaminé hacia la salida, con tal, ya nada pinto aquí. Pero una mano me detuvo el brazo y me volteó.

—¿A dónde vas, futbolista? — Marie me miró con una sonrisa y ceja arqueada.

Marie es inglesa, tiene el pelo castaño claro y ojos azules. Desde que llegué fue la primera que me habló en el instituto, luego se hizo muy cercana a mí. Sospecho que siente algo por mí, hay momentos en los que creo que se me insinúa, pero lo que siempre hago es desviar el tema y actuar con normalidad.

Después de cinco meses, mi corazón le sigue perteneciendo solo a una pelirroja con pecas.

—A casa— respondí.

—¡¿Tan pronto?! Oye no seas solitario, ven con nosotros — propuso cogiéndome de la mano.

—No es por nada malo, solo necesito descansar — me excusé con una media sonrisa. Ella suspiró pero finalmente asintió.

—Está bien... ¡Pero a la fiesta no faltes! — me señaló con advertencia. Me reí encogiéndome de hombros.

—No te prometo nada— antes de darle tiempo a responder, me dí la vuelta y salí de ahí.

Me tumbé en la cama con todavía la toga puesta. Cerré los ojos y a la mente me vino una cara con pecas.

Pequitas...

En todo este tiempo no paré de pensar en ella. Me siento un cobarde por no haberme atrevido a escribirle durante los cinco meses, siendo que las ganas de hacerlo me estaban matando.

Pero tengo miedo, miedo a que no me responda, miedo a que me insulte si lo hace o me diga que ya se olvidó de mí.

¿Y si ya se olvidó de mí?

Carl y Cord siempre me mantienen informado diciéndome que todavía no la vieron con ningún chico, y me importa un rábano si sueno egoísta, pero no quiero que ningún idiota se acerque a ella.

No sé si fue el miedo de que algún día pueda rehacer su vida sin mí o que simplemente la cobardía huyó de mí, pero me levanté de la cama y cogí el móvil. Con los dedos temblorosos tecleé su número, un número bien grabado en mi mente.

Me llevé el móvil a la oreja y, cuando los pitidos de la llamada sonaron, mis latidos se incrementaron. Mis manos empezaron a sudar, me sentí extraño por tal reacción.

Voy a cumplirlo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora