#6: Mis llaves

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#6: Mis llaves

Aleit.

¿Cuál es el perfecto y adecuado día en el que pasas todo el rato tumbada en el sofá, con el pijama puesto, acompañada de mucha comida— con énfasis, pudding— , viendo series y, añadiendo, sin hermanos en casa?

Sábado, al menos para mí.

Pero lo último de "Sin hermanos en casa" no sucede siempre, hoy es mi día de suerte. Le pediré al abuelo que siga invitándoles a jugar al tenis. Aunque en el caso de Arthur, él solo se ocupará de recoger las pelotas.

En fiiin...

Abro mi quinta lata de pudding sin apartar la mirada del televisor. A este paso, creo que voy a engordar.

Pensándolo bien, me da igual.

—Cariño mío— arrugo la nariz. Cuando mi madre me llama así es que me va a pedir un favor.

Rápidamente dejo la lata sobre la mesa y me acomodo en el sofá, haciéndome la dormida.

—Sé que estás despierta— sí, lo estoy, pero seguiré fingiendo.

Escucho cómo suspira— quiero que les lleves un táper de comida a los vecinos.

Al carajo.

—¡¿Qué?!— me levanto y la miro. No puede hablar en serio.

—Sí, así que ponte guapa, porque obviamente no irás así. El táper está en la encimera— dicho eso desaparece del salón.

De mala gana apago el televisor, limpio toda la basura que he dejado sobre la mesa y subí a mi cuarto. Lo primero que hago al entrar es cerrar mi ventana, no quiero que el pitufo vuelva a verme desnuda.

Hablando de él...

Desde el día que discutimos no nos hemos vuelto a dirigir palabra, solo recibía miradas de su parte pero ni un mínimo saludo. ¿Y qué me imaginaba?, ¿Que por haber tenido una partida de FIFA íbamos a llevarnos de maravilla?. Estaba claro que no, Dierk y yo no hemos nacido para llevarnos bien.

Salgo de la ducha y me encamino al armario; pienso en ponerme algo feo pero cómodo, pero luego decido ponerle guapa, porque quizás Maik sea quien me abra la puerta. Y permitir que me vea con esas pintas reduciría los puntos.

Me pongo unos vaqueros un pelín rasgados y una blusa más larga por detrás que por delante. Nada brillante pero bueno. Me amarro el cabello en una coleta y salgo del cuarto.

—¡Mamá me voy!— aviso, pero no recibo respuesta.

Cojo el táper y salgo de casa. No doy más de quince pasos y ya estoy posicionada en la puerta de los vecinos. Por curiosidad, me asomo por la ventana: no veo a nadie. Quizás estén arriba.

Llamo a la puerta. Llamo otra vez. Nada. ¿Dónde están?. Me giro decidida a irme y maldiciendo. ¡Ahora he perdido el tiempo en venir, podía estar aprovechandolo comiendo y viendo la tele!.

Un carraspeo hace que me detenga en seco y me gire.

Jó.

—¿Osea estabas en casa?— pregunto.

—¿Es que no me estás viendo?— responde Dieek, incrédulo. Va, he hecho una pregunta tonta.

—Toma— le tiendo el plástico que contiene el táper.

—¿Qué es?.

—Si no lo abres no lo sabrás— eso es Al.

Él alza ambas cejas, y en vez de coger el plástico, se gira sobre sus talones y se adentra en su casa— pasa.

Voy a cumplirlo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora