#29: todo lo que empieza termina.
Aleit.
Me quedé atónita.
Tapé mi boca con mis manos para reprimir el grito de horror que amenazaba con salir de mi garganta, al mismo tiempo que mi pecho se oprimía y un nudo crecía en mi estómago.
«No, no, no, es mentira. ¡Aleit, Susann está mintiendo!. Aleit, Dierk no sería capaz de hacerte eso, no...o sí...»
Quería salir de aquí, quería volver a la mesa con todos y hacer como si nada hubiera pasado, como si no hubiera escuchado nada de esta conversación. Pero también quería escuchar las próximas palabras de Dierk. Rogaba en mi interior que negara lo que acababa de soltar la maldita de Susann. Pero el silencio que hubo en el lugar me desesperaba, y al mismo tiempo me aturdía.
—No le vas a decir esto— la voz de Dierk sonó ronca y dura.
Y entonces lágrimas se acumularon en mis ojos, pero no las dejé caer.
«No lo ha negado. Dierk me ha engañado...me ha engañado con Susann. Con su ex. Con mi prima»
Con la ira creciendo en mi interior, salí de ahí y avancé hacia la mesa con la mejor cara posible, no quería que mis padres me llenaran de preguntas si me ven de este modo.
Llegué a la mesa y solo estaban Maik y mis hermanos. No tardé en darme cuenta de que mis padres y los vecinos estaban bailando una música lenta en la pista, al igual una que otra pareja más del restaurante.
—Alois— llamé— tengo que irme no...no me siento bien— articulé y agradecí que mi voz no haya sonado temblorosa. Pero aún así, mi hermano me miró con los ojos entornados.
—¿Estás bien?— solo asentí en respuesta. Él me miró unos segundos más—que se me hicieron eternos— y después asintió— de acuerdo, les informaré a nuestros padres. ¿Cómo vas a ir?.
Estaba a punto de decir que en autobús o que pediré un taxi. Pero Maik, de quien casi ya me había olvidado de su presencia, interrumpió:
—Puedo llevarla yo. He traído mi coche.
Clavé mi mirada en la suya y él me dedicó una pequeña sonrisa. Me vi agradecida por su gesto, pero también con la necesidad de negarme. Ahora mismo lo único que quiero es estar sola, y aunque quisiera estar acompañada, mi mejor compañía no sería la de Maik.
—No hace falta— sacudí la cabeza.
Él ignoró mi negativa y se levantó de la mesa, cogió su gabardina negra y se la puso. Después, cogió mi abrigo, rodeó la mesa y se puso detrás de mí, para después colocármelo sobre los hombros.
—No tengo ningún problema, Aleit— sentí su aliento en mi cuello y mi piel se erizó.
Rápidamente tomé distancia entre nosotros y cogí mi bolso. Me sentía incómoda y una punzada de coraje me invadió por su repentina cercanía.
Después de una serie de interacción de palabras con mi hermano, nos despedimos y salimos del restaurante. Detuve mis pasos para que Maik se adelantara, ya que no sabía dónde se encontraba su coche. Pero, volví a sentir esa oleada de rabia cuando puso su mano en mi espalda baja.
— Yo te guío— habló de nuevo cerca de mí.
—No hagas eso, Maik— me aparté de él y le miré acusatoria. Él me miró fingiendo ignorancia ante mis palabras.
—¿El qué?.
— ¡Acercarte demasiado! No me gusta— dije y era verdad.
No se trata de que su cercanía me pone nerviosa y una corriente eléctrica me recorriese entera— como diría una enamorada—, al contrario, su cercanía me hace sentir rara, me hace sentir...repulsión.
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Voy a cumplirlo ©
Ficção AdolescenteAleit Rosensweig, lleva enamorada desde su infancia de Maik Lutremberger; un vecino suyo cuyo hermano es Dierk Lutremberger, aquel que en poco tiempo se ganó el odio de Aleit, y el sentimiento es mutuo. O eso dice Dierk. Por circunstancias desconoci...