Decepción.
Esa era la palabra más correcta para describir lo que mi cuerpo, mi mente, mi alma y mi corazón sentían en estos instantes.
No había palabra más correcta y a la vez lejana hacia este dolor, hacia esta horrible opresión dentro de mi.
Las personas estamos acostumbradas a decepcionar a otras a la más mínima que hagamos algo que estas no tuvieran planeado.
Como por ejemplo, cuando cometemos una infidelidad, cualquiera se va a decepcionar de tí, o; como cuando cometemos algo que no les gusta en lo absoluto, como los errores.
La decepción puede nacer en cualquier momento, inesperado o esperado.
¿Suspendes? Les decepcionas.
¿Cambias? Les decepciona.
¿Sonríes por algo que no les gusta? Les decepciona.
¿Te caes y te cuesta levantarte? Decepcionas.
Todo es cuestión de personas a las que, les decepcionas.
Todo es decepción.
Aún que tú no lo veas así, siempre va a haber alguien decepcionado por tí, y parece increíble, por que tú intentas hacer todo lo posible por no deceocionar a alguien y, acabas decepcionando a todos.
Una vez más, la decepción recae sobre tus hombros, haciéndose una carga que, poco a poco; acabarás sintiendo más fuerte dentro de tí como si fueran cubos de agua que se van amontonando y llenando encima de tí. Una carga que con el tiempo, te hará tan sentir tan vacío como el cielo cuando nada le cubre y está despejado.
Y una vez más, escribo, decepcionada por todo lo que ocurre al rededor, decepcionada de no poder impresionar a alguien.
Decepcionada de no ser quién ellos creen que soy.
Así es amigos, soy la decepción.
La decepción que han tenido hacia mí desde la primera que han sentido, hasta la última que me han hecho sentir.
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Un Diario Más
RandomUn Diario Más. Hay horas. Hay horas para él dolor. Hay horas para sentir. Hay horas para reír. Hay horas para llorar. Hay horas para todo. Sobre todo, hay horas para amar; horas para él amor.