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Normalmente suelo escribir para relajarme, para expresarme, para completarme; para sentir.

Hay veces que dejo la escritura de lado, y en vez de desahogarme en un papel y la tinta del bolígrafo gastarla; me encierro, dentro de mi habitación. Me escondo del mundo, de mi vida, de mi identidad; de mi propio ser.

Igual soy alguien extraña, dolida por el máximo vacío que posiblemente no se irá de mi cuerpo. Soy una explosión de emociones. De felicidad, de dolor, de saber, de sonrisas, de risas, de llantos y angustias; soy la explosión de mi propio ser.

Normalmente suelo estar tranquila. Suelo ser molesta en clases y algo contestona.

Pero cuando alguien me hace algo, me dice algo; lo más mínimo... Reviento. Por que duele. Todo duele. Escuece. Arde. Cansa. Sobre todo cansa.

¿Qué es lo que más me encanta de todo esto? Que nadie se da cuenta, y todos; piensan que soy explosiva. Piensan que soy agresiva, que me molesta todo; y no están equivocados.

El dolor está interno en mí. Lo dejé entrar en mí hace mucho pero, no ha salido de mi corazón desde ese día. Bendito el día en el que lo ayudé a entrar, le di refugio y alimento.

A veces sé que no está bien ayudar a algo inexistente, y algo dentro de mí decía que no sería buena idea; pero lo hice igual. Y ahora, no me arrepiento tanto; por que es el único que me acompaña en las noches, junto a la soledad. Ellos van cogidos de la mano y, cuando estoy sóla, me abrazan, entrelazan sus dedos conmigo y, se quedan hasta que esté bien. Hasta que me duermo.

Siento cómo las lágrimas se van apoderando de mí, pero sigue sin ser razón para no poder sonreír.

Estoy loca.

A veces creo eso, por que estoy intentando arriesgar lo que nadie arriesgaría por mí. Ayudo, cuando nadie me ayuda a mí. Escucho, cuando nadie me escucha a mí. Comprendo, cuando nadie me comprende a mí. Les doy vida, cuando nadie me da la vida a mí. Les doy luz, cuando nadie sabe cómo alumbrarme.

¿Está mal? No lo sé.

¿Sanaré? Dudo que exista esa posibilidad.

¿Acabar con todo esto? Me resulta difícil, pero a la vez fácil.

Mi pregunta en estos momentos, la que ronda por mi cabeza, es... ¿Cual es la razón para que alguien no me quieran ayudar? No me quiera dar lo que yo doy día a día, noche tras noche.

Hasta ahora no he podido completarme, ni responderme a esa pregunta; pero aseguro tener más. Dolorosas, peores; pero difíciles.

Un Diario MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora