Hoy, cuando llego al liceo, todos creen que me entré a coñazos y se empieza a correr el rumor de que me peleé con Freiderson.
Yo respondo a cada persona que sí, que nos peleamos en una cola.
Pero la verdad es que no me entré, me entraron.
Y no específicamente Freiderson.
Ayer en la noche cuando finalmente arribé a casa, mi madre, al verme, en lugar de abrazarme y darle gracias a Dios y a la Virgen de la Coromoto porque me encontraba bien, me cayó a palo.
Se sacó el cinturón y comenzó a lanzarme correazos como si fuera un esclavo de la época colonial del siglo XVI.
Ahora me encuentro conjeando y con el cuerpo moreteado.
Admito que me lo merecía: la pobre mujer se pasó el día llorando angustiada, pensando que me había secuestrado por allá por la 19 De Abril; pero creo que se le fue la mano.
Fizzy y Lottie gozaron un puyero.
-¿Qué te pasa, que andas todo choreto? Pareces la carretera de Choroní -comenta Malik, quien se me acerca junto a Payne.
El trío mantequilla.
-Sí, de pana. Esa de que te caíste con Freiderson no me la creo: el bicho se fue a Colombia por la Trocha la semana pasada -remilga Liam con una ceja alzada.
-Bueno chamo, lo que pasa es que el cabeza e' tapara éste me dejó el pelero ayer en casa de Harry -farfullo con amargura, señalando al más malandro de los tres.
-Catire, perdón. No pensé que de verdad te iba a caer a piña.
-No me cayó a piña -respondo.
-¿Quién es Harry? -pregunta Liam, quien está más perdido que espermatozoide en culo de marico.
Me da ladilla explicarle todo el cuento de cómo nos conocimos y lo que sucedió el día anterior, entonces lo resumo:
-No es nadie, gordis.
-No me digas gordis.
-Ah vaina.
Nos dirigimos hasta la cancha. Los martes a primera hora nos toca educación física; mis amigos se adentran al centro de la cancha con los demás mientras yo tomo asiento en una esquina, sobre una banca.
Digamos que la última vez que jugué fútbol con estas bestias me dejaron, bueno, sin hijos.
Eso fue en segundo año y no pienso jugar otra vez.
La hembras están en la cancha de al lado, sentadas bajo la sombra en el suelo hablando paja. Esas coñas nunca hacen nada.
Aunque, bueno, yo tampoco.
Miro a mis compañeros jugar: como siempre Payne va de portero, pues es el más gordito del equipo y abarca más portería -y tambien porque corre medio amorfo, pero eso no lo sabe-; Malik va en la defensa y Yeison le está sacando una navaja al árbitro, Luis Roberto, porque no marcó una falta.
Esa gente está formando lío, saltando, gruñendo y sudando a cántaros. Corren tras la pelota deshilachada, vieja y gris como si sus vidas dependieran de ello, transpirando euforia por la piel.
Y no entiendo por qué.
Nunca me gustó el fútbol o algún deporte. A decir verdad, nada que incluyera actividad o
esfuerzo físico. Prefería quedarme en mi casita (que no siempre fue así de chusma) o ver sentado en la acera cómo mis amigos jugaban y apostar mi juguito Yuky-Pack por quién ganaba.
Ah, cuando se conseguía el Yuky-Pack.
...Qué buenos tiempos.
Aún no acaba el partido y me encuentro caminando fuera de la cancha, hacia la cantina, pues soy tan salao' que me pegaron un pelotazo en el hocico y ni siquiera estaba jugando.
Me coloco frente a la abertura en la pared donde lo atienden a uno, que deja ver el interior del pequeño local y los para nada variados productos que ofrece -tequeñón, tequeñitos, malta, cachito de jamón y chupetas.
-Buenas, ¿me puede regalar una bolsita con hielo? -le pregunto a Katiusca, la dueña, una señora con cara de culo pero bien pana con los demás. Menos conmigo, claro.
Una vez en primer año le pedí que me fiara un trululú de esos amarillo con verde y nunca se lo pagué porque me la daba de ratica rastrera, y desde ese entonces la Miss Histeria ésta me agarró una rabia tremenda.
Ella me mira con una cara de "¿tú eres marico?" que repentinamente cambia por un tono de condescendencia -Papito, tú sabes que en ésta Venezuela no se regala nada, son mil bolívares. Pero mil quinientos para tí.
La madre que la parió, no si. Esta si es arrecha: me va a vender a mí una bolsita con tres hielos hechos con agua de poceta. Se pasó.
Por eso es que estamos como estamos, queriéndonos joder unos con otros.
Ni Presi Guaidó va a poder arreglar esta vaina si seguimos con esa mentalidad.
Me limpio la cara, pues la sangre que emerge de mi nariz ya comienza a goterme por debajo de la mandíbula. Respiro profundo y le dedico mi mirada de Gatico De Shrek, a ver si por lo menos le doy lástima y me da una servilleta.
-Dale, Kati. Un solo hielito y no te pido más nada. Nunquita nunquita -le hago un puchero y la cara de escroto lo que hace es cagarse de la risa, mostrando sus dientes postizos grises.
-Si mi amol, dale. Cuando Vladimir a la 1 lo pasen a las 5 -dice y un zaparrón de carcajadas borbotea de su garganta nuevamente.
La miro con desprecio, arrugando la cara como hago cuando mi mamá me obliga a tomar jugo de lechoza.
Nojoda, vieja pichirre.
-¿Y esa cara, mano? ¿No puedes hacer pupú?
-No vale, es la doña esa que sabe que ando más limpio que agua destilada y me quiere clavar mil quinientos por un hielo. Y ponte una camisa -exijo, arrugando el entre cejo. Dato curioso de bachillerato: es ley que cuando los varones salen de Educación Física, todos se empiezan a desvestir y que para "secarse el sudor", pero en realidad es para lucirse con las jevas.
-¡Convive, pero avísame! Que yo le saco la gillette a ver si va a seguir con su güebonada -lo dice medio riendo, pero habla enserio.
Lo considero unos instantes pero deshago aquella idea: no vaya a ser que le de un infarto a la doñis.
Coloco una mano sobre el hombro húmedo de mi amigo canela pasión, propinandole un par de palmadas en él.
-No Zaynie, no todo en la vida se resuelve con malandraje -replico condescendiente.
Este pana como que necesita terapia.
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AU. Pelando Bolas. l.s.
FanfictionAU ambientado en Maracay, Venezuela. En Venezuela hay crisis, pobreza, inseguridad y escasez. El país está jodido, pero Louis, Zayn, Liam, Niall y Harry lo están mucho más. Donde las únicas fronteras para el amor son las de Colombia y Brasil. Todos...