Capítulo 11. (Continuación)

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Niall y yo visitamos el Templo "Nuestra Señora de la Asunción", en San Jacinto, donde permanecimos unos tres minutos y piramos al siguiente.

Ahora nos encontramos en la "Catedral de Esperanza" ubicada en la avenida Fuerzas Aéreas.

Me adentro a la estructura y observo a mi al rededor con asombro, detallando las pinturas, retratos y esculturas sobre las paredes y los bordes del techo.

Nunca había entrado en ésta iglesia, pues cuando hago el recorrido con mi familia siempre procuramos asistir a los Templos más cercanos, pues es más facil y seguro.

Pero como Niall Horan tiene carro me vino a traer pal quinto coño.

La ceremonia está apenas comenzando y mi amigo me dice que se quedará un rato, que quiere escucharla un poco nada más.

-Pero si tú quieres irte puedes hacerlo -propone y le propino una sonrisa forzada.

Si webón, como tengo carro...

Tengo que esperarlo para que me lleve.

El rubio se abre paso a través del pasillo central y toma asiento junto a otra gente en los típicos bancos de madera caoba. Yo, como siempre, me instalo de brazos cruzados junto al umbral, tratando de no mostrar mi cara de culo.

Mirando a la nada y pensando en todo, a la vez que escucho las canciones que se reproducen en la corneta a mi lado. No son tan malas, en realidad. Algunas son incluso bastante pegadizas.

Si tuvieras fe, si tuvieras fe como un granito de mostazaaa, eso dice el Señoooor

Matenme por favor.

Un niño enflusado se acerca alegremente a mí, tendiendo una vasija de cristal y moviendola con insistencia frente a mi rostro, incitándome a dejar una colaboración -plata- para el mantenimiento de las instalaciones del lugar.

Meto una mano en el bolsillo de mi pantalón y rebusco dentro, sacandola unos segundos después junto con un billete.

Es un billete de dos bolívares de la vieja denominación. O sea, no de la vieja, sino de la vieja vieja que ya no vale nada, esa. Lo doblo discretamente y lo introduzco en la vasija, haciendolo pasar por uno de 200 soberanos, de la nueva denominación.

O sea, no de los nuevos fuertes sino de los nuevos nuevos: de los soberanos.

Sí, esta vaina es un enredo.

Cargo varios billetes de esos porque así cuando me pidan les doy uno de esos y no se dan cuenta que soy pobre. El niño me da las gracias y se aproxima a la siguiente persona para pedirle. Casi siempre me funciona ese truco.

-Si eres pasado, vale. Un billete viejo.

O bueno, casi siempre.

Me viro en dirección a la voz que me habla y ésta vez no pienso que es un ente espiritual.
¿o sí?

Reparo en el rostro de Harry, que me mira con los labios en una sonrisa ladina y una ceja enarcada. Sus ojos brillantes.

Su cuerpo apoyado sobre su brazo izquierdo en la parte exterior de la puerta, fuera de la iglesia, con las largas piernas cruzadas.

Me acuerdo de mi pelo, aplastado con moco de gorila y peinado hacia atrás por mi mamá y repentinamente me entra una pena gigante. El color se me sube hasta las orejas.

Entonces me escondo e introduzco mis dedos dentro de mi cabello tiezo por la gelatina, comenzando a despeinarlo hacia todas direcciones, como acostumbro a llevarlo. Hago un flequillo cubriendome la frente y parte del ojo y cuando considero que me veo bien, respondo:

-No era un billete viejo, eran soberanos -afirmo- Y de paso, tú si eres metiche vale.

Él se acomoda un rizo detrás de la oreja y me mira con superioridad.

-Ahora mientes en la casa de Dios, uff. Chico malo.

Bizqueo los ojos y él entra a la iglesia; baja su mirada hasta sus pies, procurando entrar con el derecho.

Sumerge el dedo índice y corazón dentro del recipiente de agua bendita para luego pasarlos sobre su frente en forma de cruz. Los moja nuevamente y ahora se acerca peligrosamente a mí. Quizá demasiado.

-Ven, vamos a bendecirte a ver si se te quita el malandraje -Dice con diversión, apartando con los dedos secos el flequillo sobre mi frente.

Yo le meto un tanganazo en el brazo con mi poca fuerza, pero la suficiente para empujarlo lejos de mí.

-No, aléjate -le advierto con un mohín lúgubre-. No te atrevas a mojarme con esa agua.

-¿Qué pasa? ¿Te vas a derretir, demonio? -bromea mostrando sus hoyuelos y yo me relajo, notando que me había tensado.

-No. Simplemente no me gusta. Me da asco, eso es todo.

Y es verdad. No sé porqué, pero no me agradan los temas de Dios; la religión siempre me ha resultado espeluznante, tétrica e incluso misteriosa, y el agua bendita me da asco.

Nunca la he tocado. Siempre he pensado que es más espesa o agria, no lo sé. La idea de que esa agua lleva estancada años allí provoca que me entren arcadas.

Mi mamá siempre me dice que es agua normal, que no es diferente y que soy un exagerado, pero es mi opinión. Me repele.

-Y no me digas que tú también te crees esa mongolés de que se debe entrar con el pie derecho porque el Diablo y bla bla bla -cuestiono con el ceño fruncido, arrugando mi pequeña nariz y casi escupiendo las palabras.

Parezco un conejito rabioso.

-Bajale dos a tu intensidad, te va a dar una vaina -aconseja Harry, secándose la mano húmeda sobre el pantalón y acercándola cautelosamente a mí, colocandola sobre mi hombro-. Y no, no me lo creo. Pero si mi mamá me ve entrando con el pie izquierdo me va a regañar.

-¡Ay, que goals: el niño malo y el niño bueno! -emito con sarcasmo, mis orbes aún fulminantes y Harry se ríe, ni idea de por qué- ¿Qué haces aquí? -añado.

Él reposa una mano sobre su pecho.

-Oops, mis más sinceros perdones. No sabía que este lugar era tuyo, de verdad -dice falsamente aflijido. Entonces yo tambien emito una risa, casi imperceptible, pero lo hago.

El hielo se encuentra suficientemente roto para este punto.

-Ven.

No prevengo el instante en el que el chico me sujeta de la muñeca e inicia a correr, arrastrando mi flacucho cuerpo consigo.

Estoy a punto de caer de cara al suelo y partirme la bemba, pero de alguna manera logro incorporarme y seguirle el paso -o al menos eso intento.

Mis piernas son bastante cortas en comparación a las suyas, siendo sus pasos zancadas al lado de los míos.

Estoy por caer de nuevo cuando escucho un chasquido y de pronto mi panorama se oscurece.

-¡MADUR-! -empiezo, pero una palma sudada se posa bruscamente sobre mi boca, ocultando mi alarido.

-¿En serio? ¿Lo vas a gritar aquí? -discute la voz del rizado antes de encender la luz con un simple movimiento.

Me encojo de hombros.

-Perdón, pensé que se había ido la luz. Es la costumbre.

Giro la cabeza observando a mi alrededor: paredes beige y una lámpara de luz amarilla alumbrando desde el techo. Sobre las paredes hay cruces de madera, imágenes de la Virgen y carteles hechas por niños, además de pupitres y pequeñas sillas ordenadas en filas.

No sé dónde estoy, pero parece un salón de clases.

Y no me gusta.

-Sí, mira...Yo prefiero dejarle eso de parchita y maricoteo a Ricky Martin, ¿ok? -tengo la garganta seca y una gota de sudor me resbala por la frente, Harry me mira  pero ni siquiera me detengo a descifrar de qué manera. Sólo sé que tengo que salir de aquí rápido- o sea, tú eres bonito pues, pero prefiero las jevas. Y además ¡estamos en una iglesia! Pensé que eras más decente. Así es como uno se da cuenta de que la plata no lo es todo, que los valores se inculcan desde casa y...

-¿A tí te daban aceite Diana en vez de leche cuando eras chiquito, verdad? ¿Tú eres marico?

-...No. ¿Tú?

Sus ojos esmeralda me miran feo, en desaprobación, como si estuviera viendo a un chavista. Trago saliva audiblemente, sintiendo el cemento frío chocar contra la piel de mi espalda a tráves de la camisa.

No sé en qué momento me moví; me encuentro acorralado en una esquina de la habitación con un Harry sentado sobre una silla tamaño pre-escolar y de brazos cruzados sobre el pecho.

-Aquí es donde enseñan el catecismo a los niños antes de la primera comunión -dice-. No muchos lo saben, pero hay wifi. Y tengo la contraseña.

Del bolsillo de su chaqueta marrón saca un celular.

Celularsote, debería decir.

Para eso me ha traído hasta aquí: para robar señal divina.

Y es así como me doy cuenta de lo corrompida que el barrio me ha vuelto la mente. Me doy asco.

Él se dedica a hacer lo que sea que esté haciendo con su teléfono mientras yo me limito a mirarlo furtivamente y jorungar los trabajos de los niños.

Tengo chiripito conocimiento a cerca de tecnología y ni idea de marcas y últimos modelos de celulares, pero veo que el suyo ta' bien calidad, con una pequeña manzanita aporriada debajo de la cámara.

Me resigno a esperar a que termine de usarlo o se aburra, sintiendome lo más pintado en la pared que me he sentido jamás.

-¿No quieres que te dé la clave?

Pa' lo que me sirve...

-No, gracias. Así estoy bien.

Tengo una hoja de block entre mis manos; el dibujo de un paisaje sobre ella de lo que parece ser el lago de Valencia...ah, no, es tierra. Es que los dos son igual de marrones.

Algodones adheridos en la parte superior recreando nubes y una calcomanía de carita felíz para el sol.

Harry ladea la cabeza con el cabello desparramándosele a los costados, suprimo con dureza el impulso de chalequearlo porque parece un Cóquer Schpaniel.

-¿Por qué no? O sea ¡es internet gratis! -puntualiza con los brazos extendidos en expresión de o no entiendes o eres medio quedado.

Pero no lo soy, claro que entiendo. En éste momento, en mi patria querida, el que tiene internet es o 1) Enchufado; o 2) Vecino de un enchufado que tiene la red abierta; o 3) Tiene contactos en Inter o 4) No le han robado los cables aún.

Y no le pienso admitir al señorito de ojos verdes que no tengo teléfono; no porque tenga miedo de que me vaya a chalequear, sino porque...bueno, sí. Es por eso.

Pendejo que soy, pendiente del qué dirán como mi mamá.

Rasguño con el ñame de mi dedo índice la calcomanía en la composición con la intención de despegarla y colocarla en uno de mis cuadernos.

Se me está pegando la chorería, todo por la mala junta de Zayn.

Araño una vez más y escucho el sonido de papel rasgado. Le he abierto soberano hueco a la hoja, uy.

La escondo con cuidado al fondo de la paca de trabajos sobre la mesa

Aquí no ha pasado nada.

Styles abre la boca dispuesto a hablar nuevamente. Gracias a Juan y los Apóstoles que Niall entra en ese momento, abriendo la puerta sin cuidado alguno logrando que ésta impacte contra la pared, haciendo temblar la estructura entera.

-¡Finish, Luís! Ven que te llevo a tu casa -apura el rubio con su característico ánimo.

Tiene la piernas cruzadas y mueve las caderas de manera extraña.

-¿Tienes hormigas en el piripicho? -ironizo- ¿Cómo sabías que estaba aquí?

El coloniero se retuerce colocando ambas manos sobre su entrepierna. Tiene los dientes apretados y sus ojos están por lagrimear.

-No lo sabía, pensé que era el baño, jé.

Harry lo ve -en realidad lo fulmina- de la manera en que uno lo hace cuando descubres que el borrador que dabas por extraviado lo tiene tu mejor amigo.

No sé por qué lo hace pero tampoco me pongo a indagar, poniéndome de pie cuando el de ojos azules me llama.

-¡Vámonos Luís, que tengo que vaciar el tanque! Si no al próximo nene lo van a bautizar con orines y no con agua bendita.

Ahora el verde se posa sobre mí, observándome de una manera indescifrable.

-¿Ya te vas? -interviene irguiéndose también.

-Eh, sí. Tengo que aprovechar la cola, estos RS21 no aguantan tanto -argumento levantando uno de mis zapatos, los cuales tengo desde sexto grado.

Como se nota que no he crecido nada.

Niall comienza a caminar velozmente y yo le sigo el paso, o al menos eso hago hasta que su ronca y lenta voz retumba nuevamente, a mis espaldas.

-¡Espera, Louis! M-me...¿darías tu número? -habla bajo y titubea un poco pero su voz es clara y audible, con la mirada gacha.

Mi pobreza siempre dando la talla.

-B-bueno, verás...-comienzo con duda.

Puntualicemos: el carajo tiene plata -no es millonario, pero sí tiene algo de biyuyi-; tiene carro, casa bonita, agua y comodidades.

Solo un rolo e' interesado y pienso que podría sacarle provecho teniendolo de amistad.

Soy mala persona, lo sé.

Salgo de allí con la cabeza en alto corriendo tras Niall por lo largo del pasillo.

No sin antes, claro, anotar en el celular de Harry el número de Lottie y que él esbozara una sonrisa de vuelta.


AU. Pelando Bolas. l.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora