Capítulo 6.

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-Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la Ley respetando la virtud y honor...

Entono el Himno Nacional con desgano, sin cuidado de afinar o no en las notas más altas.

Hoy es lunes cívico, fecha en la que nos reintegramos a clases luego de dos semanas sin actividades escolares, suspendidas por el presidente Nicolás Maduro.

Ayer volvió la luz y siento un gran alivio, como si finalmente me deshiciera de la carga de un pesado morral sobre mis hombros.

No es que esté feliz por volver a clases porque vamos, ¿a quién le gusta estudiar y hacer tarea? Más bien estoy feliz porque mi mamá podrá entrar a trabajar nuevamente, cosa que no pudo hacer durante el apagón pues trabaja de cajera en un supermercado sin planta.

Le lanzo una mirada furtiva a mis hermanas menores, posicionadas unas cuantas filas más allá de la mía. Charlotte en la de cuarto año y Felicité en la de segundo.

Yo estoy en quinto año, lo que significa que pronto dejaré de venir a esta mierda.

El profesor pasa asistencia, leyendo los nombres de los estudiantes en la planilla.

Son tan chusma que, de sólo escucharlos, puedes sentir como te va faltando el celular, el reloj o cualquier órgano vital.

Estoy acostumbrado pues me crié entre malandros y guerrilleros. De no haber sido así, solo con escuchar el primer nombre ya habría pirado.

-¿Álvarez, Wilkerson?

-Presente.

-¿Bermudez, Yulesma?

-Aquí profe.

-¿Castillo, José?

-Se le metieron a robar ayer, profe. Dicen que lo secuestraron.

-Ah. Bueno...¿Díaz, Breider?

Ay, qué bolas, secuestraron a José. El profesor continua pasando lista como si nada, y yo solo puedo pensar en la familia de José, que de seguro no tiene para pagar el rescate.

Miro a la izquierda, a Liam, quien intenta escribir oraciones aleatorias en la última página de su cuaderno con la mano zurda. Luego observo a Zayn, a mi derecha, chanceándole a la Daniela, la jeva de Liam.

Ah, ese es otro beta: Payne le pidió el empate la semana pasada y la caraja le dijo que sí. Ahora esa gente se la pasa enjamoneandose en cada esquina.

No digo nada, me hago el ciego, el sordo y el mudo, sabiendo que el peo que se va a formar ahí va a ser apoteósico.

El profesor de Ciencias de la Tierra comienza a escribir güebonadas en el pizarrón a la par que va explicando, siendo consciente de que nadie le está parando bolas, como de costumbre.

La cara de tenme, por favor. Acaben con mi sufrimiento no se la quita ni Dios.

Son apenas las 7.30 cuando dejo caer la cabeza sobre el pupitre, agotado.

Hoy va a ser un día largo, y no me cabe en la cabeza cómo nadie ha propuesto aún jubilarnos de la institución.

Ésta gente anda como aweboniada.

Cuando llego a mi casa todavía hay luz, milagrosamente.

Prendo la radio y coloco la estación 96.50, en La Mega. Últimamente pasan mucho una canción bien fina que se llama Satisfaction, de un cantante negro británico ahí equis. Ni idea de cómo se llama él, pero me gusta la canción.

Hoy el día no estuvo tan ladilla como predije. A mitad de clase de Castellano a Luzneidy, una de las embarazadas del salón, se le rompió la fuente y la tuvieron que llevar en mototaxi al hospital.

Después de eso todos andaban alborotados y haciendo bulla. Los profesores no hallaron la manera de calmarnos para que hiciéramos silencio, así que al final no hicimos nada en clase.

Espero que Claralucía dé a luz pronto también.

Estoy bebiendo un vaso de agua cuando una piedra impacta contra mi ventana, estallando en pequeños pedacitos esparcidos por el suelo de la sala y la cocina.

Ay, ese debe ser uno del CICPC que viene a meterme preso porque el otro día maldije a Chávez en un lugar que decía "Aquí no se habla mal de Chávez".

No pensé que fuese en serio.

Dejo el vaso de plástico encima de la mesa y salgo vacilando a la calle, con intenciones de caerme con el malparido ese.

-¡A mí no me vas a llevar, becerro! ¡Yo hablo lo que me salga del culo, chico! -vocifero con rabia.

¿Qué pasó con la libertad de expresión pues?

A mí no me van a venir a joder, más arrecho soy yo, nojodaaa.

-¿Y cuándo te he dicho yo a tí que no puedes decir lo que quieras, pues? Medícate, loca -espeta medio riendo.

Zayn está recostado en un Corolla verde-botella, con la franela tricolor del partido de Capriles Radonwski con la frase Hay Un Camino impresa en el pecho.

Abro mucho los ojos sin entender.

-¡¿Se puede saver por qué carajos me partiste la ventana, cabeza e' huevo?! Conchale, yo sé que mi casa es un rancho, que con cualquier lluviesita se va a 'escoñetar esa mierda, ¡pero no es para que vengas tú con tu soberano rabo a terminar de joderla!

Bramo tan fuerte que se me va la voz, furioso y con la sangre borboteandome en las orejas.

El pajúo' se salva de que no soy malandro, porque sino ya le hubiese tirado dos plomazos y no estaría riéndose con su cara de negro, como lo está haciendo ahora.

-Disculpa, pues. Es que me dio ladilla ponerme a pegar gritos para que salgas. De paso que tú nunca oyes. A ver si estás más pendiente y contestas el celular, vale.

Bien, ese fue un chiste muy cruel.

-Y a ver si tú dejas tu humor negro, Negro -le respondo. Si las miradas hirieran, la mía ya lo habría apuñalado varias veces-. ¿Qué haces aquí, de paso?

-Nada, a ver si me acompañas a protestar. Hay concentración en la Floresta.

-Nooo mano. Qué va -le digo-. La última vez casi me reclutan. Además, tengo que recoger el desastre que hiciste.

-Ajá. No seas gafo, no va a pasar nada.

-Mano, pero acabo de llegar: ni siquiera me he cambiado el uniforme -señalo. No lo digo por ir en uniforme, sino porque si se me llega a manchar la camisa de tierra, sangre, ceniza, gasolina o cualquier cosa, mi madre me va a caer a correazos.

-Súbete, culillúo' -indica y, no sé por qué, pero me subo, sentándome en el asiento del copiloto.

Malik saca una bandera de Venezuela y la amarra en el techo del Corolla. Luego se mete en el carro y me pasa una gorra tricolor, un trapo, una franela gris, un frasquito con vinagre y una bolsa de mercado.

-La bolsa es para que recolectes piedras, vidrios, o cualquier cosa que consideres útil para  defenderte de los chavistas o los colectivos -explica-. El paño y el vinagre por si lanzan bombas lacrimógenas y la franela es como una especie de máscara.

Se amarra la suya haciendo un nudo en la nuca; cubriendo la nariz y la boca con la parte delantera, dejando sólo los ojos descubiertos. Hago lo mismo.

Mardisión, éste man está bien experimentado.

El morocho arranca y yo empiezo a rezarle a todas las vírgenes y santos que me sé.

Ay, en qué me metí.

AU. Pelando Bolas. l.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora