Empezar de nuevo

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Steve despertó en un cuarto blanco y estéril, y un destello de los días que pasó internado en el hospital durante su infancia paso por su memoria, excepto porque este cuarto era mucho más moderno y cien veces mejor que los que su estatus social le permitía pagar.

Luego recordó que había enterrado la nave de Red Skull en océano y se levantó sobresaltado, mirando desorientado a todos lados.

—calma, Steve. Estas a salvo— sonó la calma y sería voz de alguien a su lado, que de alguna manera le resultaba familiar.

Al girar su cabeza en dirección hacia la voz, se encontró con un hombre mayor, que le resultaba tremendamente familiar, pero sabía que era imposible que se tratará de quién pensaba que podría ser. Howard seguramente estaría en algún lugar de los que frecuentaba, conquistando mujeres o creando cosas nuevas con esa loca cabeza suya.

—¿Quien eres tu? ¿Y por qué no estoy en el hielo? ¿Que día es hoy? ¿Y porque todo aquí se ve tan extraño?— preguntó nerviosamente el rubio, mientras miraba a todos los lados, tratando de orientarse.

—calmate, Rogers. Todo está bien y es probable que no me recuerdes porque ha pasado un tiempo— comentó en un ligero tono jovial, para regresar a su seriedad habitual —Soy Howard, Howard Stark. Si, quita esa mirada impresionada de tu rostro, que no todos llegamos a esta edad y seguimos viéndonos tan jóvenes como tú. Hoy es de febrero de 1970. Han pasado aproximadamente 26 años desde que caiste al hielo y por esa razón es por la que todo te resulta tan extraño. El tiempo ha avanzado y la tecnología ha cambiado. Has sobrevivido al "renacimiento", a HYDRA y al hielo, así que supongo que tú puedes con esto— explicó con seriedad el hombre, mientras descansaba una mano de forma reconfortante en el hombro del rubio, tratando de brindarle un mudo consuelo.

—mmm... Ya veo— murmuró suavemente, tratando de asimilar del todo la información que acababa de recibir. —¿Y que hay de ti? ¿Sigues viviendo una vida loca?— preguntó casualmente, mientras se frotaba el brazo.

Howard iba a cuestionar su pregunta, pero al ver reconocer las señales claras de que Steve estaba tratando de asimilar la información, que se encontraba incómodo y necesitaba una salida, decidió tomar el escape que el rubio ofrecía.

—he vivido una buena vida, Rogers, pero no es nada de lo que crees. Trabajé y aún trabajó con el ejército, mi industria creció, pero se vio afectada en los últimos años por las guerras y por el desplome de la bolsa, pero de eso te platicaré luego. Disfrute de lo que pude y conocí a María Collins, una hermosa beta con la que me casé y con la que espero a mi primer hijo. Es más, está a cuatro meses de dar a luz. Los médicos me dicen que es extraño, pero que existe la enorme posibilidad de que mi hijo sea un alfa—  explicó con gran alegría y orgullo, adoptando una expresión que a Steve le recordó al viejo Howard, al de sus tiempos de lucha y vivencias juntos.

—veo que sentaste cabeza. Me alegra de que hayas vivido una buena vida durante este tiempo. Y enhorabuena por lo de tu hijo— respondió el rubio con una sonrisa sincera —¿Has pensado como le vas a llamar? ¿Y qué pasa si tu hijo resulta ser un Omega?— preguntó con curiosidad, mirando a su amigo con un poco más de tranquilidad en su mirada, lo que le dió a entender al castaño que ya había asimilado un poco lo que pasaba en su entorno.

—mi hijo se va a llamar Anthony Edward Stark y no importa si mi hijo es alfa, beta u Omega, lo amare igual... Aunque, si resulta ser Omega, puedo decir que ya tengo experiencia— dijo con gran orgullo y lo último lo dijo con diversión, mirando al rubio y haciendo una clara alusión a sus vivencias juntos, quien se rió suavemente.

—estoy muy feliz por ti— agregó el rubio, antes de acomodarse en una posición firme desde su posición sentada y preguntar —¿Y que hay de Peggy?— preguntó con nerviosismo.

El Alfa Perfecto Para MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora