En casa

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Tres días después del parto, María y Anthony fueron enviados a casa. Y solo dos días después, el celo de Steve había llegado a su fin.

Afortunadamente, el suero de Howard funcionó, pero también descubrieron que entre más lo usaban, más perdía su efecto, pues el cuerpo del rubio cada vez lo metabolizaba más rápido.

Ahora, el rubio se encontraba guardando reposo en su habitación normal, recuperándose, para mañana regresar nuevamente al trabajo.

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El sonido de la puerta principal, alertó a Steve de que Howard, María y el bebé habían llegado a la casa.

Nervioso y lleno de miedo por lo que pudiese causarle a ese niño, en dado caso de que fuese alfa u omega, decidió permanecer en la habitación, hasta que su cuerpo asimilará los supresores y pudiese regular sus hormonas a los niveles normales.

Si, eso era lo mejor.

Y se sostuvo en ese pensamiento durante los últimos cinco minutos, antes de que el inconsolable llanto del menor se dejará escucha por todos los lugares de la mansión y, algo en él le impulsará a ponerse de pie e ir a donde se encontraba el menor, para calmar su llanto.

Se dijo a sí mismo, para tranquilizarse, que probablemente era su instinto Omega de protección saliendo a la luz, y que sus deseos de ir y calmar al menor surgían a partir de eso, que debía ignorarlo, porque el niño ya tenía una madre que se ocupará de eso.

Pero él ya lo había experimentado varias veces durante la segunda guerra en las giras que realizaba, y ninguno de ellos, por más cercano que fuera al bebé en cuestión y a sus familiares, se había sentido tan poderoso y diferente a este.

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Al llegar a la mansión y después de llegar a la sala, el pequeño Anthony comenzó a llorar copiosamente.

Sus padres se miraron mientras trataban de consolarlo, revisaban que no tuviese hambre, sueño o el pañal sucio, y llegaron a la conclusión de que, uno, el niño tenía muy buenos pulmones y dos, había algo en la casa que lo hacia llorar.

Howard, con cuidado, lo tomo en sus brazos y empezó a mecerlo suavemente, mientras caminaba por todo el espacio, notando como curiosidad que en algunos lugares, el pequeño se calmaba más que en otros.

Pero, ciertamente, en ninguno cesaba su llanto.

Dándose por vencido, le entrego el menor a su esposa, quien lo tomo y trató de consolarlo.

Estaban a punto de darse por vencidos, cuando el llanto del menor cesó y giro su pequeña cabecita en dirección a uno de los pasillos que conducía a las habitaciones, mientras estiraba sus manitos y balbuceaba.

Los dos mayores se miraron llenos de extrañeza y luego miraron en la dirección en la que se encontraba señalando el castaño menor, observando, no solo que el pequeño señalaba en dirección al pasillo que conducía a la habitación de Steve, también que el propio Steve los observaba detrás de una de las paredes.

Los dos vivieron a mirarse y luego miraron a menor, quien mostraba cada vez más ansías por alcanzar lo que fuese que estuviese allí y amenazaba con soltarse a llorar de nuevo.

-Steve, querido, sal de ahí y ven aquí, por favor- pidió con calma la mujer, mirando al rubio, quien se ocultó aún más en su escondite abriendo sus ojos con pánico y vergüenza, antes de asomar su cara sonrojada.

-¿Yo? ¿No es... Peligroso?- murmuró con inseguridad y algo parecido a la tristeza, mirando a los mayores y al pequeño, que parecía inquieto.

-ven, Rogers. No hay problema. Anthony es un Stark y hay algo que quiero probar. No va a pasar nada malo- calmó el castaño mayor, invitando al rubio a que se acercara y siguiendo la idea de su mujer.

Steve, después de confirmarlo con los dos mayores, se acercó a paso calmó al lugar donde se encontraba, causando que el menor balbuceará con alegría, mientras estiraba sus manos con mayor ansiedad.

El rubio se paró frente a la mujer, con incomodidad y temor latente, pero la mujer atino a sonreírle, mientras el pequeño Anthony estiraba sus pequeñas manos con ansiedad y hacia un sonido parecido a la risa.

-Tony quiere que lo cargues, Steve- dijo la mujer con diversión, mirando al pequeño y luego desviando su mirada al rubio.

-pero, yo...- murmuró inseguro, dispuesto a declinar la oferta, aunque sus manos picaban por sostenerlo en sus brazos.

-no hay ningún problema, Steve. No ha pasado nada y si mal no recuerdo, Peggy, que era la alfa que más se acercaba a ti, tenía que esperar dos días después de tu celo para acercarse sin sufrir un desmayo. Ha pasado solo un día y Anthony, que es alfa, no se ve afectado como los demás. Así que no tienes nada que temer, si ese es tu impedimento para sostenerlo- explicó el mayor, interrumpiendo al rubio y minimizando un poco su miedo.

-esta bien- accedió con renuencia, sentándose al lado de la mujer, quien le sonrió con suavidad y le entrego con cuidado al castaño menor.

El rubio lo sostuvo con la mayor delicadeza y cuidado posible, asustandose cuando esté empezó q moverse inquietamente entre sus brazos, mientras balbuceaba con alegría.

Instintivamente, el rubio lo apoyo contra su hombro, cerca a su cuello, logrando que el menor hiciera una pequeña risa y se calmara, balbuaceando cosas ininteligibles en completa paz y con sus lágrimas como unica prueba de que lloró anteriormente.

-querido, creo que nos serás de gran ayuda de aquí en adelante. Al parecer le agradas mucho a Anthony- dijo la mujer con diversión, sonriéndole al rubio y mirando como poco a poco su pequeño hijo se quedaba dormido en los brazos del rubio.

-te lo dije, Rogers. Anthony es todo un Stark. No solo es fuerte, también sabe cómo obtener lo que quiere- respondió con orgullo el castaño mayor.

Y el rubio, él únicamente sonrió con gran alegría, mientras sostenía al pequeño contra su cuello, arrullandolo suavemente. Tenía entre sus brazos al único alfa que no había rechazado su olor y que había sido lo suficientemente fuerte para soportarlo.

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Información que cura

-Lo que calmó a Tony en el capítulo anterior si fue el olor de Steve.

-vamos a empezar a ver las edades de Tony en los próximos capítulos

El Alfa Perfecto Para MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora