Primeras promesas

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29 de mayo de 1973

Tres años, a partir del nacimiento de Tony, transcurrieron rápidamente.

Tony, desde su nacimiento y hasta la fecha, había demostrado ser un Stark con todo su peso. En poco tiempo, se dieron cuenta de la gran inteligencia que poseía el menor, pero esto no se mostró en su completa escencia hasta que cumplió sus dos años.

El castaño más pequeño había aprendido a caminar y a hablar rápidamente, entendía cosas que los niños de su edad y de edades cercanas desearían poder entender y había aprendido a escribir hace más o menos ocho meses, y ahora lo hacía de forma más entendible.

Howard y María, viendo esto, habían puesto a su disposición institutrises y maestros, que le dieran una formación de acuerdo a su nivel cognitivo, pero Tony rápidamente los alcanzaba, sorprendiendo a todos en gran medida.

Otra cosa que había cambiado, había Sido la relación entre Howard y María para su hijo.

Pasaron de ser los padres amorosos que fueron durante el primer año, a ser personas frías, distantes y cada vez más ausentes en la vida del menor.

Steve siempre había querido preguntar el porque, pero no sé atrevía, por respeto a la pareja y porque ellos lo habían acogido en su hogar sin poner pegas, sería ingrato de su parte entrometerse en sus decisiones, aunque eso no evitaba que su corazón doliera cuando miraba la expresión llena de tristeza y soledad en la cara del castaño, por eso hacia todo lo posible para que, en el tiempo que tenía libre, el menor no estuviese solo.

Otra de las cosas que habían notado, era la forma particular en que Tony tenía marcadas las relaciones familiares. Llamaba papá y mamá a Howard y María, como era costumbre, Jarvis al mayordomo y tía Pegg a Peggy, pero Steve, quien era el más cercano a él, simplemente era Steve, sin ninguna adición o indicativo de parentesco.

A la mayoría le pareció extraño, sin embargo, a Steve no le pareció así, y una parte de él le decía que sería horrible si Tony le llegará a dar algún calificativo familiar, pero eso era algo que no compartiría con nadie.

*******

—antes de que lo preguntes, no, ellos no están aquí y no lo van a estar. Papá está en Francia, cerrando un tratado comercial y mamá está en Roma haciendo no sé qué, relacionado con su fundación— respondió el castaño menor, tan pronto como notó la intención del rubio por preguntar por el paradero de los mayores.

—pero hoy es tu cumpleaños, ellos deberían estar aquí contigo— respondió el rubio, fallando al ocultar su molestia. Siempre era lo mismo, siempre estaban lejos en las fechas especiales y cualquier cosa que involucrara al castaño más pequeño.

—pero no están— respondió el castaño, tratando de resistirse a hacer un puchero, mientras sus ojos se nublaban de lágrimas, que intentaba quitar con sus puños.

El rubio suspiró y tomó al castaño menor en brazos, retirando sus pequeñas manos, para secar con las suyas las lágrimas que se habían alcanzado a derramar.

—no, yo soy un alfa, y los alfas no lloran. No quiero que me veas así— replicó el castaño, tratando de esconder su rostro.

—te equivocas, Tony— respondió el rubio, quitando con suavidad las manos del rostro del castaño.

—¡yo nunca me equivoco!— respondió con molestia y seriedad.

—si, Tony, su te equivocas y ten por seguro que lo harás muchas más veces en tu vida. Pero eso está bien, es parte de aprender. Yo también lo hice, lo he hecho y lo haré— respondió con suavidad, mientras miraba fijamente al castaño. —y te equivocas en lo que dijiste antes, los alfas si lloran, los omegas y los betas también. Y los alfas no son los únicos fuertes, los omegas, como yo, y los betas también pueden ser fuertes— explicó con suavidad, mientras le regalaba una sonrisa al castaño y lo llevaba a la cocina, dejándolo sobre una de las sillas de la barra, antes de quitarse la chaqueta.

El Alfa Perfecto Para MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora