10. La cita

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Lily estaba enferma, aparentemente. Comía poco, apenas salía de su habitación y decía una o dos palabras. Su mente no estaba en el presente y ella se esforzaba mucho por encontrar la forma de escaparse de la realidad.

Deseo varias veces tener una puertecilla por la cual escapar del mundo.

Era horrible sentarse en la misma mesa que sus padres, un segundo estaban buscando la manera de asesinarse mutuamente y al otro estaban planeando unas vacaciones románticas por el Pacífico.

Como si su vida no estuviese más arruinada, la excusa de estar enferma ya no se la creía su madre y la quería de regreso en la escuela. Eso significaba someterse a las idioteces de sus compañeros y ver la hipócrita cara de Gretchen.

Estaba sentada en un sillón frente a la ventana de su habitación, desde ahí parecía un vegetal con la vista perdida mirando al jardín.

La puerta de su habitación se abrió y ella ni se inmutó.

—Ugh, Lily por Dios, cariño. Pareces un vegetal ahí con la mirada perdida—su madre se acercó interponiéndose entre la vista de su hija y la ventana, ella apenas parpadeó—. Nicholas acaba de llamar, planea pasar por ti para ir a una cita.

El nombre la hizo reaccionar. Oh, Nicholas. Él se veía muy seguro de si mismo, le pareció que era un faro en su tormentosa nueva realidad.

—¿Una cita?—se sentía muy cansada como para salir.

Su madre asintió con una sonrisa orgullosa—. Apresúrate, vístete. Recuerda, sonríe, ríe y por amor a Jesucristo, niña; quita esa cara de macilenta.

Se fue tan rápido como pudo, se le hacía enfermizo ese ambiente que respiraba su hija en esa habitación.

Lily hizo uso de todas sus fuerzas para arreglarse, práctico frente al espejo un par de sonrisas y otro par de risas. Se veían reales, eran tan falsas. Se sentía demasiado agotada como para moverse, quería únicamente dormir tranquila.

Nick no tardó nada en llegar, saludó con cortesía a la madre de Lily y espero a que esta bajase. Le pareció una eternidad todo el proceso, se impacientó muchísimo e incluso rezongo para sus adentros.

—¡Hola Nick!—ella casi se felicita cuando su tono sonó alegre y cantarino.

Él le regaló una sonrisa de boca cerrada—. Lily, ¿nos vamos?

Ella asintió. En algún lugar había leído que fingir una sonrisa cuando se está alicaído, ayuda a subirte los ánimos. Es como engañar al cerebro.

Y ella lo logró, mientras estuviese con Nick sus problemas pasaban a quinto plano. El dilema vendría cuando tuviese que alejarse de él.

Mientras ella observaba por la ventana con una pequeña sonrisa de alivio en el rostro, él conducía tamborileando sus dedos en el volante del auto. En la ciudad habían una buena cantidad de cines, pero él sabía a cuál exactamente llevaría Gael a Jane. Gael prefería ese lugar porque los asientos eran muy cómodos, tenían salas VIP, y cualquier película nueva llegaba el día exacto del estreno.

Por eso no se equivocó en el momento de ir a uno.

Él estacionó y bajó tan rápido, rodeando el auto y abriéndole la puerta a Lily; que no le dio tiempo a esta de siquiera desabrocharse el cinturón. Ella sonrió y sus mejillas se tiñeron de un rosa pálido.

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