33. Dos pequeñas victorias

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Retorció sus dedos nerviosa, habían varios motivos para estar de los nervios, el primero de esos era que estaba lista para hablar con sus padres sobre su cambio de planes y el segundo era que como si el cielo se burlase de ella, Nick seguía en la ciudad y como había dicho Tessa citando las palabras de su hijo: 'salir con Lily sería estupendo'.

El asunto es que Nick no había dicho aquello, él se había sentido tan atosigado por su madre presionándolo para que saliese con Lily que había aceptado invitarla a salir.

Sus padres tomaron asiento en el sofá, ese era el momento decisivo. Era su única oportunidad de cambiar el curso de su historia.

—¿Ahora qué? ¿Es lo del internado de nuevo?

Barry estudió a su hija con ojo crítico, sentía un poco de compasión por ella.

Lara torció los labios—.Necesitas es un psiquiatra, niña, ¿puedes creer el rumor que corre en el club? Dios, arruinas nuestra reputación.

No Lara, no iba a funcionar que la tratases de intimidar para manipularla más a tu gusto. Ya había ensayado varias veces con Peggy y Úrsula sus líneas para no dejarse doblegar.

—Quiero ir a terapias.

Boom. La bomba.

Sus padres se dieron una mirada de reojo, Barry asintió de acuerdo una sola vez pues esa quizás era la mejor opción que existía en ese momento. Pero Lara fue una historia diferente, soltó una risa falsa que quería parecer burlona, le preocupaba ahora que el rumor de que su hija estaba mal de la cabeza llegase a oídos de los Hamilton.

—No.

—¿Terapias con un psicólogo o cómo?—Barry pasó de su esposa ignorándola olímpicamente.

Ella lo miró indignada.

—¡Barry! Dije que no, ¿qué terapia va a necesitar ella? Solo quiere llamar la atención.

Él volvió a ignorarla y levantó las cejas en dirección a su hija para que respondiese la dichosa pregunta.

Lily titubeó pero asintió—.Sí, en Brighton.

Eso ya era un bonus extra, estaría fuera de la ciudad. Estaba huyendo.

—¿Acaso estás loca? ¿Cómo crees que te vas a ir sola a Brighton? ¿Y tus clases qué?

Mientras Lara despotricaba al haber perdido la cabeza y Lily la miraba directamente a los ojos, sin temblar, sin llorar, solo rezando a los cielos qué su tortura se acabase pronto; Barry reconsideraba la conversación que había tenido con su queridísimo amigo Conrad Zylka, quizás un cambio de aires le quitarían esa espectral y lúgubre aura que parecía clamar por su hija.

—Lara tiene razón en una cosa—, tuvo que darle la razón a su mujer y eso fue un golpe duro para él, esperaba entonces que Lily no se equivocase o se lavaría las manos del asunto—, ¿qué pasa con tus clases, Amelie?

Bien. Iba muy bien, estaba emocionada, nerviosa y un poco asustada de que Oliver hubiese sido capaz de predecir tan bien como sus padres reaccionarían o los obstáculos que pondrían.

Estiró un papel, era el número telefónico y la dirección de Alma.

—Alma me puede dar clases de nuevo, una institutriz es mejor, ¿no, mamá? Solo un año más y luego la universidad.

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