31. Una locura

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Los segundos eran eternos, y los minutos que Peggy y David tardaron en la cocina preparándoles algo de beber a los padres de Oliver fueron tan largos que la eternidad les pidió consejos.

Ya con un trago de whiskey en las manos de cada uno de sus padres, Oliver parecía listo para ahora sí escuchar el caos ser soltado.

—Pero, ¿qué se supone que significa esto?

Úrsula tenía la mano en la frente con el cuerpo deslizado en el sofá, ella todavía no reaccionaba pero Conrad sí.

—¿Quieren la versión larga o la corta?—Oliver estaba parado en la línea de fuego.

O lo fusilaban, o los fusilaba.

—La que nos explique qué demonios está sucediendo, hijo—reaccionó su madre, en su mente estaba buscando indicios de en qué momento había sucedido aquello.

Pero no había nada, ni una señal.

Él miró a Lily en busca de su permiso para contar todo, y ella asintió aunque le apretó la mano como si quisiera decirle que había algo obvio qué debía omitir.

—¿Desde cuando? ¿Cómo?—le interrumpió su padre antes de dejarlo hablar.

Al parecer su hijo había perdido la cabeza.

—¿Recuerdan esa vez que fuimos a casa de los Crisol?—era la única vez así que no la podían confundir u olvidar.

Sus padres asintieron, e hicieron memoria de lo que había sucedido ese día. Solo el repentino interés de Oliver en Lily fue lo primero que los pateó. Luego, con más trabajo mental, Úrsula recordó que Lily usaba un lazo naranja muy bonito aquel día y que al día siguiente lo había visto sujeto a uno de los trofeos de su hijo.

—No puede ser—gimió horrorizada.

Conrad le ofreció de su vaso para que tomase, y Oliver le dio una mirada de disculpa.

—No fui al baño—se encogió de hombros—, quería verla.

Lily se mantenía callada porque no sabía qué decir y porque Oliver parecía llevar bien la situación.

—Pero más nunca volvimos a esa casa, sigo sin entenderlo.

Su padre sabía que faltaban muchas piezas para armar el rompecabezas y entender como es que habían terminado en esa bizarra situación.

Él le dio una mirada a su madre para saber si se encontraba bien pero ella solo lo incitó a que continuase.

—El año siguiente me la encontré en un parque cuando jugaba un partido con David y los chicos—iba paso por paso, era de suma importancia que entendieran todo.

Úrsula sacó cuentas rápido, para ese entonces su hijo tenía diecisiete y Lily trece.

—Pero, ¡era una niña!—chilló—, ¡todavía lo es!

Lily salió en defensa de Oliver a quienes sus padres no estaban viendo con buenos ojos.

—Pero no pasó nada señora Úrsula, solo charlamos un rato. No pasaba nada.

Excepto que ella tiraba la baba por él.

Conrad le dio un apretón en la mano a su esposa—.Cálmate amor, sigamos escuchando.

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