28. Gemelo idéntico

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—Pueden comenzar con sus pruebas, tienen cuatro horas.

Apenas aquellas palabras salieron de la boca del profesor, Oliver giró su prueba y enterró su cabeza en ella listo para comenzar. El que le diesen cuatro horas en vez de las habituales dos horas de clases era algo que lo preocupaba, su mano temblaba y tomar el lápiz era algo catastrófico.

No estaba nervioso solo por ser la prueba final de semestre de esa clase, si no porqué Helen había entrado en trabajo de parto en la madrugada. Estaba tan nervioso y tan enojado por no poder estar allí para recibir a su pequeño hijo, que terminó las preguntas más largas en dos horas, en una hora y media podría terminar el resto de su prueba; luego él, Dave y Peggy tomarían el vuelo que saliese más rápido hacia Londres.

Dos semanas antes Helen había congelado sus clases porque el bebé la agotaba mucho, descongelaría luego y continuaría su carrera. Ella se había marchado a Londres para descansar junto a su familia y darle tregua a Oliver que parecía un zombie viviente casi siempre.

Faltaban quince minutos cuando Oliver se levantó, tomó su mochila rápido y dejó su prueba en manos del profesor antes de salir corriendo. Casi se cae cuando pasó por un pasillo resbaloso de su facultad pero valió la pena cuando vio a David y Peggy con maletas listas esperándolo afuera.

—¿Tienen todo?—se limpió la mano llena de carbón del lápiz.

Peg asintió—.Preparamos tu equipaje, mira—movió una maleta a su derecha para que él la viese—, solo hay que irnos.

Uff. Un alivio, tenía un lujo de mejores amigos.

Un taxi los dejó frente al aeropuerto y los tres corrieron para tomar el avión para el que David había comprado los boletos en línea en el momento que Oliver entró a su prueba.

No se sabía quién estaba más nervioso, si Oliver con su movimiento de pierna infernal, o David con sus preguntas de niño fastidioso.

—¿A quién creen que se parezca?

—Len quiere que a ella—se encogió de hombros Peggy—.Parece obsesionada con eso.

Oliver volteó los ojos—. Si me preguntan a mí, yo solo quiero que esté sano.

Y que se pareciese a él. Pero eso no lo iba a admitir en voz alta.

Sus amigos desecharon lo que había dicho y siguieron conversando. El tiempo de vuelo no pasó precisamente "volando", o no para él, y cuando llegaron a Londres fueron directo a casa de los padres de Oliver.

—Linda casa—halagó Peggy cuando bajaron del taxi—, pero... ¿no deberíamos ir al hospital?

Oliver la miró por sobre su hombro mientras abría la puerta como si tuviese tres cabezas.

—No voy a dejar que mi hijo me conozca todo desechable.

Se señaló así mismo para más énfasis, sí, no se veía como él en su mejor momento.

Una ducha, se afeitó esa barba molesta de algunos días, dejó que Peggy le pasara unas tijeras por el cabello para arreglárselo y ropa adecuada. Listo, estaba guapo como él solo y presentable para ver a su bebé.

Oliver, a sus veintiún años recién cumplidos ya era padre y estaba a punto de desmayarse.

—Esto es ridículo—se rió David pasándole un frasco de alcohol por la nariz a Oliver—, ¿mejor? Tío, eres un cobarde.

Peggy le atinó un golpe en el hombro—.Cállate Dave, no seas insensible.

Esperaron hasta que su amigo se sintió mejor, menos mareado, y terminaron de ir hacia el ala de obstetricia.

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