Capitulo 25. Danger

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"Cuando García Márquez escribió su tan afamado logro 'Amor en tiempos de cólera', dicen las malas lenguas que tenía un pie en el libro y otro en la improbabilidad de un amor cuyas raíces habían quedado tan prendadas de su memoria que, a tan avanzada edad, se sintió capaz de rememorar aquellos encuentros y situaciones que rodearon la relación. Y en vista de que fue un amor tan joven e inexperto, su capacidad de llevar las cosas a grandes extremos le permitió pensarse al lado de aquella mujer bajo las circunstancias menos probables.





Dicen también que a cada veinte páginas un suspiro escapaba de entre sus labios y nuevamente se preguntaba por qué orillarse a semejantes ritos de tortura. Porque sí.  Avanzar en el escrito era formar en su mente cada detalle, cada imperfección y cada atributo en el rostro de ella. Era traerla a un presente donde ya no la necesitaba. O creía no hacerlo.





Porque, siendo sinceros, aún cuando estamos invadidos de tanta porquería televisiva, anhelamos ese confort. Deseamos con la vida el beso de un alguien capaz de reconocernos entre las garras de la pasión y un amor desesperado. Uno que lo deje todo por nuestra sonrisa que, debo decirlo, quizá no sea la más hermosa. Pero sí tendrá los motivos más sublimes y eso bastará para hacernos ver hermosos.





Por eso, porque aún no me es posible escapar de semejantes cargas cliché sigo anhelando encuentros futuros. Sigo queriendo que él me toque, que me vea, que me reconozca bajo las sábanas, que se sepa mi cuerpo como si tuviera en las manos un mapa sensorial en el cual, si él me tocaba por Inglaterra, yo le recitará suspiros ingleses. Si lamía sobre Perú, yo le cantara una oda a Machu Picchu. Que me besara entre torbellinos, que formáramos un huracán y nos deshiciéramos entre hoyos negros. Entonces, si se hundía más allá del fin del mundo, que supiera que yo estaba al borde del Apocalipsis.





Necesitaba algo como eso. Un amor que tuviera la capacidad de pronunciarse en un solo suspiro y que, inmediatamente, él reconociera entre mis besos".











No era húmedo. No era activo. No era impulsivo. No era movible. No era tan caliente. Tampoco muy frío. No era parecido a los que cualquiera reclamaría en una serie. No era sacado de un cuento. No venia recitado en los mejores poemas. No era una fusión. No era unidad. No era dinámico. No era anhelante. No era presuroso, ni mucho menos ansioso. No era como cualquiera habría rogado al tener la total disposición de un Hyukjae que se había vuelto una estatua. Que bien podría yo tomar el siguiente paso y él probablemente se dejaría moldear a mi gusto.





Apenas unos centímetros hice que mis pies retrocedieran. Los labios me temblaban. Mis piernas parecían diminutos palillos que podían salir volando con el primer soplido de la luna. Entreabrí la boca para inhalar y exhalar un poco ruidosamente. Hyukjae no abría los ojos aún. Tampoco correspondió a mi beso. De hecho, fue tan solo la unión de ambas bocas donde ninguna se atrevió a avanzar. Yo debí hacerlo. A final de cuentas era mi regalo.





No los abras todavía.





No me reproches. Porque entonces sí que me estarías rompiendo.





Y si puedes, no digas nada.

Olvídalo.





Entonces Hyukjae, con toda la monstruosidad de sus impulsos y estando a ciegas, avanzó cual torbellino para chocar con mi cuerpo. Casi caigo de espaldas debido a la fuerza del impacto por lo que tuve que sostenerme de sus brazos encajándole los dedos entre la camisa. Las arrugas que estaba dejando en ella dieron cuenta de mi sorpresa. La descomposición de mis sentidos.





Matemos a cupido [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora