Capítulo 30. Matemos a Cupido

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¿Pero qué era lo que yo quería? El conglomerado de dudas llovía como meteoritos en busca de la gran explosión para deshacer cualquier rastro de cordura que aún cupiera en mi cabeza. Porque me sentí doler por culpa de un hombre. De entre todas las cosas y todas las personas que pudieron herirme, de entre todos los deseos que pude tener, de entre todos los sentimientos que pudieron nacerme. De entre todo ello tuvo que ser él.




Ni siquiera DongHae. Él. La figura masculina donde acrecentaban los dolores de mi pasado sin que supiera la clase de daño que me estaba ocasionando su presencia. Sin que me conociera. Sin que tuviera la mínima idea de la cantidad de dolor que pudo provocar su imprudente enamoramiento.





Nuestro imprudente enamoramiento.





Él puso la mirada donde yo trabajé muchos años atrás pensando tontamente que mis derechos de antigüedad me cedían cualquier puesto que se me antojara y, por supuesto, que ella estaría complemente de acuerdo. Pero allí seguía a pesar de los años. A pesar de que él... A pesar de que yo... Ese enorme monstruo al acecho con toda la seguridad de poder llevársela sabiendo que ella correspondería. Quién iba pensar que su magnífico plan iba a traspasar los límites de la vida.





Que DongHwa se la llevaría para nunca más regresarla.





Estaba ardiendo en deseo, es verdad. Necesitaba mostrarle. Quería hacerle pagar y que se imaginara lo cruel que la vida puede ser cuando te regala la flor más delicada sobre la faz de la tierra con la única condición de jamás poder tocarla porque si lo haces probablemente veas la verdadera condición de la flor. Por dentro agusanada, consumida, negruzca y asquerosa. 





Bastaba únicamente un empujón. La señal que me permitiría proceder sin recurrir a cualquier otra cosa que manchara mi nombre. ¿El suicidio? No. Aún me quedaba mucho por hacer en vida. Aún no lloraba lo suficiente  Aún quería recordar el rostro de mi amada. Aún ansiaba la venganza. ¿Asesinato? Eso sólo apaciguaría las cosas. Y claro que lo consideré. Pero ser tan condescendiente le negaría la clase de puñaladas que cada noche yo estaba recibiendo de tan solo pensar que ella jamás iba a volver a sonreírme.





¿Lee... DongHae? Sí. El error. Sí. Mi confusión. Sí. El verdadero big bang






El origen.





Caminé como dios entre la marea de la humanidad y me tropecé cual niño jugueteando con los balones de la galaxia. Asestando un gol que iba más allá de los verdaderos motivos. Vaya forma de saber una verdad. Yo tenía sospechas. Enormes sospechas que ignoré porque decidí no seguir manchando lo que hasta ahora pude rescatar del esqueleto de mis sentimientos.







Así, ese cuerpo doblegado a los instintos más horrorosos floreció sobre las palmas de mi mano para volverse destellos que luego subieron al borde de un cielo más azul que los ojos de mi antiguo y primer amor. 






Su sonrisa se volvió cuna de encantos donde vivieron los misterios del universo que aún no podían resolverse. Sus ojos llegaron a ver más allá de la noosfera para ordenar al cielo el momento y el día exactos para llover y asolear. Mi demiurgo fue ese pequeño Jesús que desde las alturas logró controlar el corazón más olvidado de la época. El más herido. El más perverso. Después se elevó a la octava maravilla del mundo y ahí lo dejé inmortalizado entre las brazas de mis sentimientos. 





     1. Los ojos de Lee DongHae. Que me vean. Que me reconozcan en las tinieblas. Que me pidan abandonarlo todo para ser el esclavo de su gentileza. Que me acechen hasta soñar con el par de pupilas aguardando en las profundidades de mi sueño para no dejarme solo apenas el sol se oculte y yo me encuentre bajo las sábanas. 




Matemos a cupido [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora