D R A M A: II

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ACTO II.

El abrazo fue un punto clave para el resto de mi noche, porque durante toda la noche, durante toda la celebración y durante la cena familiar no pude dejar de pensar en que quería más de esos.

Necesitaba más de esos.

Y en mis 13 años de vida nunca había necesitado nada.

En especial sentado junto a él durante la cena con nuestras rodillas juntándose de vez en cuando.

Cuando la cena acaba yo lavo mi plato como siempre hago en agradecimiento con la señora Amalia y luego de eso vuelvo a sentarme en la mesa junto a Cole esperando por el pastel.

De repente Cole baja una de sus manos hasta mi rodilla mientras entre todos los demás le cantamos la canción del feliz cumpleaños.

Y su contacto me hace sentir como en el cielo pero mi corazón no deja de latir con nervios, más aún cuando su mano empieza a subir y se acerca a mi entrepierna.

Las mil preguntas que me llegan a la cabeza hacen que yo deje de cantar junto con los demás y solo empiezo a aplaudir, enterrando mis largas uñas en las palmas de mis manos de vez en cuando para intentar concentrarme y dejar de sentirme nervioso.

Pero no lo puedo evitar, es la primera vez que alguien llega tan cerca y eso me pone muy nervioso, ¿qué tal que nos vea la señora Amalia?.

O algo peor: ¿Qué tal si no le gusta?.

-Cole.- dice Jonatan fríamente, interrumpiendo la mano de Cole que estaba a pocos centímetros de tocarme y haciendo que se aleje rápidamente de mí lo cual agradezco en el alma.

-Sopla.- añade.

Y es que no había notado que ya no estábamos cantando.

La señora Amalia termina de repartir el pastel y guarda lo que queda en el refrigerador.

Todos comemos pastel y reímos durante un rato, la señora Amalia le regala unas palabras a Cole acerca de lo agradecida que está con Dios por haberle dado a su familia y que no se cansará de luchar por que lleguen a ser grandes en la vida.

-Y eso te incluye, Jason. Eres como mi hijo también.- dijo cuando acabó.

Y Hillary me sonríe y yo sólo puedo darle las gracias mientras la señora Amalia nos hace levantar a todos para un abrazo.

Luego de eso cada quién sube a su habitación y yo sigo a Hillary hasta la suya.

-No puedo creer que ya Cole tenga 16.- dice -ya pronto empezará a traer mujeres aquí.- añade con cara de asco.

Y es cierto. Y me rompe el alma.

Porque así es como son las cosas, a los hombres les gustan las mujeres, los hombres salen con mujeres, los hombres se casan con mujeres y tienen hijos con sus esposas, trabajan y forman una familia. Y Cole no es la excepción, porque Cole es hombre al igual que yo.

Así es como debe ser la vida de un hombre.

O al menos eso era lo que gritaba mi padre mientras me golpeaba cuando me vió una uña pintada hace dos semanas.

-Jonatan ya lo hace.- añade cuando ve que no le respondo. -Aunque siempre las trae cuando mamá no está en casa.-

Yo río, aunque no me causa gracia.

-Jason.- escuchamos a Cole desde la puerta de la habitación. -Ven, quiero mostrarte algo.-

Y yo lo miro por unos segundos antes de levantarme y caminar tras él hasta las escaleras que llevan al ático.

Mientras subimos las escaleras pienso en lo diferente que se ve su cuerpo ahora, en cómo sus hombros están más anchos y sus piernas más largas y en cómo su voz ya no es tan dulce como antes. Ahora incluso da miedo.

Como la voz de Jonatan.

Cole empieza a abrirse camino entre las cajas guardadas en el ático hacia la ventana y me dice que me acerque a mirar algo.

Así que me acerco y luego lo siento atrás de mí con su boca cerca de mi oreja haciéndome sentir nervioso

-¿Qué... Qué querías que viera?- digo tartamudeando.

Mis nervios ya no son nervios, ahora siento algo diferente.

-Nada.- susurra en mi oído. -Quería que disfrutaras algo.-

Y toma mi mano derecha y la separa de la ventana, abriendola en el camino para llevarla hasta su pene y frotarse contra ella mientras pone su mano izquierda en mi cabeza y la empuja contra la ventana, acercando su boca a mi oído de nuevo

-No digas nada, no grites. O mamá te odiará.-

Y yo no digo nada.

Y tampoco grito.

Menos cuando me obliga a agacharme y abrir la boca.

-Sí.- dice. -Qué buen chico.- mientras se empuja en mi boca.

Mi visión empieza a nublarse y a difuminarse cuando las lágrimas ya no me dejan ver nada, y gemidos de llanto intentan escapar mi boca pero resultan ahogados.

Miedo. Eso es lo que siento ahora.

Miedo, mucho miedo, y asco.

-Ya levántate.- dice y yo sólo le hago caso. -bájate los pantalones.-

Y yo sólo le hago caso.

Mientras lágrimas de miedo puro bajan por mis mejillas.

Cole me toca.

Y cuando termina de hacerlo me dice.

-Si le cuentas esto a alguien hablaré con tu papá, le diré que me besaste.-

Pero yo no digo nada. Ni tampoco pienso hacerlo.

No soportaría los golpes de mi padre si Cole le llega a decir algo así.

Y tampoco soportaría que la señora Amalia llegue a odiarme.

Así que cuando entro por la ventana de la cocina hacia mi casa, subo las escaleras y empiezo a tomar una larga ducha intentando quitarme el asco que siento con todo.

Con él.

Con su cuerpo.

Y hasta con el mío.

Pero el agua no hace nada para ayudarme, y el jabón tampoco.

Por más que me limpie no me siento limpio y lo que más me aterra es saber que ésta no va a ser la única vez que sucederá.

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PERFORMING ARTS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora