V I C T O R I A N O: II

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Hoy es el día.

Ha pasado más de un año desde que Hillary se fue y ya estoy en el punto en el que siento que no la necesito.

Si bien me hubiese encantado que estuviera aquí para mí hoy, sé que puedo hacerlo por mi cuenta.

Pues a partir de ahora estaré por mí cuenta.

Termino de poner labial sobre mi boca, ajusto el único par de tacones que tengo bajo mi cama y guardo el labial dentro de una de mis maletas.

Salgo de la casa con la cabeza en alto por primera vez desde que Violet nació.

Y aunque solo me toma 14 pasos llegar a la casa de los Chachki siento que mi corazón se enciende en llamas y que mis rodillas están hechas de gelatina.

Toco la puerta.

La señora Amalia me deja pasar sin decir una sola palabra y suelta un suspiro de cansancio mirando al techo cuando escucha mis tacones retumbar en los escalones hacia el segundo piso.

De nuevo, toco la puerta.

Jonatan abre.

-Violet.- ríe y libera el humo de su cigarrillo lejos de mi cara porque sabe perfectamente que detesto que lo haga. -¿Llegaste hasta aquí sola?- vuelve a reír.

Y yo no le respondo porque mi cabeza está en otro lado y a mi cerebro le cuesta más tiempo interpretar lo que me dice.

Así que me siento en la cama un momento, con mis manos descansando correctamente sobre mi roja falda.

Y respiro. Una y otra vez. Hasta que me tranquilizo y me siento listo para hablar.

Lista, para hablar.

-Le diré.- digo.

El silencio es grueso, se puede sentir. Es casi igual de grueso al nudo que siento en mi garganta segundos después de haber pronunciado esas palabras, y se puede sentir en la forma en la que Jonatan de inmediato me da la espalda, rascando su nuca levemente, mirando a la ventana y dándole otra calada a su cigarro.

Ambos observamos a través de la ventana como si de ella fuésemos a obtener alguna respuesta, él de pie a centímetros de ella y yo sentada sobre su cama a un metro de distancia.

Jonatan apaga su cigarrillo contra la ventana, gira a verme de pronto cansado de observar para afuera, distrayendo su mente e ignorando lo que acabo de decir.

Cruza sus brazos y muerde su boca desde adentro por unos segundos antes de soltar un suspiro mientras yo lo miro pidiéndole al destino que porfavor diga las palabras correctas como siempre lo hace

-¿Y crees que es el momento perfecto?- pregunta soplando el poco cabello que descansa sobre su frente.

-No.- respondo y mi mirada cae de inmediato, observando la madera del piso de la habitación. -No me siento lista.- añado. Y luego con un poco de valor levanto mi mirada para encontrar la suya de nuevo. -Pero quizás nunca lo esté, ¿Sabes?- concluyo.

-Entonces supongo que ésta es nuestra despedida.- dice.

-Eso supongo.- respondo.

-Bien.- dice fríamente. -Mucha suerte.-

Su frialdad no me sorprende, porque por alguna razón ya sabía que ésta sería su reacción.

Así que me levanto de la cama y me dirijo a la puerta pero Jonatan me detiene con una simple oración.

-Lleva lejos el apellido, Violet.-

Y mi mano se detiene en el pomo de la puerta justo como sucedía en las películas dramáticas que veía con Hillary cuando teníamos 15 años, y puedo escuchar sus talones retumbando contra la madera mientras se acerca a mí y me gira tirándome del hombro.

-Algún día enmendaré todo el daño que te hicimos.- pone ambas manos sobre mis orejas y me da un beso corto en la boca. -Te lo prometo.-

Y yo asiento, sabiendo que el beso sólo significó el cierre de su promesa, salgo de la habitación, bajando las escaleras y aprovechando esos 14 pasos de vuelta a mi casa para blindarme ante mi padre.

Si bien no puedo blindar mi piel por lo menos sí mi espíritu.

Porque ése sí que es inquebrantable.

Y para cuando entro a mi casa me encuentro con mis maletas esperándome al pie de las escaleras y con mi padre en el sillón rodeado de cerveza.

Es la primera vez que trae la cerveza él mismo.

-No quiero escucharlo.- dice.

La televisión está apagada y el sillón reclinado, algo que también, por primera vez, hizo él mismo.

Una imágen que me recuerda que a partir de hoy ya no soy necesaria en ésta casa.

Y los truenos y los relámpagos avisan a todo el pueblo.

Avisan que va a llover.

Y avisan que alguien va a partir.

Avisan la separación de una familia, o quizás dos.

Y avisan el futuro tormentoso que me espera, o el pasado tormentoso que dejo atrás de mí.

Y la lluvia empieza a caer, dándome a entender que ya no hay marcha atrás.

Tomo mis maletas, una a cada lado, y empiezo a arrastrarlos contra la madera mientras me acerco a la puerta.

-Jason.- oigo a mi padre y en un reflejo giro a verlo.

-Soy Violet.- respondo.

-Como sea.- dice.

Y otra vez nos envuelve un oscuro silencio en el que sé que está buscando palabras para decirme y quizás no las encuentra.

O busca la fuerza para pronunciarlas y quizás no puede.

O quizás ni siquiera sabe lo que busca.

Pero voltea a verme.

Y puedo sentir una daga de rechazo atravesar mi pecho y hacer que mi espalda se reduzca sobre sí misma para hacerme ver pequeña y sumisa ante su imponente figura.

Y mi mirada cae de nuevo recordándome que no estaba lista para ésto, y el fuerte sonido de la lluvia contra el techo y el pavimento de la calle recordándome que nunca voy a estarlo.

-Busca un abrigo.- dice.

Y la curiosidad por saber a qué se refiere me hace levantar la mirada para encontrarlo poniéndose los zapatos.

Se levanta del sillón y echa un vistazo afuera.

-Vaya lluvia.- dice ajustando su cinturón en su cadera.

-Te llevo.- toma las llaves de su auto. -Hoy no estoy tan borracho.-

Desde entonces no he vuelto a saber del pueblo.

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Honestamente mi capítulo favorito hasta ahora 🙊, Me encantó escribirlo y espero les encante leerlo. ❤️

PERFORMING ARTS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora