D R A M A: I

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-Muy buenos días, señor Aldo.- dice Ben entrando a su despacho.

-Buen día, señor Aldo, un placer.- digo respondiendo su mano extendida.

-Buen día para ambos, no tenemos mucho tiempo, tengo una junta en 20 minutos. Por favor sean claros y concretos.- responde sentándose en su gran silla de cuero café que reclina cuando siente su peso encima.

Don Aldo es un hombre robusto, bajo, de unos 40 o 45 años que muy probablemente no viva muchos más juzgando por la manera en la que se terminó el tabaco que llevaba en su mano cuando abrió la puerta de su despacho para atendernos.

Y sin un solo segundo de duda saca otro de uno de los cajones de su gran escritorio y lo prende de inmediato entre sus dedos.

-Benjamín, ¿No?- pregunta.

Y debo admitir que su voz es un poco intimidante, él en general es un poco intimidante y ni siquiera intimida por su apariencia física sino porque estoy completamente consciente del poder que posee.

Puede reinventarme o destruirme en 3 segundos.

-Así es.- responde Ben junto a mí sin un solo ápice de nervios en su voz.

-Tu madre me comenta que quieres usar mi cabaret para catapultar a tu amiga a la fama, ¿Es eso cierto?- pregunta don Aldo dedicándome una rápida mirada.

-Exactamente don Aldo.- responde Ben. -Es muy talentosa y siento que sería la adición perfecta para su espectáculo.-

-Mmhm.- dice don Aldo no muy convencido -¿Cuál es tu talento?- me pregunta.

-Trabajo el erotismo desde varias formas don Aldo, puedo hacerlo por mi cuenta desde una tarima, puedo hacerlo con herramientas y también puedo hacerlo interactuando con el público, domino el arte del kinbaku en mí y en otros y soy increíblemente flexible lo cual me permite hacer trabajo de piso o aéreo.- respondo dejando de lado los nervios y recuperando la confianza en mí misma.

-¿Qué es kinbuku?-

-Kinbaku, don Aldo, es una forma de bondage, consiste en ataduras y amarres con sogas y otros materiales en función del erotismo.-

-De pie.- dice casi como si no le importaran en lo más mínimo mis talentos y solamente mi apariencia física.

Hombres.

Pero yo tomo esa oportunidad para levantarme y enseñarle mi atuendo y mi esbelta figura mirándolo fijamente a los ojos como si estuviera montando un show para él.

-Ok, ok, es linda. Sí.- dice

Me siento de nuevo junto a Ben y ésta vez don Aldo se inclina hacia al frente acercándose un poco más a nosotros.

-Cuentame, ¿por qué quieres ser parte de mi negocio?-

-Siento que soy la mejor representación del drag erótico que puede encontrar en el medio, don Aldo.- respondo.

-¿Qué es drag?- pregunta.

Y me toma por sorpresa.

-Una rama del travestismo dedicado al entretenimiento.-

-¿Eres un travesti?- pregunta.

-Soy una drag queen.- respondo fría, entre dientes, sintiendo un poco de enojo.

-No quiero travestis en mi cabaret.-

Y se recuesta de nuevo contra la espalda de su gran silla café, apagando la base de su tabaco frotándolo con fuerza contra el cenicero enchapado en oro y plata que tiene junto a un vaso de agua a su izquierda.

Yo lo miro a los ojos mientras me levanto de la silla, porque quiero que se grabe mi cara en su memoria y nunca la olvide.

-Bien, muchas gracias don Aldo, hasta luego.- dice Ben saliendo primero de la gran habitación.

-Sin drag queens no existiría su preciado cabaret. Hasta pronto don Aldo.- respondo con veneno filtrándose entre mis dientes pero dedicándole una sonrisa condescendiente y salgo.

Camino a casa Ben pregunta:

-¿Por qué dijiste eso al salir?-

-Porque es cierto, el cabaret se hizo famoso por las drag queens y los travestis que trabajaban en ellos.-

-¿Sí?, No lo sabía.- dice Benjamín apretando mi rodilla levemente con su mano en un intento por distraer mi mente de lo que acaba de pasar.

-La historia no miente.- respondo y decido mirar por la ventana el resto de camino, sin prestar atención a los vistazos esporádicos de Adam mientras maneja.

El teléfono de Ben suena junto a mí y cuando responde y empieza a hablar me doy cuenta de que es Matthew quien llama a preguntar cómo salió todo.

Fatal.

A medida que el auto avanza entre las calles mi enojo se transforma en indignación.

Es indignante, muy indignante, pensar que en serio hay personas en el siglo XXI que aún no son capaces de reconocer la diversidad del alma, la diversidad sexual y la diversidad del arte.

Arte.

Eso es.

Lo que yo hago siendo Violet es arte.

El simple hecho de que Violet exista es una forma de arte.

Y no quiero pensar que el hecho de que mis amigos toleren y entiendan lo que hago es un privilegio, pero lastimosamente así es.

Y es un privilegio que no cualquier drag queen tiene, y es un privilegio que yo siempre he tenido desde que conocí a Hillary; pero conozco casos, como el de Pearl, en el que han tenido que luchar con dientes y uñas para hacer valer su derecho de expresarse en cualquier forma.

Sea como Sam o sea como Pearl.

Y mientras avanzamos por las calles congestionadas de las Vegas mi indignación empieza a transformarse en tristeza.

Me da tristeza ver que tanta gente se esforzó por hacer que yo llegara aquí y tuviera una oportunidad y que al final nada resultara como lo planeamos.

Pero bueno, así son los giros de la vida.

Ya en el hotel subo de inmediato a la habitación y justo antes de que empiece a salir de drag Adam entra al cuarto.

-¿Quieres un abrazo?- pregunta.

A lo mejor porque ya sabía que venía triste en el auto.

Yo asiento con mi cabeza sin mirarlo a los ojos y él se acerca y me apega a su pecho.

Es algo muy sutil pero muy significativo, me atrevería a decir que para ambos.

-¿Quieres llorar?- pregunta

-Puedes hacerlo si quieres, estamos solos.- agrega.

-Jamás lloro.- respondo.

Al menos no siendo Violet Chachki.

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