X: Los caídos

117 22 7
                                    

—Sabes Lucas, me he dado cuenta que siempre has estado en las cosas malas que me ha pasado, por ejemplo desde que una tortuga me mordió hasta el día de la fiesta, y ahora aquí —susurro en su oído y él me mira con una sonrisa.

—Lo sé. Eso significa que soy un buen amigo.

—Y que me das mala suerte también.

Escucho la risa de Samuel cuando digo eso y veo que Lucas luce indignado pero no dice nada. Desde que entramos a la casa y logré despertarlo, Maalik y Samuel solo nos miraban y se susurraban entre ellos, como si no decidieran que hacer con nosotros. Por otro lado, Lucas se mantenía atento ante los movimientos de ellos y los miraba con curiosidad.

—¿Qué estaban haciendo en mi casa? —su pregunta va más que todo dirigida hacia mí.

—No me dejaste opción, me dijiste que creyera y todo eso —respondo cruzando mis brazos.

—Te dije que creyeras, pero no que creyeras que podías husmear en mi casa.

—¿Entonces qué debía hacer?

Maalik suelta un suspiro y mira a Samuel, quien parece complacido con toda la situación. Lucas sigue sin decir nada, así que debo ser yo quien cargue con toda la responsabilidad, porque bueno, fue mi idea después de todo.

—¿Por qué hay una hoja del diario de mi padre en tu casa? —pregunto sin rodeos. Maalik ni se inmuta.

—Porque él me dio su diario.

Parpadeo varias veces intentando comprender. Nunca vi a David intercambiando palabras con él, tampoco lo vi visitar su casa, así que eso no tenía sentido. Intenté responder, pero esta vez Lucas habló:

—¿Por qué te lo daría a ti?

Maalik lo mira como si fuese un insecto que le daba mucho asco y prefiere mirarme a mí para responder. En otra ocasión me hubiera reído.

—Porque así lo quiso.

—Esa no es una respuesta.

—¿Por qué tienes una ouija, Keyssi?

—También tienes una.

Me levanto del sofá y voy a la cocina por algo de comer, ya que esta situación me está dando algo de ansiedad. Puedo sentir la mirada de Maalik en mí pero intento ignorarlo. Sacó un helado que tenía guardado para momentos de ansiedad y me siento arriba de la barra de la cocina para comerlo. Veo a Maalik entrar y ruedo mis ojos.

—No puedo decirte nada de lo que pasa, tú misma debes descubrirlo —dice totalmente serio y yo me río.

—¿Eres un vampiro?

—No.

—¿Hombre lobo?

—No.

—¿Un asesino y mi padre lo sabía?

—No, Key.

—¿Dónde está su diario?

Maalik suspira y yo por mi parte intento concentrarme en todo, menos en su belleza. Porque si, hay que admitirlo. Maalik era jodidamente lindo. Su cabello castaño todo revuelto como si hubiese pasado su mano varios veces, su piel blanca y aquellos tatuajes que podían verse a través de su camisa blanca, sus labios rojos y aquellos ojos que nunca paraban de llamar mi atención. Aquel azul y casi naranja que atrapaban a cualquier persona y...

—¿Me estás escuchando?

Parpadeo varias veces y me doy cuenta que Maalik me estuvo hablando todo este tiempo. ¿Qué había dicho? ¿Qué hizo? No lo sabía, estuve todo el tiempo detallando su rostro que...

EL CAÍDO (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora