II: El cielo y el infierno

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Estaba realmente atrasada para la escuela.

Había despertado hace veinte minutos y no fue precisamente por la alarma que se me olvidó colocar, sino porque Lucas llamó miles de veces preguntándome que donde estaba y que si había estudiado para Matemáticas. Otro detalle más, tampoco estudié.

Voy enseguida.

Eso fue lo que medio pude responder mientras terminaba de ponerme mis tenis. Busqué rápidamente unos apuntes del examen que tenía guardado en una libreta y después tomé mi mochila. Por suerte, solo estaba a cinco minutos.

Vivo cerca y llego tarde, otros que viven lejos llegan a tiempo. Qué ironía.

Salgo de la casa empezando a repasar los apuntes del examen. ¿Cómo diablos lo había olvidado? Era el más importante de todo el año y tenía que pasarlo así sea con un 8, no podía reprobar nuevamente, si lo hacía no me terminaría de graduar, y ahí sí que Lucas se mataría.

De repente, alguien sostiene mi brazo con fuerza haciéndome retroceder varios pasos en el momento que un auto pasa por mi lado con velocidad. Mi respiración se detiene ante el pensamiento de que pude haber sido arrollada por estar distraída en matemáticas. Miro hacia mi izquierda y me encuentro con Maalik frunciendo el ceño, él suelta mi brazo y retrocede varios pasos. Tenía los lentes de hace días puestos y vestía de negro y gris como siempre.

—¿Por qué no ves hacia el frente? —su voz sale rasposa y ronca, con un acento que nunca lograba distinguir.

—Lo siento, estaba estudiando.

—Un estúpido examen no vale tanto como tu vida, Key.

—Tienes razón. ¿Caminamos juntos?

Maalik duda por un momento y cuando siento que dirá que no, él empieza a caminar indicándome que lo siga. Me coloco a su lado y ambos caminamos en silencio. Podía jurar que mi acompañante me miraba a cada rato, incluso con los lentes puestos, pero no tenía el valor de mirarlo a la cara.

—No te vi más desde el día en el muelle.

—Estuve ocupado.

—Ah.

—Ajá.

No dice más nada. Cuando llegamos y fuimos a nuestra clase, -que de por si estaba en todas conmigo-, pedimos disculpas por la demora y para mi sorpresa, se sienta a mi lado y no atrás, como siempre lo ha hecho. Miro a Lucas y él me lanza una mirada llena de preguntas que ni yo misma sé que contestaría.

El profesor empieza a entregar cada examen para realizar y decido desviar mi mirada a la derecha y noto a Maalik empezando a escribir. Me enfoco en mi examen y siento que he quedado en blanco.

¿Y ahora qué? Para otros eran ejercicios matemáticos sumamente fáciles, para mí era jeroglíficos que nunca entendería ni aunque Lucas me explicara miles de veces. Empezaba explicándome como el dinosaurio de Toy story, todo tranquilo y calmado, pero cuando no le entendía se convertía en Godzilla queriéndome comer para que me calle. Las matemáticas no eran para mí, era una relación muy tóxica y siempre salía lastimada era yo.

—Señorita Walker, debe mirar su examen. El techo ni la ventana le dará las respuestas, así que mire su hoja —dice el profesor y todos se ríen de mí.

Vuelvo a mirar la hoja y siento que voy a suicidarme en este momento.

Treinta minutos después el examen termina y solo pude terminar cinco ejercicios... de veinte. El profesor quita todas las hojas y reprimo las ganas de gritar cuando salgo de la clase con Lucas riéndose de mí, asegurándome que si no lo pasaba tendría otra oportunidad. Intento ignorarlo y caminamos en busca de algo de comer para la siguiente clase.

EL CAÍDO (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora