IX: Descubrimiento

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—¿Entonces me perdonas?

Miro a Lucas y después a toda la comida que trae en un carrito: pizza, helado, hamburguesas y coca cola. Una sonrisa se extiende en mi rostro y simplemente lo abrazo, lo abrazo porque a pesar de todo es mi familia, la única que me quedaba y no podía vivir sin él.

—Lo tomo como un sí. Ya tengo Avengers: endgame, ¿quieres verla?

—¿Qué clase de pregunta es esa? Entra.

Lucas toma toda la comida y subimos a mi habitación. Conecto un USB en la laptop y me acuesto con él para ver la película. Durante las tres horas reímos, sacamos teorías y después terminamos llorando con ese maldito final de endgame. De repente el apetito se me quita y no dejo de pensar en la película, en cómo sucedieron las cosas, en los efectos especiales, en todo. Miro a Lucas y él parece del mismo modo que yo.

—De repente me dieron ganas de matarme —suelta de repente y me río—. Eso fue, ¡wow!

Asiento a sus palabras y me levanto para agarrar una bolsa de doritos que tenía guardada. Me acuesto a su lado y suspiro. El tema de Maalik y las cosas que pasan a su alrededor invaden mi cabeza y siento la necesidad de discutirlo con alguien.

—¿Crees en Dios? —me atrevo a preguntar y él frunce el ceño.

—¿A qué viene eso?

—¿Lo haces o no?

Lucas se acomoda mejor y me roba la bolsa para responder. Noto en su mirada molestia.

—No, ni un poco.

—¿Por qué no?

—Dios no estuvo cuando ambos lo necesitábamos. Me refiero al orfanato, las cosas que nos hacían, los maltratos, la poca comida. Creo que si Elisa y David no te hubieran adoptado, o si Elliot y Leila no me hubieran adoptado, ya estaríamos muertos o en algún otro lugar viviendo de mala manera. También sucede en personas inocentes muriendo de cáncer, o que están siendo abusadas por otras personas, dudo que Dios esté allí con ellos.

Muerdo mis labios ante esa respuesta inesperada, no solo duda la existencia de Dios, sino también que lo odia, exista o no. Lucas me observa y esta serio, como si odiara estos temas y es algo que me sorprende. Es la única cosa que no sabía de él, hasta ahora.

—Sé que David era muy creyente, Elisa no tanto, pero puedo asegurar que algo de David quedó en tu cabeza. No te juzgo Key, pero espero tampoco me juzgues a mí. Quizás haya un Dios, pero de cualquier manera todos estamos solos en este mundo.

Aprieto su brazo tratando de decirle que lo entiendo, que no lo juzgo. Pero, algo recuerdo, nuestro tatuaje.

—¿Por qué decidiste unas alas para tatuarlas?

Esa pregunta lo hace sonreír.

—Porque creo en un ángel, uno que si existe, y eres tú. Eres mi ángel, ese que me salvó de una rata y que golpeó a Marta porque me golpeó a mí, eres ese ángel que me cuidó cuando tuve neumonía, ese ángel que hizo lo posible para que Elliot y Leila me adoptaran. Esas alas son tuyas, que nadie puede ver pero yo sí.

No sé en qué parte del discurso me puse a llorar, pero lo estaba haciendo. Lucas me abraza y lloro más. Mi mejor amigo era lo más valioso que quedaba en mi vida y perderlo a él es perderme con también, porque somos un complemento, porque no importa que pase siempre estaríamos para el otro.

—Odio cuando me haces llorar —le digo riendo. Me alejo y Lucas se ríe.

—Venga, ya deja de llorar, vas a inundar la habitación y de paso te ves horrible.

EL CAÍDO (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora