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—Hace 15 años atrás—

—Mm, me gusta ese —pronunció una mujer de unos treinta años, señalando a un muchachito rubio de ojos celestes.

—Tú, ven aquí —le dijo serio un hombre de cabello y ojos marrones, señalando al jovencito.

El rubio se acercó a ellos, arrastrando sus pies por el helado suelo nevado. Tanto sus tobillos como muñecas tenían grilletes, unidos a una corta cadena.

—Es tu nueva dueña, debes obedecerle ahora, o ya sabes que ocurrirá.

Los ojos celestes del jovencito, observaron a aquella hermosa mujer, de mirada perversa y sonrisa burlona.

—Me encanta, seremos muy buenos amigos —sonrió dándole una palmadita en la mejilla.

Y aunque el jovencito pareciera un adolescente cercano a los dieciocho años, lo cierto es que sólo tenía doce años de edad.

***

—6 años después—

Observó los signos del muchacho en su tablet, mientras estaba en la máquina de correr. La morena subió la velocidad, y con ella el muchacho comenzó a correr más rápido.

El joven gruñó, apretando los dientes, al sentir que sus músculos se estaban esforzando de más. Y si ella no bajaba la velocidad, terminaría por desgarrarse.

Cuando la mujer consideró que fue suficiente, lo detuvo abruptamente, haciendo que el rubio se tropezara. Y si no fuera por sus buenos reflejos, habría terminado en el suelo, golpeado.

La miró molestó y gruñó.

—Ya, deja el drama —le dijo desinteresada, observando su tablet—. Vamos a las pesas, quiero ver cuánto puedes levantar.

***

Gritó extasiada, al recibir sus profundas y violentas estocadas, llevándola a la gloria. Sabía que el muchacho estaba molesto, y no le importaba en lo más mínimo.

Era cuando mejor la follaba.

Apretó las uñas en las sábanas de la cama, y gritó al alcanzar el clímax, cayendo sobre el colchón, agitada.

Pero él no se detuvo, siguió penetrándola hasta correrse, hundiéndose profundamente en ella, robándole un jadeó bajo.

Maizak le acarició suavemente la espalda, y se inclinó hacia adelante, subiendo con lentos besos por su columna, hasta su cuello, dónde se detuvo, lamiéndolo.

—Mm sí, muévete gatito —le dijo con una suave sonrisa, y los ojos cerrados.

Él guió una de sus manos por debajo de su vientre, hacia su intimidad, acariciando suavemente su clítoris, mientras comenzaba a moverse lentamente en su interior.

Si algo le gustaba, era complacerla. Escucharla gemir, jadear, gritar su nombre. Qué sólo él fuera su hombre, que sólo por él se mojara.

Lo hacía sentir especial, suyo.

***

Sonrió al observarlo vestido de aquel modo, y vaya que se veía elegante en ese smoking negro. Maizak era un muchacho muy apuesto, y sabía que no se había equivocado al elegirlo.

Sólo que su relación no tendría que haber llegado a algo tan íntimo.

Tomó una fina cadena plateada, y desde el gancho que estaba en su extremo, lo sujetó al collar, del mismo color de metal, que él tenía en el cuello.

—Muy bien, andando —sonrió.

Aquella noche tenían una reunión especial, con el resto de los trabajadores de la isla. Ellos estaban allí sólo por un motivo, la explotación de los recursos naturales y el tráfico de animales salvajes y exóticos.

A los cuales la especie de Maizak pertenecía.

El rubio miró a su dueña, y no pudo evitar pensar que sea veía hermosa, con ese vestido negro pegado a su cuerpo, marcando cada una de sus curvas.

Gruñó bajo, y ella se giró para verlo, sonriendo traviesa.

—No, no, te aguantas mi amor, ésta noche no tendremos sexo... Al menos no tú.

Al escuchar aquello, se detuvo y la miró confundido.

—Cariño, no eres exclusivo y lo sabes. Además, me gusta siempre innovar —sonrió—. Tengo ganas de estar con alguien maduro ahora.

Maizak sólo tenía dieciocho, y su dueña ya estaba por cumplir los cuarenta, sólo en unos meses.

***

—Actualidad

No sabía cómo había llegado a aquel lugar, ni siquiera donde estaba, pero allí habían muchos de los suyos, y humanos. Al parecer estaba en un centro de salud.

Y no sabía si Esther había logrado escapar, pero esperaba que así fuera... Qué su pierna hubiese valido la vida de ella.

Una de las tantas balas que habían penetrado su cuerpo, había causado un daño irremediable en su pierna izquierda. Una infección que los médicos sólo pudieron detener al amputarla, por encima de la rodilla.

Ahora Maizak se encontraba en tierras que no eran su hogar, con personas que no hablaban su idioma, y un vacío enorme en su ser.

¿Cuál era su motivo ahora de vida? Esther era todo lo que él tenía, todo lo que conocía, a quien pertenecía. Y ahora ella ya no estaba en su vida.

...

Hola amores, la verdad es que quería escribir más, pero tuve un día súper largo (estoy despierta desde las 7am y ya son casi las doce de la noche en mi país) el trabajo me ha quitado tiempo de actualización 💔

En fin, espero mañana poder traerles más actualizaciones de Judas y Maizak ❤️💕

MaizakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora