Capítulo 19

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—¿Por qué chico del Este? —le inquirió curioso, mientras caminaba junto a ambas hermanas.

La mayor no se veía para nada feliz, pero Maizak había aceptado de todos modos ir con ellas. Sería bueno pasar un poco de tiempo con alguien.

—Porque en la tribu del Este viven los machos rubios, como tú. Yo no lo sé, pero creo que mi papá pudo haber sido un macho del Este —sonrió.

—Ah —susurró pensativo—. En mi caso, no soy del Este, vengo de otro lugar.

—Oh ¿No eres del Este entonces? ¿Y de dónde vienes?

—Un lugar muy lejano de aquí, donde siempre cae nieve.

—¿Qué es nieve?

—Son pequeñas gotas de agua congelada, que caen en forma de copos. Es por eso que hace mucho frío. No como aquí.

—¡Yo quiero conocer ese lugar, Ayra! —exclamó emocionada, mirando a la morena—. ¿Me llevarías?

—Claro —pronunció sin más, para que la niña no continuara insistiendo.

—Soy Maizak —sonrió suavemente el rubio.

—Mi nombre es Shana, y mi hermana se llama Ayrata.

—Bonitos nombres los de ambas —sonrió mirando a Ayrata, que iba llevando los pescados, sin prestarle atención.

***

—¿Por qué le temes tanto a los machos?

—Porque son peligrosos —gruñó.

Shana se había quedado dormida junto a la fogata, luego de comer varios pescados. Realmente la niña tenía ganas de cenar aquello. Y Ayrata había creído que sólo había sido una excusa para encontrarse con aquel tipo.

—No todos somos peligrosos, al menos no con las mujeres y niños.

—Conozco machos que sí lo son —pronunció con desprecio, afilando sus pupilas.

Él desvió la mirada, observando el fuego, para no incomodarla al preguntarle aquello.

—¿Alguno te dañó siendo una niña?

Ella apretó los dientes, y bajó la mirada, observando a su hermanita dormir. La niña estaba apoyando su cabeza sobre los muslos de Ayrata, mientras ella le acariciaba el cabello.

—Tenía doce años, y como mi mamá estaba cuidando a Shana, que aún era una bebé, yo tenía que ir a cazar... Mi mamá me había dicho que no me alejara, que era peligroso por la época. Y no lo hice, pero de todos modos, ese macho estaba cerca —recordó con rabia, frustración. Impotencia que denotaban las lágrimas en sus ojos—. Él me sujetó desde atrás, y era mucho más grande que yo, no podía defenderme.

Ayrata respiró profundo, intentando tragar el nudo en su garganta. Era la primera vez que se lo contaba a alguien, ni siquiera a su madre lo había hecho.

—M-Me arrojó al suelo con fuerza, y me separó los muslos. Yo no sabía que quería hacerme, sólo que no estaba bien. Y me paralicé, no pude hacer más nada —su voz se quebró, y se mordió con fuerza el labio inferior, intentando controlar los espasmos.

Secó las lágrimas de sus mejillas, y miró a Maizak con rabia.

—Yo no era como las otras hembras, era pequeña, era una niña, y a él no le importó. Me tomó como a una hembra adulta, madura... Y muchas veces.

—¿Cómo que muchas veces? ¿No fue esa única vez?

—N-No, fueron muchas veces... Y yo no podía hacer nada, p-porque dañaría a mi mamá o hermanita... Y-Y yo no quería q-que ellas pasaran por el mismo dolor.

—¿Y cuándo terminaron las violaciones? —gruñó.

—Cuando nos fuimos de allí, luego de que mi mamá enfermara... Y creí que yo también estaba enferma, porque no me sentía bien. Pero debía ser fuerte, porque Shana necesitaba de alguien que la cuidara.

—¿A qué te refieres con eso?

—Kanat'ma es sabia, y ella decidió que no era momento para que yo fuera madre.

La miró con tristeza ¿Era eso? ¿Estaba embarazada y había perdido a su bebé? ¿Cómo era posible que su madre no se diera cuenta por lo que estaba pasando? Era increíble, nadie la había ayudado.

¿Nadie había visto o escuchado nada jamás? Porque según las cuentas de él, el abuso había durado casi un año. Ahora entendía porque ella lo miraba con tanto desprecio.

Y cuidaba tanto a Shana.

—Tenía doce años cuando una humana me "adoptó". A los pocos meses, nosotros comenzamos a tener sexo. A mí no me dolió como a tí, pero... Sí era extraño, ella era mucho más grande que yo.

Ayrata lo observó a los ojos, y luego miró a su hermanita.

—¿Tienes hijos?

—No, luego de que mi dueña quedara embarazada, y se lo quitara, cuando yo tenía quince, me hicieron una vasectomía. Es una operación para que no pueda tener hijos.

—E-Entonces tú también p-perdiste un bebé.

—No yo, porque ella era quien lo llevaba, y quién decidió no tenerlo. Pero... Supongo que ambos perdimos un hijo.

—¿Cómo haces para dormir en las noches?

—A veces no puedo —reconoció en un tono bajo—... Por mi dueña he hecho muchas cosas malas.

Al escuchar aquello, Ayrata lo observó con desconfianza. Sabía que ese tipo era peligroso.

—No es lo que crees, yo trabajaba para ella. Pero jamás lastimé a una mujer o niño. Sólo... Hombres peligrosos.

Ella asintió levemente con la cabeza, y se puso de pie, para tomar luego en brazos a Shana.

—Lo que hemos hablado, no cambia en nada lo que te he dicho antes. Quiero que te mantengas alejado de nosotras.

—Lo sé, no te preocupes, me iré cuando tú entres con la niña en la casa.

—Bien —le dijo antes de marcharse.

Ella no confiaba en ningún hombre, sin importar cuán triste y parecido haya sido su pasado.

Maizak la observó marcharse, y le echó unos leños más a la fogata, poniendo otro pescado clavado en una rama para coserlo. Se quedaría allí unos minutos más.

Él había logrado perdonar a Esther, o quizás, lo suyo no había sido tan traumante por ser un chico. O tal vez, porque para él habían pasado muchos más años.

Ayrata sólo tenía dieciocho, habían pasado cinco años desde aquellos episodios. En cambio para Maizak habían pasado más de quince años.

Observó su comida, y suspiró, mirando las estrellas. Si llegara a encontrarse con ese tipo, y pudiera reconocerlo, no lo dudaría ni un por un segundo tomar su vida.

Así como con el tipo que había violado a Nidia. Lo asesinaría.

...

MaizakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora