Capítulo 24

8.8K 1.1K 35
                                        

Habían juntado las tres camas, y Maizak había traído un juego de mesa, el cual le estaba enseñando a jugar a ambas hermanas.

Y las dos parecían muy animadas, Ayrata lucía mucho mejor que al medio día, cuando estaban recorriendo el asentamiento.

—Ay.

—¿Qué pasa, Shana? —preguntó curiosa Ayrata, al ver la carita de la rubia.

—Necesito ir al baño —le dijo bajándose rápido de la cama—. C-Creo que me demoraré. Jueguen sin mí —pronunció avergonzada, antes de irse casi corriendo al baño.

Maizak sonrió divertido, y tiró los dados, moviendo su ficha la cantidad de casilleros que sumaban los números.

—¿Aún piensas en ella? —preguntó en un tono bajo Ayrata, tomando los dados.

El rubio la observó curioso, sin entender a que se refería.

—En tu pareja.

—Ah... A veces, ya no tanto como antes. Guardo un lindo recuerdo de lo que tuvimos, pero no vivo del pasado. Imagina que si lo hiciera, mi vida no avanzaría —sonrió suavemente—. Me quedo con lo bueno, y continúo con mi vida. Además ahora las tengo a ustedes.

—¿A qué te refieres?

—Antes solo podía pensar en ella porque estaba solo, no tenía a nadie más. En cambio ahora, las tengo ustedes, sólo pienso en... Hacerlas feliz.

Ella lo observó con confusión, y luego bajó la cabeza, negando.

—Tú no tienes que hacer eso. Ese es mi trabajo, Shana es mi hermanita.

—Y no intento robártela, sólo ser parte de su familia. Me siento bien cuando estoy con ustedes, acompañado.

—Está bien —pronunció bajo.

—¿Te sientes mejor?

—Sí, prefiero quedarme aquí adentro, a tener que salir. No me siento cómoda.

—Ayra, necesitas superar tus miedos, tus traumas. Quiero que entiendas que ese tipo ya no puede dañarte. Tú ya no eres una niña, y no estás sola ¿De acuerdo? Tú ahora eres fuerte, y yo siempre voy a estar a tu lado.

—No es fácil, Maizak —le dijo en un tono tembloroso de voz—. Siempre recuerdo su voz, sus amenazas, y me siento tan pequeña e indefensa. Sé que si volviera a cruzármelo, no podría hacer nada del miedo.

La tomó de una de sus manos, y cuando ella lo miró, le sonrió.

—Si llegaras a verlo de nuevo, estaré ahí, a tu lado, y créeme que él no volverá a dañarte.

***

Dos horas habían intentando que Shana se durmiera, pero la niña estaba tan emocionada con su ropa nueva, y con todo lo que había pasado aquel primer día, que no podía dormirse.

Pero lo habían logrado, luego de darle un vaso de leche caliente y galletas. Le habían permitido mirar un poco de televisión, algo nuevo para ella, y se había quedado dormida.

Ayrata besó suavemente la frente de la pequeña rubia, sonriendo. Shana tenía razón, la vida allí era mucho mejor que en la selva.

Había probado la ducha, y era algo que se sentía realmente bien. Especialmente el agua caliente, y todas aquellas fragancias de los geles, que les daba un mejor aroma.

Se aseguró de que la puerta de la habitación estuviera bien cerrada, y salió al balcón, dónde estaba Maizak, apoyado en el barandal, mirando hacia los asentamientos.

La noche estaba muy concurrida, y se veían varias familias paseando por las calles y parques. Ellos se encontraban en el séptimo piso, y tenían una buena vista desde allí.

—Shana finalmente se durmió.

—Que bueno —sonrió—. La noche está muy bonita.

Insegura, se acercó a él con pasos lentos, y miró hacia los parques, viendo tantas familias reunidas.

—¿Cómo era tu dueña? —le preguntó curiosa, observando un carrusel con luces, se veía realmente precioso.

Tal vez si se animaba, podrían llevar allí a Shana el día siguiente.

—Su nombre es Esther, o era, no sé si seguirá viva. Ella tiene el cabello negro, al igual que sus ojos, y es una mujer muy bonita. Jamás aparentó su edad. Ahora debe tener unos cuarenta y siete, no recuerdo muy bien.

—¿La veías como a tu pareja?

—Mm, no. Era especial para mí, ya que había sido mi primera mujer, pero sabía cuál era mi lugar, y como ella me veía a mi. Cómo su mascota. Es por eso que nunca la vi como mi pareja.

—¿Piensas en ella?

—No, no pienso en ella, mis pensamientos ahora los ocupa alguien más —sonrió.

Ayrata se acercó al barandal, y se tomó de él, mirando hacia el árbol de Kanat'ma.

—Mi mamá me tuvo a mi cuando tenía dieciséis años, era joven. Creo que fui el producto de su primer celo. Nunca me habló de mi padre, pero él creo que fue muy especial para ella.

—¿Por qué lo crees?

—Ella siempre paseaba cerca del asentamiento de machos, tal vez con la intensión de volver a verlo.

—¿Y a ti te gustaría conocerlo? El asentamiento de machos no está lejos de aquí, podríamos preguntar si alguien conoció a tu mamá.

—No, porque para él, mi mamá no fue especial. Parece que las mujeres de nuestra familia no tienen suerte con los machos.

—Antes de que conocieras a la basura que te dañó ¿Te gustó algún niño?

Ella giró el rostro, y lo observó curiosa.

—¿Qué?

—Eso ¿Conociste algún niño que te haya gustado? Según tengo entendido, los niños viven un tiempo con sus madres, antes de ir a la tribu de machos.

Ayrata lo pensó por un momento, y luego asintió levemente con la cabeza.

—Había un niño, su nombre era Dix.

—¿Y cómo era él?

—Era de piel morena, su papá era de la tribu del norte, pero tenía ojos azules como su mamá. Era agradable, a veces jugábamos juntos —recordó sonriendo—. Era lindo.

—¿A qué edad se fue?

—Tenía nueve, su mamá pidió que su padre se lo llevara, ya que ella participaría en la puesta de aquel año. Esa fue la última vez que lo vi.

—Tal vez, él hubiera sido tu pareja, si-

—No —lo interrumpió—. No creo que lo hubiese elegido, yo no pensaba en tener hijos. No quería eso para mí. Había visto a mi mamá sufrir para dar a luz a Shana.

Sonrió y negó con la cabeza.

—Yo tampoco quería, hasta que conocí a Nidia, pero ninguno de los dos podía tener hijos. Creo que todo depende de con quién estés. A veces, llega la persona correcta, y sientes que con ella quieres tener una familia.

—¿Tú quieres hijos, Maizak?

—Sí, hoy me gustaría tener un hijo, un bebé, una familia... Pero sé que es imposible, soy un "gato esterilizado" —sonrió.

...

MaizakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora