—¿Para qué es este lugar, Mai? —preguntó curiosa Shana.
—Esto es un centro de salud, y sirve para tratar a las personas que están enfermas, o necesitan atención médica. Cuando alguien se lastima, y no se siente bien, viene aquí —sonrió.
—¿Y por qué estamos aquí? ¿Quién se siente mal?
—Nadie, pero Ayrata vino para que le pongan una inyección, y así evitar el celo.
—¿Qué es una inyección?
Río bajo, y observó esos grandes ojos cafés.
—Cuando estemos en el consultorio, la enfermera les explicará mejor.
Maizak fue quien habló en la recepción, explicando porqué estaban allí, y luego los tres esperaron a que atendieran a Ayrata. En la sala de espera, Maizak se sentó junto a la castaña, mientras la niña miraba curiosa los dibujos en los afiches de información.
—¿No te sientes bien? Cuando salgamos de aquí, podemos volver al hotel —le dijo en un tono bajo él.
—Tenerte cerca, hace que mi piel queme —susurró Ayrata, mirando hacia abajo—. E-Eres el primer... Macho que está cerca de m-mí, durante mi celo.
—Tú aroma ha aumentado un poco.
—Es porque tú estás cerca, mi cuerpo... Reacciona a tí.
Maizak respiró profundo, intentando controlar aquellos impulsos.
—Sólo unos minutos más, y ya pronto todo desaparecerá —sonrió.
Ella levantó la cabeza, y al mirarlo, bajó sus orejitas, luciendo tan malditamente adorable, que el muchacho apretó sus puños, sintiendo su pulso acelerarse.
—¿Seguro funcionará?
Asintió con la cabeza, sin poder dejar de observar sus ojos verdes, sus labios gruesos. Cuanto deseaba probarlos.
—M-Maizak —pronunció bajo, antes de lamerse el labio inferior suavemente—. Yo-
—Ayrata Shira —pronunció la enfermera, saliendo del consultorio.
La castaña se separó rápidamente de él, y miró a la señora que la había llamado.
—Soy yo.
—Ven cariño —sonrió.
Ella se acercó hasta el consultorio, sintiendo sus piernas flojas, y Shana la tomó de la mano, entrando ambas, antes de que la puerta se cerrará.
Maizak cerró los ojos, y se pasó una mano por el rostro. Malditos deseos.
***
Sí, había dolido un poquito el pinchazo, pero la enfermera le había explicado que tendría que darle dos dosis más, debido a que ella se encontraba en su celo.
¿Cómo era posible que ya estuviera de la mañana al mediodía? Bueno, todo culpa de Maizak.
La naturaleza seguía su curso, y al tener un macho cerca, aceleraba todos los procesos. Es por eso que necesitaría dos dosis más, para evitar un embarazo.
Lo cual era imposible, segundo Maizak le había dicho, él no podía tener bebés... ¿Y por qué estaba pensando en la posibilidad?
Tal vez, era por el hecho de que no había podido dejar de mirarlo, el celeste de sus ojos, su sonrisa, su cuerpo fuerte y marcado. Lo amable y dulce que era con su hermanita, como siempre se preocupaba por ellas, como les explicaba todo.
Ayrata no había querido regresar al hotel, para no estar en un lugar tan pequeño a solas con él. Así que, los tres se encontraban paseando, y Shana no podía más de feliz.