"—Esto no fue lo acordado —pronunció molesta al ver el dinero que le estaban entregando.
—Eso es lo que te pagaremos, los machos que nos has conseguido no son tan buenos.
—¿Qué no son tan buenos? Son de mi propia colonia —masculló—. Quiero lo que falta ahora, ya.
—Tsk, a mí no me interesa lo que quieras. O tomas ese dinero ahora, o-
El rugido de una bestia, furiosa, lo interrumpió. Entre ellos apareció un muchacho rubio, de ojos celestes y cuerpo musculoso, luciendo realmente cabreado.
—¿Quién es él? Por éste si pagaré lo que acordamos.
La mujer río divertida, y luego se acercó al muchacho, tomándolo del mentón con una de sus manos.
—¿Te gusta mi cachorro? Él no está en venta, es mío.
—Olvídate del dinero entonces, yo esperaba a alguien como él, no a los escuálidos que me vendiste.
—Okay, Mai, encárgate del bastardo. Si no deposita el doble de lo acordado en media hora, acaba con él —pronunció con simpleza, antes de girarse e irse.''
Hacía algunos días no veía a Ayrata y Shana. Cómo le había dicho, no había vuelto hacia su hogar, para no incomodar a la hermana mayor.
Pero ahora que había cazado un venado, y era mucha carne para él solo, quería llevarles una parte. Sabía que Ayrata no podía cazar por tener que cuidar a su hermanita, y la carne era necesaria para ellos.
Especialmente en los niños.
Trozó aquel venado, luego de quitarle la piel, y colocó más de la mitad en una cesta tejida con hojas de palma, para poder llevárselas a ambas muchachas.
Sólo esperaba que Ayrata no se molestara mucho, y aceptara su regalo.
***
—¿Otra vez verduras? Qué aburrida eres, Ayra ¿Por qué no podemos cazar un animal?
—Porque la última vez que lo intentamos, casi pierdo un brazo por tu culpa. Y no volveré a arriesgarme —le dijo sirviéndole a la niña.
—Ya te dije que no fue mi culpa, yo no había visto a ese felino allí —bufó, tomando un trozo de papa—. No me gusta comer siempre lo mismo. Prefiero que vayamos a pescar Gushis.
—Tal vez luego, ahora cómete eso.
—¿Qué hay de las trampas? ¿No hay ningún conejo?
—Las he quitado, estamos en época de reproducción.
—¿Y qué tiene?
—Que no podemos cazarlos. Muchas hembras están preñadas, hasta dentro de dos meses, no podremos comer conejo.
—Puff...
La muchacha sonrió levemente y se sentó frente a su hermanita, para poder almorzar también.
—¡Es Maizak! —exclamó Shana al ver por la ventana al rubio, caminando hacia el patio de ella.
La niña salió corriendo por la ventana, y Ayrata se puso rápidamente de pie, saliendo de la casa para ir tras su hermana. ¿Por qué diablos había vuelto?
—¡Trajo carne, Ayra! —chilló emocionada, al ver lo que el muchacho tenía en su cesta.
—Que bueno que les guste —sonrió.
—Me encanta, ya estaba cansada de tener que comer puras verduras.
—¿Por qué trajiste eso? —le inquirió seria la castaña.
—Quería agradecerles la cena de la otra vez. Y como el venado era mucho para mí solo, creí que a ustedes podría gustarle.
—¿Podemos cocinarlo ahora, Ayra? ¡Por favor!
—Claro, llévalo al fuego —le dijo a la niña.
—¡Yei! —chilló con plena felicidad, dirigiéndose hacia la fogata.
La joven lo observó con el ceño fruncido, y se cruzó de brazos.
—Tranquila, no estoy buscando nada, sólo quería devolverles el favor —sonrió el rubio—. ¿Cómo han estado?
—¿Cómo hemos estado?
—Sí, creo que sería buena idea... Hablar de vez en cuando, somos vecinos ¿No?
Lo miró, y sin cambiar su expresión seria, le respondió cortante.
—Bien.
—Si no te molesta, podría traerles algo de carne siempre que cace. Ustedes son dos, y un venado es mucho para mí solo. Y para mí no sería un problema, al contrario, me gustaría mucho poder ayudarlas. Estamos solos aquí.
—Estamos bien así, no necesitamos de tu ayuda, ni deberte nada luego.
—No quiero que me devuelvas nada —sonrió suavemente.
***
—Respira profundo, luego debes contener el aire en tu pecho, y lo sueltas mientras ruges. Así sonara más fuerte.
La niña lo observó atenta, hizo una respiración profunda, luego contuvo el aire, inflando sus mejillas y haciendo reír bajo a Maizak, y lo soltó... Produciendo un sonido muy tierno.
—Bien, lo estás haciendo bien —sonrió divertido, al ver la molestia de la pequeña.
—¡Claro que no! Eso sonó como un... Maullido molesto no más —masculló molesta.
—Es que las hembras tienen un rugido más suave, no es tan potente como él de los machos. Pero tú, por ser una niña, lo haces muy bien.
—Muéstrame como ruges —le dijo entusiasmada—. Nunca escuché un a macho rugir.
—Am... No, no creo que sea buena idea.
—Por fis, sólo un poco.
El rubio miró a Ayrata, y ella no le dijo nada, por lo que supuso que estaba de acuerdo.
—Está bien, pero me alejaré un poco.
—¿Por qué?
—Porque estamos muy cerca, y el sonido podría hacerte mal.
Se alejó unos metros de ellas, respiró profundo, y luego rugió. No de un modo amenazante, ni agresivo, pero si lo suficiente para que la niña se cubriera las orejas, riendo.
—¡Yo quiero rugir así! —rio divertida.
El muchacho se aclaró la garganta, y luego volvió con ellas, sonriendo.
—Estoy seguro que lo lograrás.
—Ayra, tú deberías buscarte un macho que ruja así de fuerte. Así no se acercaría ninguno otro más que pudiera ser peligroso.
Ella sonrió levemente, y le acarició el cabello.
—Tú no te preocupes por eso, ningún macho peligroso se acercará aquí, mientras yo esté a tu lado.
—Pero con Maizak mucho menos se acercarán. Él es grande, fuerte, y ruge muy fuerte. Quién lo escuche, le tendrá miedo.
Ayrata respiró profundo, y no le dijo nada. Porque de nada servía mentirle.
—Oye, Shana ¿Quién te regaló esa muñeca? —le inquirió el rubio, cambiando de tema.
—Me la hizo Ayra cuando cumplí cuatro años, se llama Shira.
—Es un lindo nombre ¿Por qué se lo elegiste?
—Shira era el nombre de mi mamá, y como yo la extrañaba mucho, Ayra me hizo esta muñeca, que se parece mucho a ella —sonrió la pequeña rubia, abrazando su muñeca.
—Tu hermana es una mujer muy buena, noble, fuerte... Y hermosa —pronunció, mirando a la castaña con la última palabra.
Ayrata lo observó a los ojos, y luego desvió la mirada. Por cosas como aquellas, sabía que él no debía estar cerca.
...