Capítulo 6

15.3K 1.4K 91
                                    

—¿Y la atenderás así? ¿Desde la cama?

—No me interesa verla, y a ti tampoco. Vete, quiero dormir.

—¿Qué es lo que te tiene así? Podemos hablarlo, e intentar hallar una solución. Aquí todos somos familia, amigos, nos ayudamos cuando algo no está bien.

El rubio cerró los ojos y continuó ignorándolo. No tenía ni siquiera ganas de discutir, que siguiera hablando solo si quería.

—Mai ¿No te gusta aquí? Si es así, podemos llevarte a tu hogar.

—No, no tengo hogar.

—Pero de algún lado vienes. La primera doctora que te atendió, cree que vienes de una isla helada, que está al norte.

—No —murmuró.

—De acuerdo, no vienes de ahí. ¿Entonces de dónde? ¿La tribu del este? Sé que allí también hay rubios como tú.

—No, no vengo de allí —le dijo destapándose, para sentarse—. ¿Dónde vivir esa doctora?

—Vive —sonrió Adrián—. Y ella supongo que vive cerca de la tribu del este, que es donde hay un hospital pequeño.

—Quiero ir ahí.

—¿Por qué?

—Porque sí, ya no quiero estar aquí, quiero ir ahí.

—De acuerdo, creo que hay un autobús que va para aquella zona. Pero ahora, deberías levantarte, bañarte, limpiar un poco este lugar, y esperar a la doctora Isabella. Ella vendrá muy pronto a verte.

—Ella sólo lo hace por lástima —le dijo bajándose de la cama.

—¿Lástima? Yo no creo que ella venga a visitarte por lástima. Sí, fuiste su paciente, pero ya no más, y ella quiere verte.

—Sólo por lástima —repitió, mientras entraba al baño.

***

—¡Hola Mai! —exclamó con una gran sonrisa, al ser recibida por el muchacho—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

—Bien...

—¿Seguro? Luces serio —le dijo curiosa—. Puedes hablar conmigo si algo no está bien.

—Vivir no está bien.

Ella lo miró a los ojos, y sin darle indicios de nada, dejó las bolsas que traía al suelo, y lo abrazó, tomándolo por sorpresa.

—Mai, entiendo que estés pasando por un mal momento. Qué lo que ocurrió sea algo muy difícil de aceptar, pero piensa que sigues vivo, que tienes una segunda oportunidad. Hay muchos que en tu situación, quizás hubiesen quedados inválidos. Y creo, que eso hubiese sido mucho peor. Tú tienes la dicha de poder seguir moviéndote por tu cuenta, y ahora sin depender de nadie —sonrió—. Además con una prótesis hermosísima, que yo mismo elegí para ti.

—Sí, pero nunca tendré una pareja.

Ella levantó la cabeza, y lo miró curiosa.

—¿Cómo que nunca tendrás una pareja? ¿A qué te refieres?

—¿Quién podría querer a un hombre incompleto?

—Cariño —sonrió—. Cualquier chica podría quererte y aceptarte como eres. Además, bajo la ropa no se nota, y no creo que vayas a hablar de eso en una primera cita.

—Bien, entonces ¿Quién podría aceptar estar con un hombre que le falta la pierna? Porque quizás en las citas no se note, pero al momento de intimar sí. Nadie querría hacerlo.

MaizakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora