Capitulo 1

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(Karlie)

Mi mano latía al ritmo de mi corazón. Todo lo que pude hacer fue respirar contra las puertas ya cerradas del ascensor que se la llevaba lejos de mí.

Piensa.

Perseguirla no era una opción, así que abandoné el vestíbulo y me fui a la sala de descanso. Allí se encontraba Elaina preparándose un café. Mantuvo la cabeza agachada e hizo como si yo no estuviera. Una mujer inteligente. Espero que esos idiotas de la planta hagan lo mismo o van a tener que buscarse otro trabajo.

Eché algo de hielo en una bolsa de plástico y metí la mano dentro. Joder, cómo escocía. Tenía sangre en los nudillos y estaba segura de que también habría en la pared junto al ascensor. Volví a mi despacho con la mano en la bolsa de hielo. Le dije a Frances que llamara a la gente de mantenimiento para que viniesen a arreglar la maldita abolladura de la pared.

Frances asintió con la cabeza y miró la bolsa de hielo al final de mi brazo.

-¿Necesitas hacerte una radiografía? -preguntó con la expresión típica de una madre. O al menos como yo me imaginaba que sería una madre. Apenas recuerdo a la mía, así que probablemente solo estoy proyectando mis ideas sobre ella.

-No. -Necesito que vuelva mi chica, no una jodida radiografía de mierda.

Me fui directo a mi despacho y me encerré allí. Saqué una botella de Van Gogh del mueble bar y la destapé.

Abrí el cajón de mi escritorio y busqué a tientas el paquete de Djarum Blacks y el mechero que me gustaba tener ahí guardados. Desde que conocí a Taylor fumaba muchísimo. Tenía que acordarme de comprar más.

Ahora solo necesitaba un vaso para el vodka, o igual no. La botella me serviría. Me tomé un trago con la mano destrozada y agradecí el dolor. A la mierda la mano; lo que tengo roto es el corazón.

Me quedé mirando su foto. La que le hice en el trabajo cuando me enseñó el cuadro de lady Perceval con el libro. La había hecho con el móvil. No importaba que fuera solo la cámara de un teléfono, Taylor salía preciosa a través de cualquier lente. Sobre todo las lentes de mis ojos. La foto había quedado tan bonita que me la descargué y pedí una copia para mi despacho.

Recordé aquella mañana con ella. Podía verla perfectamente en mi cabeza, lo contenta que estaba cuando tomé la sonriente imagen junto a aquel viejo cuadro...

Aparqué en el garaje de la Galería Rothvale y apagué el motor. Era un día gris, lloviznaba y hacía frío, pero no dentro de mi auto. Tener a Taylor sentada a mi lado, vestida para ir a trabajar, preciosa, sexy y sonriente, me levantaba el ánimo, pero saber lo que habíamos compartido esa misma mañana era la polla. Y no estaba hablando de sexo.

Recordar la ducha y lo que habíamos hecho allí me ayudaría a sobrellevar el día, solo un poco, porque lo que sobre todo me ayudaba era saber que la vería otra vez esa noche, que estaríamos juntas, que era mía, y que podía llevarla a la cama y demostrárselo de nuevo.

También me ayudaba la conversación que habíamos tenido. Sentía que por fin me había abierto un poco su corazón. Que yo le importaba igual que ella a mí. Y era el momento de empezar a hablar de nuestro futuro. Quería compartir tantas cosas con ella...

-¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me gusta que me sonrías, Karlie?

-No -contesté, y dejé de sonreír-, dime.

Ella negó con la cabeza al ver mi reacción y miró la lluvia a través de la ventanilla.

-Siempre me he sentido especial cuando lo haces porque creo que no sonríes mucho en público. Diría que eres reservada. Así que cuando me sonríes me..., me desarmas.

KAYLOR - Affaire KlossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora