Bitácora de Celeste II

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Jamás he sido muy realista, estoy consciente de ello, pero también soy consciente que soñar más allá de la ventana de mi pequeña habitación me hace sentir más viva de lo que pude imaginar.

La lectura, la televisión y mi excesiva falta del sueño solo alentaron mi infantil deseo de ser algo "más allá de..." Desde las horas que pasaba viendo una copa esperando se moviera solo con mi mente hasta las veces en las que imaginaba arrojar a mi padre por las escaleras cuando golpeaba a mamá.

Hace años pude dejar de vivir en mi mente y atenerme a que jamás podría correr en un jardín de gardenias ni pasear por las calles de Venecia tomada de la mano con mi luna. Pude resignar cada gramo de mi alma a que el infierno de donde venía sería mi eterna condena o que la muerte me orillaría a un precipicio sin salida. Pude caer de rodillas y entregar la única parte viva de mí por un poco de purgación mental.

Pero si algo aprendí estando con ella, fue que soñar está por demás subestimado.

« Y que puedo ser Barbie sin ser rubia. »

A veces.

Solo a veces...

Cuando los días eran grises, las cerezas aun no estaban maduras, y los bellísimos ojos de luna se empapaban de lágrimas, soñaba con:

Tomarla entre mis brazos.

Coger una maleta.

Besar sus dulces labios.

Correr.

No mirar atrás.

Amarla.

Protegerla.

Vivir por ella.

Morir por ella.

« Y si alguno de ustedes la ve.

Dígale que aún la amo. »

−Celeste

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