Flash de ausencia

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Mi cámara reposaba sobre algún mueble en mi habitación. Mi billetera estaba vacía pero el cajón de la mesa de noche estaba a tope de rollos fotográficos con divinas imágenes de ella.

"No sé qué está mal conmigo últimamente."

Hacía días que todo me parecía de lo más mediocre, patético y simple que pudo existir.

Los anaranjados atardeceres entre los árboles de copas abundantes me hacían mirar a otro lado con desinterés al igual que los grandes pechos de chicas en los bares que solía frecuentar. Si bien, no era un fanático de ver a mujeres restregándose frente a mi mesa como gatas en celo, al menos solía encontrar un par de buenos culos que azotar.

"No sé qué está mal con el arte últimamente."

Cuando Diana solía llevarme a galerías o exposiciones a las que el trabajo me hacía ajeno, siendo astutamente consciente de la gran admiración que le tenía al arte y la exquisita aura que envolvía a los artistas representando la esencia humana con sus manos, solo podía besarle tras la oreja y murmurarle con suavidad:

− Mi pequeña niña merece un premio.

Sin más tiempo que perder, me colocaba la vieja chaqueta de cuero que papá encontró hace años en la estación del metro, y corría lo más rápido que podía por las calles de mi asquerosa ciudad hacia lo único que me daba una poca de paz conmigo mismo y el enorme trozo vacío de mierda podrida que era.

"No sé qué está mal con el mundo últimamente."

En un maldito abrir y cerrar de ojos, todos los colores de la vida que se me arrebataron como mamá a con las crayolas desaparecieron, la dulce idea de que mi felicidad eran todas esas tonalidades en bellos lienzos se esfumó. Y era mágico, era alucinante, era... era todo una jodida mentira ¡Todo era una puta mentira!

"No sé qué está mal conmigo desde que te vi."

Mis ojos dejaron de aceptar cuadros a oleos y estatuas sin cabellos lacios y negros, ojitos obscuros y labios resecos. Cada maldito intento de arte era una jodida idiotez sin algo tuyo.

Da Vinci era un imbécil al no imaginar una criatura tan hermosa como tú, oh mi bella obra maestra.

Tan magnifica ella con sus mejillas regordetas y sonrosadas.

Tan divina ella y sus caderas al menearse sin intención.

"Una colección perfectamente pulida de errores estéticos."

Cuando pasaba a orar frente a clases y sus pequeñas manos temblaban con hojas en ellas, no podía evitar imaginarme azotando esas tentadoras palmas con cuero para enseñarle a mantenerse quieta.

Aquella hechizante chica de paradisiaca presencia me tenía mal últimamente.

"Insomnios entre flashes de quien perdió la cabeza por amor al arte."

−Blake

Entre cuentos y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora