10 de mayo

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"¡Feliz día mami!" fue lo primero que dije un 10 de Mayo en la mañana de... hace diez años.

En el calendario había un enorme número diez con letras rosas y bajo este decía "Día de las madres", sigo sin entender porque se le daba tanta importancia a una simple fecha cuando tenías trecientos sesenta y cuatro días extras para abrazar a mamá, regalarle flores o simplemente lavar los platos mientras ella recostaba los pies sobre el sofá.

Bueno, en mi caso no dejaba de pensar lo idiotas que deberías ser las personas para querer festejar a alguien tan repugnante. Mi madre jamás fue "¡La mejor mamá del mundo!" ni "súper mamá". Joder que siquiera pudo recordar el nombre que me dio en el hospital al momento de mi registro legal. Simplemente lo omitió.

"Cuando crezcas tendrás que tomar tus propias decisiones importantes como el nombre que llevarás. Además ya te tuve siete meses dentro de mí, no esperes más" como toda la boca floja que era a mis nueve años la contradije.

Recuerdo que me abofeteo, me miró con rabia y después golpeo mi cabeza con la palma de su mano repetidas veces.

"¡Pequeña ingrata, lo que yo habría dado porque me dejaran elegir mi nombre!"

Incluso yo comprendí aquello, el nombre de la mujer siempre fue horrendo. Por no decir que de puta.

En mis años de existencia traté de ganarme su cariño por medio de obsequios, poesías tontas, promedios sobresalientes y más y más obsequios. Si le hubiera dado un billete con más de dos cifras por un beso y un cuento al anochecer abría desperdiciado menos dinero, esfuerzo y parte de mi vida por un poco de atención maternal.

"¡Feliz día de las madres!" fue lo primero que dije un 10 de Mayo de... hace doce años.

Tenía apenas 7 años. El día era húmedo, mami no tenía que ir a la oficina y papi seguía sin volver a casa.

Recuerdo como el agua hirviendo quemó mis dedos cuando la derrame sobre una tasa, pero mentalmente me daba fuerzas con un "Es el día de mami, es el día de mami, es el día de mami."

Puse en un pequeño plato de porcelana una galleta de avena, de esas que ella solía comer cuando veía su programa de tv favorito, una rosa roja que corte a hurtadillas del jardín trasero del vecino y todo sobre una charola que apenas podía sostener con mis amoratados brazos, caminé a la habitación de mamá, entre a pasos torpes pero silenciosos hasta quedar al lado de ella y grité a todo pulmón "¡Feliz día de las madres!". Después todo fue un borroso parpadear.

El grito de mamá. La charola volando al otro lado de la habitación. La porcelana contra la pared. Mis gritos.

Más gritos.

Oscuridad.

"Perdóname mami porque jamás fui lo que esperabas. Perdóname mami porque por mi culpa no pudiste estrenar el vestido rojo que ahora guardas en el ático. Perdóname porque no podré darte nietos."

Ah, perdóname mami porque ahora no puedes escucharme.

Pero esta vez lo dejaré pasar. Porque es 10 de mayo y de ahora en adelante todo estará bien, ya no sentirás más preocupaciones.

Ya no sentirás nada.

−Violetta

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