Black, white and cherry

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Hoy era un día más para la chica de ojos tristes, aparentemente uno más de su insignificante vida entre alcohólicos, mujeres anticuadas, pequeñas faldas negras y colores nítidos.

Sin darse cuenta su mundo se detenía al cruzar una sucia puerta de lámina y mientras, las sonrisas llenas de besos, helado y arcoíris se dormían en los recuerdos de una hermosa mañana, se ocultaban en el brillo de un astro.

El mundo regresaba al inicio de una quinta vida.

El olor a cerveza rancia, orines y cigarrillos apenas era soportable por el vago recuerdo a lavanda, el sabor de una lata de duraznos vacía con agua ya casi no sabía a miel, los ojos se inundaban en lagunas de agua salada al contacto con la espesura de la sangre en la piel, las piernas dolían por las constantes caminatas a algún bar, los brazos amoratados, con marcas de manos ajenas, incrementaban la sensación de asco, repulsión y nauseas, y el pobre ser de piel morena y enormes sueños, solo bloqueaba la sensación con suspiros.

Al caer la noche, cuando el cuerpo caía rendido entre una pila de telas con resortes, solo podía soñar con volver a su realidad.

"Que el tiempo no se retrase a los ojos de mi condena.

Que el día inicie con una vida más.

Que las estrellas se encuentren con tus ojos.

Que la soledad colapse con mi presente.

Y que por cada lágrima que sale de mis ojos pensando en por qué no estarías aquí protegiéndome, sea una estrella en el cielo de nuestro no tan lejano oriente."

Ay, la pobre pequeña llena de ilusiones, pensamientos de media noche e infinitas posibilidades bajadas del cielo.

Que daría la chica de ojos tristes por dormir una noche con él, abrazada a su cuerpo, con la nariz entre dulzones aromas y con el alma aferrada a las cerezas.

« Un nuevo amanecer.

Cual cereza del pastel. »

−Andrew

Entre cuentos y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora