Estefanía es una hermosa joven mestiza que se conforma con su vida sencilla y cómoda bajo la tutela de Ana Álamo, dueña de la productiva hacienda «Los Álamos». La llegada de Adrián Álamo (nieto de Ana) y del misterioso Arturo Palacios, Conde Dómine...
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Estefanía.
Todos en la casa quedamos exhaustos. Para mí, a pesar de los pequeños inconvenientes, más perfecta no pudo ser la noche. Entré en mi habitación vibrante de emoción, la felicidad que embargaba mi alma era tan grande que me impidió conciliar el sueño. Me situé frente al espejo y toqué mis labios, seguidamente cerré mis ojos para traer de nuevo el recuerdo de sus besos. Los vellos del cuerpo se me irguieron al revivir la experiencia.
—Estefanía —escuché un murmullo al otro lado de la puerta. Abrí rápidamente, era Joaquina.
Al verla sentí más felicidad, ella era la única persona a quien podía contarle lo sucedido. La tomé por el brazo sin pensarlo dos veces y la introduje en mi recámara.
—Disculpa que venga a llamarte tan tarde, pero es que el joven Adrián me encomendó un recado —me explicó.
—No me des explicaciones y déjate de formalidades conmigo, tú y yo somos hermanas —ella sonrió.
—Vamos, ¿qué esperas? Recuéstate conmigo en la cama para que me cuentes mejor —le dije emocionada al advertir la rosa qué llevaba en sus manos.
—Está bien, sin formalidades, ... ¿No prefieres que te ayude a quitarte ese vestido primero?
—No, Joaquina, ¡por favor dame el recado! ¡El vestido me lo quito después! —ella soltó una risita traviesa.
—Está bien —volvió a reírse—. No te reconozco, Estefanía, ¿dónde está la muchacha cabal y centrada? —Joaquina no desaprovechó ningún momento para bromear conmigo.
—Creó qué esa muchacha salió a dar un largo paseo, ahora cuéntame...
—El joven Adrián te manda esta rosa, pero antes de dármela me interrogó, es muy observador, ha notado nuestra amistad cercana.
—Me alegra mucho que tenga afinada la intuición, así me ahorraré muchos interrogatorios.
—Aparte de la rosa me pidió que te dijera, que cualquier cosa que necesites enviarle, o decirle, lo hagas a través de mí, ya que tú decidiste qué todo fuera discreto... ¡Estefanía, eso me lo vas a tener que explicar!
—Prometo que te lo explicaré, por favor continúa Joaquina... —mis ansias eran muy grandes.
—Ya sabes lo sigilosa y discreta que soy, y está de más agregar que para mí sería un honor ayudarte; tú lo has hecho muchas veces por mí, Estefanía —no pude evitar abrazarla.
—Sabes qué te quiero mucho, Joaquina, pero no quiero traerte problemas con mi madrina y mucho menos con la madre de Adrián, que es una bruja.
—Tú no te preocupes, yo sé ser invisible.
—Aun así, me preocupo, ni tú ni yo conocemos bien a Elizabeth ni lo que es capaz de hacer.
—Ya deja de preocuparte por ella y cuéntame cómo fue todo, yo vi cuando saliste por la puerta de la cocina junto al joven Adrián camino hacia el invernadero —su comentario me sonrojó.
