No me gusta el camino que están tomando las cosas —dijo Ana Álamo a su hijo, que se encontraba sentado en la reconfortante silla del despacho.
—A mí tampoco, madre; esto se me está escapando de las manos, aun así, no me quiero precipitar. Creo que aún puedo solucionarlo, sin necesidad de resucitar los fantasmas del pasado.
—¡Hijo, por el amor a Dios! ¿Cómo dices que aún puedes controlarlo? ¿Es que acaso no te das cuenta de lo letal de la situación? Tú mismo has sido testigo de cómo reaccionó Adrián ante la petición de Guillermo Aristiguieta; parecía botar fuego por los ojos, dejó muy claro sus celos de hombre hacia Estefanía, estaba marcando territorio —le recordó Ana con la voz llena de preocupación.
—Si lo vi, madre, ¡por todos los cielos! Yo no puedo ni quiero desenterrar el pasado, tú más que nadie sabes todo lo que sufrí y de cómo me costó levantarme; es más, considero que Guillermo podría ayudarnos. Si Estefanía se enamora de él, todo se solucionaría sin necesidad de revolver viejas heridas; de más está decir que los Aristiguieta son una familia de abolengo.
—Más a mi favor, hijo mío, tu pasado no está totalmente enterrado y jamás podrás reconciliarte con él si no lo arrancas desde sus raíces, si no te enfrentas a esos fantasmas. Rodolfo debes aceptar de una vez esa verdad que tanto te quema el alma, no dejes que los seres que amas se condenen como tú lo estuviste, no seas tan egotista hijo mío —le recordó y reprendió—. Y de una vez te digo, yo nunca obligaré a Estefanía a casarse con un hombre que no ame, por mucho abolengo que tenga —agregó.
—Madre, recuerdas el pacto, tú estabas presente.
—Sí, lo recuerdo, pero tampoco estuve de acuerdo y resulta que ahora existe un motivo de peso.
—Tengo fe que a Adrián se le pasara ese embelesamiento, madre, él está comprometido con Eva, la hija de uno de los más prestigiados médicos y... —Ana no lo dejo terminar—. ¿Y qué con eso? Adrián parece no importarle, a las pruebas me remito y te informo que él ya me ha dejado entrever sus sentimientos hacia Estefanía, ¡Rodolfo, acaso no lo quieres ver! Él solo hecho de que él la desee, aún sin haber consumado la relación ¡Es un pecado! De solo imaginar que se han besado... Dios mío, ¡si no lo haces tú, lo haré yo! No quiero que mis dos nietos se hundan en las llamas del infierno por tu cobardía de no querer arreglar todo, por miedo a la arpía de tu mujer. Rodolfo, hijo, ¿no ves que estás logrando que tus dos hijos te lleguen a odiar por ocultarles la verdad? Quiero creer que aún no es tarde para enmendar las cosas —en ese momento, cuando la situación se volvía más insostenible, una tercera persona se introdujo en la conversación:
—Vaya, ya veo que la estima hacia mí por parte de usted, suegra, aún es la misma —irrumpió Elizabeth en la habitación.
—Y yo compruebo que tu mala costumbre de entrar sin ser invitada a las conversaciones ajenas, aún no la pierdes.
—Te recuerdo que Adrián es mi hijo y todo lo que tenga que ver con él me incluye, y de antemano te prohíbo que reveles una verdad que únicamente pertenece a mi esposo y a mí; así que te exijo que sea la última vez que pongas a mi hijo en la misma escala que esa mestiza, por qué no son iguales. Tu único nieto es Adrián, la procedencia de Estefanía aún es dudosa, esa india quiso aprovecharse de la ingenuidad de mi esposo y se la quiso meter como su hija, sabrá Dios con cuántos hombres se habrá acostado antes que Rodolfo.
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Resurreccion: El Origen de Malena TERMINADO ✔ 1era parte (SAGA)
RandomEstefanía es una hermosa joven mestiza que se conforma con su vida sencilla y cómoda bajo la tutela de Ana Álamo, dueña de la productiva hacienda «Los Álamos». La llegada de Adrián Álamo (nieto de Ana) y del misterioso Arturo Palacios, Conde Dómine...