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Estefanía.

Llevaba aproximadamente una semana escabulléndome de mi alcoba para dormir en la de Rosa, Rodolfo aún no se daba cuenta, pero Adrián sí; en las noches él se escapaba hasta mi habitación y al no encontrarme, su estado cambiaba, y cuándo trataba de abordarme para pedirme explicaciones simplemente yo lo eludía, me sentía mal, no quería que él creyera que no lo amaba, toda aquella actuación era mi escudo en contra de mi debilidad, sabía que con tan solo rozarme yo perdería toda la fuerza de voluntad que tanto me había costado ostentar; también tenía que tomar en cuenta la vigilancia de Rosa.

En las noches me era imposible conciliar el sueño; mi alma se debatía en luchas interminables pensando que él estaba en mi alcoba buscándome; aquellos sobresaltos me hacían dar vueltas en la cama pensando en su cara, su sonrisa, la forma en que brillaban sus ojos; él alegraba mi vida haciéndome sentir que sí existían los ángeles, y que era mentira que estos seres celestiales no se podían amar. ¿Cómo se podía describir con simples palabras lo que gritaba mi alma? Lo que experimentaba al sentir su boca sobre la mía, cuándo me hizo el amor, logrando el milagro de transformarnos en un abrazo, una sola persona, pero la esfera de amor se diluía cuándo recordaba lo sucedido en el bosque; aquella noche no solamente había hecho el amor por primera vez, también había conocido lo sobrenatural, un hecho que congelaba mi sangre hasta el punto de temblar.

Mis pensamientos se disiparon cuando Rosa me pidió que me durmiera, y de verdad que necesitaría ese descanso; al día siguiente las cosas no habían resultado muy bien y el ángel que amaba había sacado la espada de los celos en todo su esplendor, una faceta de él que no me gustaba y que se había intensificado desde el momento en que me hizo suya.

Había estado ordenando mi alcoba, mientras cambiaba las sábanas encontré una rosa roja que reposaba oculta entre mi almohada, junto a ella una nota que decía: —Por favor Estefanía no te escapes de mí —al leerla no pude evitar sentir mariposas en el estómago, era señal de que no estaba molesto conmigo, sabía que en el fondo me comprendía; yo también había puesto de mi parte, trataba de no toparme con Guillermo cuando estaba en la casa, Rodolfo por su lado, manejaba las cosas con inteligencia; Adrián se mantenía ocupado en lo suyo con los negocios de la hacienda, mientras que Rodolfo hacía lo propio con Guillermo. Lo que me aterraba era que los días se iban muy rápido y con ellos llegaba el momento que no quería que llegase: la partida de Adrián para encarar su destino.

Días atrás la casa se había sumergido en un repentino silencio, ni siquiera la arpía de Elizabeth se sentía en los rincones, tampoco quise averiguar por donde andaba; en el despacho era la misma historia, parecía no haber nadie, continúe bajando las escaleras y mis ojos se posaron en el piano, recordé las palabras de Rodolfo en la cena, esta vez me apeteció tocarlo.

Comencé a estirar mis dedos, llevaba bastantes días sin tocar, aquel instrumento había sido un regalo de mi madrina cuándo cumplí los quince años; recuerdo que cuándo lo hizo traer no cabía en mí tanta felicidad, pero también era un regalo extravagante para alguien que no era de su sangre. El hermoso piano blanco con aplicaciones y tallado en dorado, estilo Luis XV y de clavijeros de bronce, se había convertido en uno de mis tesoros más preciados, en aquel entonces lo cuidaba como a nada, había aprendido a tocar el instrumento cuándo tenía diez años, mis prácticas se llevaban a cabo en un piano más sencillo y antiguo que mi madrina se había traído con ella en uno de sus viajes; luego de llegar el nuevo, ella había hecho guardar el otro en una de las habitaciones de arriba.

Resurreccion: El Origen de Malena TERMINADO  ✔ 1era parte (SAGA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora