Estefanía.
Mi madrina, Ana Álamo, estuvo muy distraída durante toda la semana; sus ojos mostraban una tristeza evidente que disimulaba llevándose pausadamente a sus labios una taza de té de tilo. Yo intuí que parte de su pesar era porque dos días antes, mi padrino Antonio Álamos cumplió años de muerto. Él se fue de este mundo un 13 de mayo, hacían ya 24 años. Yo no tuve la suerte de conocerlo, aún no nacía cuando él falleció. Aquella muerte la dejó tan devastada que aún lo lloraba como si fuera el primer día. No me gustaba verla de aquella manera, mi madrina era una mujer fuerte que llevó con éxito las riendas del negocio familiar. Ana Álamo era una excelente patrona, sus esclavos y demás trabajadores la respetaban y estimaban. Nunca maltrató a nadie, todo lo contrario, aparte de proveerles comida, techo y trabajo, también les daba medicinas. Ella y yo creamos una pequeña escuela donde enseñábamos a leer y escribir a los niños de las barracas, algo que no era bien aceptado en la sociedad que nos envolvía.
En las últimas semanas, mi madrina no quiso salir de su habitación y eso me preocupó. Fui a su recámara a tratar de reanimarla.
-¿Puedo pasar? -le pregunté, luego de tocar la puerta.
-Claro hija, pasa.
Al abrir la puerta, la pude ver sentada en su sillón, cerca del gran ventanal. Sobre su mesita de noche reposaba un pequeño baúl forrado de terciopelo púrpura, con detalles en piedras preciosas. Pude observar que ella sostenía unos retratos.
-Ven -me invitó a acercarme y así lo hice-. Este es mi hijo Rodolfo, sé que no lo recuerdas y jamás te mostré sus retratos más recientes, solamente has admirado uno cuando era un adolescente -me dijo-. Me senté a su lado, tomé el retrato y contemplé al caballero. Lo primero que noté fue que se parecía mucho a mi difunto padrino (lo sabía por el inmenso cuadro de Antonio Álamo que posaba en la gran sala). Rodolfo se apreciaba en el retrato como un hombre alto y corpulento, de cabellos oscuros, entre liso y ondulado, con una mandíbula cuadrada, fuerte y masculina.
-Eras apenas una niña de meses cuando él se fue -su comentario llenó mi corazón de tristeza; recordé cómo fue mi entrada a la hacienda "Los Álamos". No solo Rodolfo se marchó cuando era una recién nacida, mi madre también lo hizo en esa misma fecha. La muerte llegó por ella muy temprano. Mi madrina siempre me contó sobre su vida; no existía noche en que no lo hiciera. De lo que nunca me habló fue de quién había sido mi padre. A declarar verdad, yo nunca le pregunté; solamente sabía que era un hombre blanco y no un indio. Mi madre fue una de las esclavas indígenas de la barraca, se llamaba Alba y vivía junto a mi abuelo Manuel, que también era trabajador de la hacienda. Mi madrina me explicó cómo murió poco después de traerme al mundo. Fue por una hemorragia repentina que desgraciadamente no pudieron detener. Ana Álamo se encariñó conmigo a primera vista y le pidió la autorización a mi abuelo para que yo fuese criada en la casa grande. Él accedió, quería lo mejor para mí y aquella era una excelente oportunidad. No existía día en que mi abuelo Manuel no me hablase de mi madre mientras vivió, de lo a menudo que la recordaba. Él siempre iba a la casa grande a visitarme y yo le contaba todo lo que mi madrina Ana me enseñaba. Yo hablaba varios idiomas, francés, inglés e italiano aparte del español. Mi protectora Ana Álamo me proporcionó profesores que me instruyeron en historia, geografía y matemáticas, aunque no era muy bien visto que una mujer poseyera tan amplios conocimientos en una sociedad machista, donde solamente teníamos como único papel el de ser esposas y madres devotas e inculcar la religión. Para nosotras el saber leer, escribir, tejer y tocar el piano era suficiente. Ana Álamo no pensaba igual. Ella era muy liberal para su época y muchos se escandalizaban por sus pensamientos e ideales. Mi padrino, su esposo, fue un hombre diferente; él le enseñó muchas cosas y en especial, le exigió conocer sobre ciencias.
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Resurreccion: El Origen de Malena TERMINADO ✔ 1era parte (SAGA)
RandomEstefanía es una hermosa joven mestiza que se conforma con su vida sencilla y cómoda bajo la tutela de Ana Álamo, dueña de la productiva hacienda «Los Álamos». La llegada de Adrián Álamo (nieto de Ana) y del misterioso Arturo Palacios, Conde Dómine...