¥ LOS ÁNGELES LLORAN POR ANA ÁLAMO ¥

83 30 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Estefanía.

El día había amanecido triste, a pesar de que el sol era radiante, no calentaba mi alma. Existían motivos para continuar con mi tristeza; Joaquina desapareció de la hacienda varias semanas antes, en un momento temí y llegué a pensar que Elizabeth le había hecho daño. Rosa me confesó que Joaquina se había marchado al siguiente día de la disputa con Elizabeth. No se fue sola, Casimiro se marchó con ella. Lo que más me dolió de su decisión era qué ni siquiera me dijo adiós. Esos días fueron para mí un suplicio, temía que alguien, enviado por Elizabeth, los hubieran atrapado y castigado por haberse fugado. Ese mismo día llegó el notario más temprano que las otras veces, Rodolfo no estaba y Elizabeth aún dormía. De aquella conversación nada supe, puesto que mi madrina dio la orden que los dejaran solos. Ni siquiera Adrián pudo entrar.

Aquel comportamiento de Ana Álamo me preocupó; entre nosotras nunca existió secretos y aquel sigilo con que acompañaba sus decisiones, últimamente, me dio mucho a que suponer. Cuando le pregunté qué había sucedido con Joaquina, simplemente me dijo:

—Todo se sabrá a su tiempo y no te preocupes, el tiempo de Dios es perfecto. —Luego no tocó más el tema, pero no pude evitar sentirme mal y preocupada por mi amiga, que se alejó de mi vida sin decir nada, escabulléndose en el silencio de la noche junto a Casimiro, confirmándome que lo sucedido con Elizabeth había sido sumamente grave. Esa semana, luego de que Joaquina se marchó y el notario viniese, las fuerzas parecieron abandonar a mi madrina. Ahora se mantenía en la cama. La tristeza no podía ser más profunda en mí, jamás en mi vida me sentí tan atada de manos.

Las preocupaciones por la salud de mi madrina pasaron a ser prioridad. Me mantenía en su alcoba velando sus sueños. Rodolfo también sé notaba perturbado, al igual que Adrián.

—Debes descansar, no quiero que te enfermes tú también —me dijo Rodolfo, al verme entrar nuevamente.

—Peor me sentiría si no la cuido... Ella siempre se desveló por mí cuando estaba enferma —tomé su mano y un nudo se situó en mi garganta.

—Has estado día y noche encerrada en la alcoba, ya ni siquiera sales al invernadero y a caminar por los campos.

—Señor Rodolfo, de verdad no me apetece hacer esas actividades mientras mi madrina siga postrada en esa cama. Extraño demasiado nuestras rutinas juntas —las palabras se quebraron en mi garganta, Rodolfo se contagió de mi tristeza.

—Ven, acércate —me pidió, yo obedecí—. Nunca tendré cómo agradecerte la devoción y el lazo de amor qué te une a mi madre; solamente Dios sabe cuánto lo aprecio y cuánto te quiero —sus últimas palabras me confundieron y él lo notó. —Sí, sé que suena contradictorio, pero es verdad... y en torno a Adrián, todo lo que te he dicho no es porque te crea inferior, claro qué no, tú serías una magnífica esposa y todo hombre se sentiría honrado ante el amor de tan grandiosa mujer. ¿Qué mejor esposa para Adrián que tú?, pero desgraciadamente, no todo puede ser cómo deseamos, existen circunstancias en la vida qué hacen que el destino reúna caminos para restregarnos nuestros errores y saldar viejas cuentas que ni siquiera te pertenecen a ti ni a Adrián. Por eso de antemano te pido perdón por ser el culpable de tan profunda herida —sus ojos se abnegaron.

Resurreccion: El Origen de Malena TERMINADO  ✔ 1era parte (SAGA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora