𝒍𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒔𝒆 𝒇𝒖𝒆 𝒂𝒍 𝒄𝒂𝒓𝒂𝒋𝒐

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capítulo catorce: la noche en la
que todo se fue al carajo

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Betty sentía su corazón latir con intensidad a cada embestida que el castaño le daba, estaba llena de sudor mientras gemía suavemente el nombre de su amor y se entregaba al placer desconocido, aferrándose a sus hombros.

— J-Juggie. —gimió con los ojos cerrados, callando sus gemidos cargados de lujuria en su hombro.

— Eres tan bella, mi Betty. —Jughead le susurró al oído, para después besar su mejilla y empujar a un ritmo constante en ella.

Betty sentía ver estrellas, todo su cuerpo se contraía de placer mientras Jughead acariciaba con las yemas de sus dedos cada espacio de su blanca y suave piel.

Sentía que iba llegar al mismísimo éxtasis cuando de pronto sucedió.

— Betty, Betty, despierta. —Jughead la sacudió repetidas veces. — Betts.

— Oh Jug. —Betty despertó de su acalorado sueño, con el sudor bajando por su frente, los pezones duros y las bragas totalmente húmedas, sintiendo mucho calor en todo su cuerpo.

— Te estabas quejando mucho. —Jughead comentó preocupado, pasando su mano por su rostro. — ¿Estás bien?

— S-sí. —Betty logró asentir, recargándose en la cabecera aún emocionada por aquel sueño extraño.

— ¿Pesadillas? —Jughead preguntó, intentando descifrarla.

— N-no, soñé algo... Distinto. —Betty dijo con una nerviosa sonrisa y las mejillas todas rojas.

— ¿Quieres contarme qué fue? —Jughead preguntó, tocando su frente. — Joder, Betty. Estás demasiado caliente, podrías estar hirviendo a más de 38 grados.

— No, no creo tener fiebre. —Betty negó, intentando calmarse.

— Iré por el termómetro. —Jughead informó, sintiendo esa obsesiva necesidad de protegerla y levantándose de la cama rápidamente.

— Jug, eso no es necesario. —Betty negó, mirándolo como si estuviera exagerando.

— Tarde. Ya lo traje para asegurarme de que no tienes fiebre, abre la boca. —pidió Jughead con el termómetro de mercurio en la mano, tras agitarlo un poco.

— Jug, si me dejas...

— Elizabeth. —Jughead la miró seriamente, haciéndola bufar y abrir la boca.

Después de unos minutos, del termómetro calculando la temperatura de la rubia, Jughead miró el objeto sacándolo de su boca y la respuesta era clara.

39° grados celcius.

— Betty, oh por Dios. —el castaño dijo preocupado y dejando el objeto en la mesita de noche. — Estás ardiendo en fiebre realmente, casi llegas a 40 grados.

— Pero yo no me siento mal. —Betty insistió, aún bastante roja de calor.

— Si llegas a los 40 grados podrías tener una convulsión, te pondré una inyección o...

— ¡Ay no! —Betty chilló de inmediato, tapándose con las cobijas haciendo puchero con el labio. — No quiero.

— Entonces ven, te meteré a la tina con el agua helada. —Jughead dijo a la rubia, en verdad temiendo que llegará a pasarle algo. — ¿Eso esta mejor?

Él corrió al cuarto de baño, antes de obtener su respuesta, abriendo la llave de agua fría y comenzando a llenar la tina mientras Betty aún moría de calor, según Jughead, de fiebre.

𝗪𝗛𝗔𝗧 𝗜𝗦 𝗟𝗢𝗩𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora