𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 𝒔𝒊𝒏 𝒅𝒐𝒓𝒎𝒊𝒓

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capítulo dieciséis: una noche sin dormir

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Una Betty muy sonriente de 15 años de edad se encontraba en el jardín del instituto, saltando feliz pues Angie Topaz le había hecho unas coletas pequeñas con las que estaba encantada. Y la habían dejado a salir a jugar con la condición de que regara las plantas.

El instituto de la misericordia estaba aislado del mundo exterior, porque según lo que las hermanas contaban, el mundo era un lugar lleno de maldad y por eso era que estaban protegidas ahí dentro. Este contaba con más de doscientas habitaciones en tres pisos y cuatro secciones.

En la sección A estaban los niños problemáticos que sus padres habían dejado al ya no saber controlarlos. Niños a la derecha y niñas a la izquierda. Betty los había visto un par de veces a distancia y la mayoría tenía una especie de bata extraña alrededor de sus cuerpos. Ella no lo sabía, pero los niños "problemáticos" en realidad eran aquellos que tenían trastornos graves y psicóticos. Por eso estaban con camisas de fuerza.

En la sección B estaban los niños buenos. Aquellos que habían sido elegidos para rescatar de la inmundicia que era el mundo real y estaban protegidos como si de un castillo se tratara. Tenían dulces y comida rica si se comportaban bien y podían convivir entre ellos sin problemas. Los que en realidad eran los niños "especiales". Así les llamaban a los que habían dejado porque según sus padres eran "riesgosos". Pero gracias a los caramelos y antipsicóticos que les daban, podían verse como los más tranquilos. Eran como el grupo A, pero controlado. Y en esa sección estaba Betty.

En la sección C estaban los de mayor edad. Aquellos que tenían de 17 a 19 años y tenían problemas con el alcohol, drogas y sexo. Sí, los adolescentes "purgados de pecados" como las hermanas los conocían. Betty no entendía porque todo el tiempo estaban llorando, pero igual mostraba curiosidad por ellos.

Y por último estaba la sección más temida y que las hermanas odiaban. La sección D, a dos metros bajo tierra en donde estaban los niños "anormales" que en realidad jamás habían salido de abajo. Siempre estaban en su sección y Betty jamás había visto a uno. En realidad eran los niños y adolescentes homosexuales, internados para hacerlos ver que sus preferencias sexuales eran "pecado".

El instituto tenía ventanas sí, pero en la sección de Betty no había y estaba todo sellado. Para aumentar la seguridad. ¿Que cómo respiraban? Eso Betty realmente no lo sabía, aunque la mayoría del tiempo cuando los niños se sentían asfixiados, se les ponía una máscara de aire. Aún Betty no comprendía cómo era que funcionaba aquello pero estaban a salvo ahí.

Y como si no fuera suficiente todo eso, el instituto estaba cubierto por una reja electrificada a su alrededor, solo entraban los que estaban autorizados. Y afuera, es donde Betty estaba regando las plantas mientras llenaba sus pulmones de aire real. Aunque, tenía un deseo de descubrir qué se hallaba tras esas rejas.

— ¡Elizabeth, vamos! —la hermana Woodhouse la regañó, chasqueando sus dedos para apresurarla. — Tienes cinco minutos para regar las plantas, ¡date prisa!

— Sí. —Betty asintió, tomando la regadera y empezando a regar las plantas. Encantada de estar afuera, y queriendo aprovechar cada segundo. 

Pero, mientras regaba las plantas, no pudo evitar fijarse en cuanto un grupo de hombres con chaquetas negras y una serpiente en ellas, entraron por la puerta ante el "bienvenidos" de la hermana Woodhouse. Provocando así, su inmediato interés.
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𝗪𝗛𝗔𝗧 𝗜𝗦 𝗟𝗢𝗩𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora