𝒍𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝑴𝒂𝒓𝒊𝒂𝒉

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capítulo quince: la llegada de Mariah

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Tres de la mañana.
Y solamente se escuchaban los fuertes relámpagos de una tormenta estruendosa y que atemorizaba a las personas que la escucharan, o a cualquiera para ser más exactos.

Jughead estaba aún en shock y analizando aquella situación, mientras veía atónito la dramática escena de la bella rubia de pie frente a la puerta y toda mojada. Betty estaba mirándola con preocupación, notando como las gotas de agua goteaban de su cabello y mojaban la alfombra, y de alguna forma graciosa y triste a su vez, las identificó de inmediato con las lágrimas que salían de sus orbes tras cada pesadilla interminable.

«Ese no es un pensamiento para nada lindo.»

Pensó Betty para sí misma.
Pero luego se dio cuenta de lo que en esos momentos realmente importaba.

¡Mariah!

— Ay Dios. —exclamó la rubia de ojos verdes, corriendo hacia la chica y metiéndola rápidamente dentro de la casa. — ¿Qué pasó? Dios, estás toda empapada.

— L-lamento molestar a estas horas pero... No sabía a dónde ir. —explicó Mariah llorando, entre temblores que evidentemente eran por el frío que hacía.

— ¿Cómo nos encontraste? —Jughead preguntó a la rubia, seco y frío con ella. Pues aún recordaba el como había tratado a Betty tan solo semanas atrás.

— ¡Jug! No es momento para tratarla así, mírala está destrozada. —Betty regañó al castaño, mirándolo mal y abrazó a la chica que la había tratado como basura. — Tranquila, estás a salvo aquí, ¿si?

— Traeré mantas. —informó Cheryl rápidamente, sin saber muy bien qué hacer y corrió escaleras arriba, más bien sintiéndose un poco mal por lo que horas atrás había pasado con la morena de rosas cabellos.

Betty guió a la rubia hacia el sillón, sentándola con cuidado y queriendo que dejara de llorar porque le destrozaba ver a las personas mal.

— Yo... —Mariah lloró, sin soltar alguna otra palabra.

— Hey, ¿qué fue lo que pasó? —preguntó Betty, aún abrazando a la otra rubia que no dejaba de llorar. Queriendo consolarla, pues Jughead le había enseñado que un simple abrazo cálido podía calmar a una persona llorando.

— E-estaba en casa y mamá salió, y... Y papá estaba ebrio y... —las lágrimas corrían por el rostro de la chica, incapaz de balbucear siquiera mientras tartamudeaba llena de miedo. En sus ojos azules aún se reflejaba el verdadero terror. — Y...

— Hey, tranquila. —Betty le dedicó una cálida sonrisa y la abrazó nuevamente. — Estáras protegida aquí.

— Iré a hacerte un té. —Verónica se ofreció, lo más amablemente que pudo. — Te ayudara.

— Iré contigo. —Archie dijo rápidamente, no queriendo averiguar lo que pasaría si se quedaba en medio de aquellos tres chicos.

La pelinegra asintió, comprendiendo su situación, y ambos chicos se perdieron de vista al doblar la esquina para dirigirse a la cocina. Dejando solos al castaño y a las dos rubias.

— ¿Y bien, Mariah? —Jughead volvió a preguntar, cruzándose de brazos y recargándose en la pared más cercana. — ¿Qué te sucedió? Habla.

— Jug, en serio no ayudas hablándole con ese tono. —Betty dijo negando con la cabeza, aún intentando calmar a la otra rubia. — Ella está muy mal. No la agobies más, ¿si?

𝗪𝗛𝗔𝗧 𝗜𝗦 𝗟𝗢𝗩𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora